Jornada Pro Orantibus: “El monasterio nunca es un refugio”

  • Sor Nazaret, clarisa del monasterio de Monzón, ha participado en el coloquio online ‘La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo’
  • Dirigido por la periodista de TRECE Irene Pozo, el encuentro ha reunido también a Carlos Gutiérrez, prior de Sobrado de los Monjes; Mª Dolores Domínguez, carmelita; y fray Ángel Abarca, del monasterio de Silos

“El monasterio nunca es un refugio, sino un campo abierto donde la realidad se presenta tal y como es”. Así lo ha descrito sor María Nazaret. A sus 25 años, es clarisa del monasterio de Monzón (Huesca), y ha dado su experiencia vocacional en el coloquio online ‘La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo’ organizado por la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, Confer, Cedis, ITVR y con la colaboración de Católicos en red.



En este encuentro, dirigido por la periodista de TRECE Irene Pozo, han participado religiosos de distintos conventos que han reflexionado profundamente sobre el sentido de la vocación a la vida contemplativa, pero, sobre todo, acerca de su presencia en un mundo que sufre. Más aun en un contexto de pandemia. “Yo también me he preguntado dónde está Dios en esta situación”, ha reconocido sor Nazaret, “y creo que la respuesta es dentro, dentro de la persona que sufre, del que llora…”.

En ese sentido, para la joven contemplativa la aportación de estos religiosos al mundo no es otra que la de “ir trabajando en la oración, pidiéndole al Señor que nos envíe lluvia en la sequía que tenemos actualmente”. Además, ha señalado que en este tiempo ha aprendido “que no es lo mismo acercarte a Dios para pedir y que te escuche que acercarte porque le quieres escuchar”.

“Distinta, pero no distante”

Por su parte, fray Ángel Abarca, benedictino del monasterio de Silos, ha asegurado que la vocación a la vida contemplativa puede ser “distinta, pero no distante” del mundo. “En este tiempo de pandemia he aprendido que Dios no para nunca de abrazarnos, de acompañarnos”, ha dicho. “Las lágrimas que he contemplado en tantos rostros han sido mi reclinatorio, y por todos ellos hemos rezado. He aprendido a confiar más Dios. He experimentado como nunca que mi vida oculta tiene sentido, y que mi oración abre ventanas al cielo. He aprendido a acariciar lo humano, y que al hacerlo también abrazaba a Dios”.

Asimismo, el padre Carlos Gutiérrez, prior de Sobrado de los Monjes, ha señalado que “miramos al mundo con empatía, porque nada de lo que le sucede a la humanidad nos es ajeno. Es una sensibilidad que genera compasión”. “La pandemia más grave que vivimos, desde hace décadas, es que la sociedad está perdiendo la fe. Los contemplativos somos testigos de que hay un pedazo de cielo en cada uno de nosotros”, ha apuntado la madre Mª Dolores Domínguez, madre federal de la Federación Mater et Decor Carmeli de la Orden Carmelita de la Antigua Observancia.

De hecho, la Jornada Pro Orantibus, que tendrá lugar el próximo domingo , 30 de mayo, se celebra bajo el lema ‘La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo’ y, en este sentido, la madre María Dolores ha subrayado que “el amor es la vocación del contemplativo”. “El Papa nos invita continuamente a ser una Iglesia de misericordia”, ha aseverado, “y los contemplativos, que somos como el corazón de la Iglesia, deberíamos estar a la vanguardia de la misericordia”.

Amar a Dios y amar al mundo

“Abrazando a Dios abrazas a todos, y abrazando a todos él también se nos manifiesta”, ha afirmado, en la misma línea, fray Ángel Abarca. Y es que, tal como ha señalado el padre Carlos Gutiérrez, “estar cerca de Dios es estar cerca de la vida”. Además, ha recordado que “la vocación contemplativa no es una huída, es sumergirse totalmente en el mundo. El dolor está cercano a nosotros en cualquier momento. Es ser honrados con la realidad, no solo no huir de ella”.

Por su parte, sor Nazaret ha recordado la “increíble unidad que existe entre amar a Dios y amor al mundo”. “No quiero que se entienda que estando aquí de vez en cuando nos acordamos de rezar por el mundo”, ha aseverado. “Precisamente es todo lo contrario, porque es imposible acercarte a Dios y a la vez no acercarte al mundo. Es imposible amar a Dios y no amar ese mundo por el que él ha dado la vida”.

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