Elías Royón: “Las prisas por aprobar un carisma no son buen índice de autenticidad”

El vicario episcopal para la Vida Consagrada de la Archidiócesis de Madrid ofrece, en entrevista con Vida Nueva, una ‘master class’ de discernimiento a la hora de que la Iglesia apruebe nuevos carismas

Elías Royón, SJ

El vicario episcopal para la Vida Consagrada de la Archidiócesis de Madrid, Elías Royón, SJ, ofrece, en entrevista con Vida Nueva, una ‘master class’ de discernimiento a la hora de que la Iglesia apruebe nuevos carismas. “Los criterios teóricos tienen que detectarse traducidos en actitudes, comportamientos, objetivos, medios… que se van elaborando en el tiempo, y desde los que se discierne la autenticidad del carisma”, advierte.



PREGUNTA.- Desde su vivencia personal, ¿qué es para usted un carisma?

RESPUESTA.- Es ante todo es un don, una gracia, eso significa “carisma”, que el Espíritu regala a su Iglesia, a través de una mediación humana. No es un impulso instantáneo y definitivo, se va desarrollando en un proceso de algunos años en la experiencia espiritual del fundador/a, que se vive y comparte con los primeros seguidores; implica un modo peculiar de vivir la consagración en la imitación y seguimiento de Jesucristo; como también un modo particular de realizar la misión. Se refiere al género de vida, la espiritualidad, la tarea evangelizadora.

P.- ¿Cómo puede la Iglesia detectar cuándo hay realmente un carisma y cuando no? Está claro que todos nos podemos equivocar, pero ¿hay rasgos evidentes?

R.- Teóricamente existen unos criterios para discernir la autenticidad de un carisma. Sin embargo, el discernimiento no es un acto puntual en el que se confronta esos criterios con la realidad de esa naciente institución. Hay que entrar en un proceso, que necesita un acompañamiento cercano, paciencia y tiempo.

Esos criterios teóricos tienen que detectarse traducidos en actitudes, comportamientos, objetivos, medios… que se van elaborando en el tiempo, y desde los que se discierne la autenticidad del carisma. Por eso, las prisas por ser aprobados no son buen índice de autenticidad.

Entre los rasgos para el discernimiento destaco: qué novedad de vida y de misión aportan a la Iglesia; si es un grupo original o viene de un proceso de ruptura; el papa Francisco ha señalado al “triunfalismo”, a la pretensión de ser los “auténticos,” y los “salvadores” de la vida religiosa; un “espiritualismo” sin integrar la realidad encarnatoria de la salvación; la dimensión del “sentir con la Iglesia” de este momento histórico; si el fundador reclama para sí, “sine die” y sin la participación de otros, toda la responsabilidad del gobierno, la formación, las decisiones importantes; la madurez afectiva en las relaciones entre el fundador/a y los primeros discípulos; si los procesos formativos están referidos exclusivamente al “líder,” que suele crear dependencia y admiración con merma de libertad; la formación debe tener instrumentos para formar hombres y mujeres libres y responsables de sus decisiones, que pueden con sencillez y humildad representar al fundador/a sus pareceres y opiniones propias; capaces de relacionarse con madurez afectiva con los demás miembros, etc.

Comportamientos “ajenos” al carisma

P.- ¿Qué mecanismos debería tener la Iglesia para detectar cuándo un carisma desemboca en comportamientos sectarios o de culto al líder?

R.- No es el “carisma,” reconocido como auténtico, el que por sí mismo, desemboca en sectarismo o en el culto al líder; son los comportamientos desordenados de las personas las que crean situaciones ajenas al carisma.

No es fácil detectarlo al inicio, porque esto no ocurre normalmente en los primeros momentos, se deteriora poco a poco. El obispo tiene la obligación de acompañar la evolución de las “nuevas formas” y las congregaciones que ha aprobado. Anualmente o cuando lo crea conveniente, puede, él mismo o su vicario, hacer la visita canónica y en ella entrevistarse con todos los miembros, comprobar la fidelidad a las características de la identidad carismática, las relaciones interpersonales, el modo de gobernar… Pero cuando los comportamientos comienzan a ser desordenados, es muy común la falta de transparencia, las respuestas defensivas, la idea de que el “fundador” es el único que tiene la potestad de interpretar el “carisma recibido”, la convicción de que hay que defenderse también del obispo… Sin embargo, la visita canónica es un instrumento muy útil para detectar si se están generando comportamientos ajenos a la autenticidad del carisma.

P.- En cuanto a las nuevas formas de vida consagrada, ¿la falta de vocaciones puede hacer que un pastor no vea con claridad que lo que tiene delante no es un carisma de la Iglesia? ¿Cómo hacer un buen proceso de discernimiento en este punto?

R.- Es posible, pero esto sucede también en la selección de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Aunque no deberíamos olvidar que no pocas de estas nuevas realidades y no sólo ellas, han nacido y han sido aprobadas en unos momentos en que pastores de la Iglesia ponían en cuestión el futuro de la vida consagrada histórica; se les acusaba de que habían perdido el espíritu y eran ya sustituidas por los nuevos movimientos y estas nuevas realidades eclesiales de vida consagrada.

Además, hacer un buen proceso de discernimiento exige acompañamiento cercano, tiempo, usar los instrumentos canónicos, como las visitas, verificar los comportamientos, actitudes, género de vida y actuaciones pastorales…

P.- ¿La vida consagrada histórica no ve con buenos ojos estas nuevas formas?

R.- La verdad es que sin generalizar, pero me atrevería a afirmar que no se dan esos “celos o envidias eclesiásticas” en la vida religiosa histórica; hay apertura y acogida para dar gracias a Dios que suscita en su Iglesia nuevos carismas. Pero a la vez se suele añadir que el tiempo irá confirmando o no la autenticidad de tales carismas. Muchas de las órdenes y congregaciones religiosas históricas tienen siglos de existencia y han pasado por momentos eufóricos y momentos de crisis; han compartido con Jesucristo el misterio pascual.

P.- ¿Se puede “recuperar” a estas personas que se han sentido llamadas, desde dentro de la Iglesia, a un carisma que no lo era?

R.- “Recuperar” para continuar su vida cristiana y ayudarlas a superar el trauma religioso y existencial que producen estas situaciones, sin duda alguna, es una responsabilidad.

Pero si entendemos “recuperar” para otro carisma religioso, sinceramente tengo mis dudas; es cierto que hay que atender a situaciones diversas; sin embargo, creo que un principio de discernimiento vocacional debería ser “no ser fácil” en admitir a quiénes ya han vivido un determinado carisma; ello suele dejar una impronta importante en diversas facetas de la vida que no siempre es fácil cambiarlas.

FOTO: Iglesia en Valladolid

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