Francisco en la misa del Domingo de la Misericordia: “Si el amor termina en nosotros mismos, la fe se seca”

“Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás?”, ha reflexionado el Papa

“Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he alimentado con su Cuerpo, ¿qué hago para dar de comer al pobre? No permanezcamos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don. Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos. Porque si el amor termina en nosotros mismos, la fe se seca en un intimismo estéril”. Esta ha sido la reflexión del papa Francisco durante su homilía de la misa de hoy, Fiesta de la Divina Misericordia, que ha celebrado en la iglesia Santo Spirito in Sassia de Roma.



“Jesús los vuelve a levantar con la misericordia. Y ellos, misericordiados, se vuelven misericordiosos”, ha dicho Francisco, profundizando en el Evangelio de hoy, en el que Jesús aparece ante sus discípulos y les consuela. Asimismo, ha señalado que esta misericordia llega por medio de tres dones. “En primer lugar, les da la paz”, ha apuntado el Santo Padre.

“Habían abandonado y negado a Jesús. Se sentían incapaces, buenos para nada, inadecuados. Jesús llega y les repite dos veces: ‘¡La paz esté con ustedes!’. No da una paz que quita los problemas del medio, sino una paz que infunde confianza dentro. No es una paz exterior, sino la paz del corazón”, ha explicado.

Dejarse perdonar

En segundo lugar, ha señalado Francisco, Jesús “misericordia” a los discípulos dándoles el Espíritu Santo para la remisión de los pecados. “Los discípulos eran culpables, habían huido abandonando al Maestro. Y el pecado atormenta, el mal tiene su precio. Siempre tenemos presente nuestro pecado, dice el Salmo. Solos no podemos borrarlo. Sólo Dios lo quita, sólo Él con su misericordia nos hace salir de nuestras miserias más profundas”, ha afirmado.

Por este motivo, Francisco ha dicho que, “como aquellos discípulos, necesitamos dejarnos perdonar” y, en este sentido, el perdón en el Espíritu Santo es el don pascual para resurgir interiormente. Pidamos la gracia de acogerlo, de abrazar el Sacramento del perdón”.

Asimismo, Francisco ha subrayado la importancia de comprender el sacramento de la confesión: “No nos confesamos para hundirnos, sino para dejarnos levantar. Es el Sacramento de la resurrección, es misericordia pura. Y el que recibe las confesiones debe hacer sentir la dulzura de la misericordia”.

Cristianismo en estado puro

Por último, el Papa ha señalado que el tercer don con el que Jesús “misericordia” a los discípulos es “ofrecerles sus llagas”. “Esas llagas nos han curado. Pero, ¿cómo puede curarnos una herida? Con la misericordia. En esas llagas, como Tomás, experimentamos que Dios nos ama hasta el extremo, que ha hecho suyas nuestras heridas, que ha cargado en su cuerpo nuestras fragilidades. Las llagas son canales abiertos entre Él y nosotros, que derraman misericordia sobre nuestras miserias. Son los caminos que Dios ha abierto completamente para que entremos en su ternura y experimentemos quién es Él, y no dudemos más de su misericordia”.

“De esta manera”, ha continuado Francisco, “habiendo sido misericordiados por el Señor, los discípulos se volvieron misericordiosos”. “Ahora comparten todo, ya que los Hechos de los Apóstoles relatan que nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común”, ha aseverado. Y esto, como ha matizado, “no es comunismo, es cristianismo en estado puro”. Asimismo, señaló que “este hecho es sorprendente si pensamos que esos mismos hombres, poco tiempo antes, habían discutido sobre recompensas y honores, sobre quién era el más grande entre ellos y ahora comparten todo, tienen un solo corazón y una sola alma”.

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