El Papa recuerda a san Alfonso María de Ligorio, quien pasó del “rigorismo” a la “misericordia”

  • Francisco escribe un mensaje a Michael Brehl, superior general de los Redentoristas, en el 150 aniversario de la proclamación del santo como Doctor de la Iglesia
  • El Pontífice anima a “desarrollar una reflexión teológica moral capaz de comprometerse con el bien común”

El Papa Francisco, escribiendo, en una imagen de archivo/CNS

“La conversión paulatina hacia una pastoral decididamente misionera, capaz de estar cerca de la gente, de saber acompañar el paso, de compartir su vida incluso en medio de grandes desafíos, impulsó a san Alfonso María de Ligorio a revisar, no sin dificultad, el enfoque teológico recibido en los años de su formación: marcado inicialmente por un cierto rigorismo, se transformó en un enfoque misericordioso”. Con estas palabras se ha referido hoy el papa Francisco al santo, declarado Doctor de la Iglesia hace 150 años.



El Pontífice ha escrito un mensaje a Michael Brehl, superior general de los Redentoristas y moderador general de la Pontificia Academia Alfonsiana, en el 150 aniversario de la proclamación de san Alfonso como Doctor por Pío IX.

Jorge Mario Bergoglio ha invitado a imitar al patrón de los confesores y moralistas y salir al encuentro de los últimos. Además, ha animado a “desarrollar una reflexión teológica moral capaz de comprometerse con el bien común que tiene sus raíces en el anuncio del ‘kerigma'”.

Conversión tras escuchar la realidad

Para el Papa, el santo, “formado en una rigurosa mentalidad moral, se convierte a la ‘bondad’ escuchando la realidad”. “La experiencia misionera en las periferias existenciales de su tiempo, la búsqueda de los lejanos y la escucha de las confesiones, la fundación y guía de la naciente Congregación del Santísimo Redentor, y nuevamente las responsabilidades como obispo de una Iglesia particular, lo llevan a convertirse en padre y maestro de la misericordia”, ha agregado.

En las disputas teológicas, “prefiriendo la razón a la autoridad, no se detiene en la formulación teórica de principios, sino que se deja desafiar por la vida misma. Abogado de los más pequeños, frágiles y rechazados por la sociedad de su tiempo, defiende el ‘derecho’ de todos, especialmente de los más abandonados y pobres. Este camino lo llevó a la decisión decisiva de ponerse al servicio de las conciencias que buscan, a pesar de mil dificultades, el bien, porque son fieles a la llamada de Dios a la santidad”, ha reconocido Francisco.

Según el Pontífice, “toda acción pastoral tiene sus raíces en el encuentro salvífico con el Dios de la vida, nace de la escucha de la vida y se nutre de una reflexión teológica que sabe abordar las preguntas de las personas para señalar caminos viables”. Por eso, siguiendo el ejemplo de san Alfonso, ha invitado a “los teólogos, misioneros y confesores morales a entablar una relación viva con los miembros del Pueblo de Dios, a mirar la existencia desde su perspectiva, a comprender las dificultades reales que encuentran y a ayudar a sanar la heridas”.

Acoger el grito de los pobres y de la tierra

Del mismo modo, Bergoglio ha reclamado la necesidad de “acompañar y apoyar a los más privados de ayuda espiritual en el camino de la redención. La radicalidad del Evangelio no debe contrastarse con la debilidad del hombre. Siempre es necesario encontrar el camino que no quita, sino acercar los corazones a Dios, como hizo Alfonso con su enseñanza espiritual y moral”.

“Como san Alfonso –ha continuado–, estamos llamados a salir al encuentro de la gente como comunidad apostólica que sigue al Redentor entre los abandonados. Este acercamiento a los que carecen de ayuda espiritual ayuda a superar la ética individualista y a promover una madurez moral capaz de elegir el verdadero bien”. Y ha añadido: “Formando conciencias responsables y misericordiosas tendremos una Iglesia adulta capaz de responder constructivamente a las debilidades sociales, de cara al reino de los cielos”.

Francisco ha señalado que el santo ofreció “respuestas constructivas a los desafíos de la sociedad de su tiempo, a través de la evangelización popular, indicando un estilo de teología moral capaz de mantener unidas la necesidad del Evangelio y las debilidades humanas”. Por ello, “la teología moral no debe tener miedo de acoger el grito de los más pequeños de la tierra y hacerlo suyo. La dignidad de los frágiles es un deber moral que no se puede eludir ni delegar. Es necesario testificar que la ley siempre significa solidaridad”, ha concluido.

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