Espido Freire: “Hay que amar al prójimo un poco más que a una misma”

La escritora Espido Freire

Antes de convertirse en la ganadora más joven del Premio Planeta, Espido Freire obtuvo un primer galardón literario francés, el Millepage, con la novela con la que se presentó al mundo en 1998: ‘Irlanda’. Poco después publicó ‘Donde siempre es octubre’. Hasta que llegó su tercer libro, ‘Melocotones helados’, que la colocó en la primerísima línea de la narrativa patria con el Premio Planeta 1999. En su prolífica carrera aglutina novelas, ensayos, colecciones de cuentos, novelas infantiles y juveniles, y hasta algún poemario. Hay que leer ‘Tras los pasos de Jane Austen’ (Ariel) porque, cuando por fin mostramos interés por las mujeres que abrieron camino, es el momento perfecto de saber más sobre la escritora.



PREGUNTA.- ¿El interés por reeditar ‘Querida Jane, Querida Charlotte’ es el germen de esta nueva obra?

RESPUESTA.- Más bien, es que los lectores me pedían de nuevo ese libro, y yo prefería una versión nueva, más completa y extensa. El resultado ha sido un libro nuevo y con otro enfoque diferente.

P.- ¿Por qué es importante leer hoy a Jane Austen?

R.- Porque en los clásicos se encuentra todo lo que ha sobrevivido en nuestra civilización de digno, de valioso y de bello. Las historias de Jane Austen han sido reinterpretadas y adaptadas constantemente, y será para muchos una agradable sorpresa llegar al original. (…)

La espiritualidad de Austen

P.- ¿Cómo era la espiritualidad en aquella época?

R.- Jane era hija de un reverendo protestante profundamente creyente y una mujer involucrada con el culto de su iglesia y, muy especialmente, con la asistencia a los pobres. Creía en la dignidad personal y en la conducta recta como una manera de conducirse en la vida, y hay algunos libros que se centran específicamente en sus lecturas religiosas y en la ética que rigió su existencia.

P.- Y quien escribe de “la que escribe”, ¿tiene algún tipo de espiritualidad frente al folio en blanco?

R.- Creo en la importancia de amar al prójimo como a una misma, o si se puede, un poco más. Y en una cierta responsabilidad ética de quienes tenemos una voz y somos escuchados.

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