Un mosaico chileno se cuela en los Jardines Vaticanos

Hecho en un clima permanente de oración por la paz con piedras autóctonas recogidas en todo el país fue donado por la Embajada de Chile ante la Santa Sede

La imagen de la Virgen del Carmen en un mosaico de 1,40 metro de largo por 1,10 de ancho, hecho por la artista chilena Francisca Claro, fue ubicado en uno de los muros circundantes de los jardines vaticanos.



Fue bendecido por el arzobispo de Santiago, cardenal Celestino Aós, aprovechando su reciente estadía en Roma, en una ceremonia presidida por el cardenal Giuseppe Bertello, gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano, con la participación de integrantes de la comunidad chilena residente en Italia y de la embajada de Chile ante la Santa Sede dirigidos por el embajador Octavio Errázuriz, gestor de la donación de esta obra.

Piedras recogidas en todo el país

La información del portal vaticannews.va señala que todo Chile está representado en el mosaico que incluye 15.400 piezas recogidas a lo largo de todo el territorio de este país que reconoce en esta advocación a su Reina y Patrona. Sus ojos negros son de obsidiana procedente de Isla de Pascua, mientras que el cielo del trasfondo lleva finos trazos de lapislázuli. El lado derecho del manto de la Virgen deja ver el mapa con todas las regiones del territorio nacional, incluida la Antártica, plasmada con piedras traídas directamente desde ese confín del mundo.

Francisca Claro trabajó esta obra junto al taller Marana-thá durante dos años, siempre bajo un clima de oración por la patria, en el corte, pulido y pegado de las piedras, esmaltes, perlas, conchas de mar y medallas que son las teselas incrustadas en la pieza. El cemento utilizado como adhesivo fue mezclado con las cenizas de cientos de mensajes escritos con intenciones de oración que los fieles aportaron durante la confección, especialmente en el tiempo del confinamiento por la pandemia.

Canto de unidad y esperanza

El mosaico posee una rica simbología que incluye signos de todos los pueblos originarios de Chile, como el Mapuche y el Rapanui, así como imágenes de la flora y fauna local, objetos tradicionales de la religiosidad popular y del folclore chileno. Tanto la Virgen como el niño miran de frente y tienen el escapulario carmelitano en sus manos, y ambos llevan una corona dorada. “Me tomé la libertad de incluir estos símbolos que aportaban al sentido de unión que buscaba. La Virgen nos cubre y nos acoge con su manto de donde sale un río de gracia. Ella es nuestra Madre que nos une”, explica la artista.

Al hacer entrega de este regalo al Papa Francisco y a la Ciudad del Vaticano, el embajador Errázuriz dijo que “esta obra constituye un canto de unidad y esperanza en tiempos de pandemia e incertidumbres, y detrás de cada tesela están representadas intenciones, sueños, proyectos y esperanzas de quienes generosamente hicieron posible su realización”. Según él, es también un signo de unión y de las buenas relaciones entre ambos Estados, por eso se aprecian los escudos de Chile y del Santo Padre.

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