5 consejos para vivir una Navidad ‘Fratelli Tutti’

El pasado 3 de octubre el papa Francisco firmó en Asís la carta encíclica ‘Fratelli Tutti’ sobre la fraternidad y la amistad social, la tercera de su pontificado. Marcada por las consecuencias de la pandemia del coronavirus, la encíclica invita a tener una mirada esperanzada y realista de un mundo que debe salir fortalecido de las crisis que la pandemia ha dejado en evidencia.



Vida Nueva repasa 5 consejos que nos puede ofrecer el texto pontificio para vivir una Navidad marcada por el espíritu de ‘Fratelli Tutti’.

1. Un amor que va más allá

“Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser. Por ello en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo”, escribe Francisco (núm. 88). Aunque esta Navidad los viajes y los movimientos parecen paralizarse, el pontífice apunta a que el amor invita a mirar “más allá” de las circunstancias concretas, a un horizonte mayor, más abierto.

“El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos” (núm. 94), reclama el Papa.

2. El signo de la hospitalidad

Tirando de historia, Francisco rememora que “muchas pequeñas poblaciones que sobrevivían en zonas desérticas desarrollaron una generosa capacidad de acogida ante los peregrinos que pasaban, y acuñaron el sagrado deber de la hospitalidad. Lo vivieron también las comunidades monásticas medievales, como se advierte en la Regla de san Benito. Aunque pudiera desestructurar el orden y el silencio de los monasterios, Benito reclamaba que a los pobres y peregrinos se los tratara «con el máximo cuidado y solicitud». La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de este desafío y de este don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo” (núm. 90).

En una Navidad de mesas separadas, de aforos limitados, de familias confinadas y allegados difusos, la hospitalidad está llamada a ser más creativa que nunca. “Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí”, señala el Papa (núm. 97).

3. El servicio de la solidaridad

Uno de los grandes valores asociados a la Navidad es siempre la solidaridad. “En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. En esta tarea cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles” (núm. 115), propone Francisco.

Invita el Papa a “pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares” (núm. 116).

4. Regalos profundos

“Existe la gratuidad. Es la capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio. Esto permite acoger al extranjero, aunque de momento no traiga un beneficio tangible. Pero hay países que pretenden recibir sólo a los científicos o a los inversores” (núm. 139), señala Francisco invitando a una “gratuidad que acoge”.

Para el Papa “cuando se acoge de corazón a la persona diferente, se le permite seguir siendo ella misma, al tiempo que se le da la posibilidad de un nuevo desarrollo. Las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo de siglos, deben ser preservadas para no empobrecer este mundo. Esto sin dejar de estimularlas para que pueda brotar algo nuevo de sí mismas en el encuentro con otras realidades” (núm. 133), son las “ofrendas recíprocas” que propone el intercambio.

5. El valor del reencuentro

Más allá de las tradicionales cenas de Navidad, “reencuentro no significa volver a un momento anterior a los conflictos. Con el tiempo todos hemos cambiado. El dolor y los enfrentamientos nos han transformado. Además, ya no hay lugar para diplomacias vacías, para disimulos, para dobles discursos, para ocultamientos, para buenos modales que esconden la realidad. Los que han estado duramente enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Les hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones. Sólo desde la verdad histórica de los hechos podrán hacer el esfuerzo perseverante y largo de comprenderse mutuamente y de intentar una nueva síntesis para el bien de todos” (núm. 226), propone el Papa.

Noticias relacionadas
Compartir