El joven Joan Roig Diggle, “un revolucionario de la ternura y el perdón”, ya es beato

En el marco incomparable de la Sagrada Familia –precisamente en el día que se cumplen 10 años desde su dedicación como templo por Benedicto XVI–, el cardenal Juan José Omella ha presidido la ceremonia de beatificación del joven mártir Joan Roig Diggle, nacido en la archidiócesis de Barcelona y martirizado por su fe el día 12 de septiembre de 1936. Una celebración en la que, cumpliendo las respectivas restricciones sanitarias, han concelebrado, entre otros, el arzobispo emérito, el cardenal Lluís Martínez Sistach o el nuncio apostólico, Bernardito Auza.



El rito de beatificación se realizó dentro de la misa, tras el acto penitencial. Tras la petición de inscripción de su nombre en el catálogo de los santos, se realizó un repaso de su biografía. Después, el cardenal Omella dio lectura a las letras apostólicas –en latín– con las que, tras aprobar el decreto de martirio, el papa Francisco declara al joven laico Joan Roig Diggle como nuevo beato y pide inscribirlo con este reconocimiento. El canto de un himno a la victoria de Cristo sobre la muerte, al que la asamblea respondió con una cerrada ovación, y unos instantes de oración durante la presentación de una reliquia del beato cerraron el rito propio antes de continuar con la eucaristía.

Imagen de Joan Roig desplegada tras su beatificación en la Sagrada Familia.

Un ejemplo para los más jóvenes

En su homilía, el cardenal Omella propuso al nuevo beato como modelo, especialmente, para los más jóvenes, precisamente en el año que el Plan Pastoral Diocesano está centrado en este objetivo. Repasando su vida lo propuso como un claro “ejemplo de la revolución de la ternura del papa Francisco”.

Un “testimonio de amor a Cristo y a los hermanos” señaló Omella que expresó en alto su deseo de declararlo patrón de la pastoral juvenil barcelonesa. Tras repasar la biografía del nuevo beato que dejó de lado su entrada en el seminario para ponerse a trabajar para la familia, el cardenal destacó que “su testimonio puede suscitar en nosotros el deseo de seguir a Cristo con alegría y generosidad”. El purpurado destacó su “profunda amistad con Dios, la oración, la vida eucarística y el ardor apostólico” del nuevo beato, algo que vivió “de corazón y con hechos”.

“Joan impresionaba a todos desde muy joven por su profunda vida espiritual”, subrayó el arzobispo de Barcelona. “Su ejemplo puede ayudar a que nuestra oración sea un impulso del corazón” en medio de la alegría y el sufrimiento. Omella destaca que los que le conocieron destacan su devoción eucarística, que “fortalecía su fe y esperanza”. Y recordó como comulgó antes de ser apresado y le transmitió a su madre: “Dios está conmigo”.

El purpurado destacó, también, el “valor comunitario de la fe” subrayando en compromiso del beato en las asociaciones católicas o en las tareas parroquiales como la catequesis. También le presentó como una persona sensible ante los sufrimientos de las clases más humildes siendo “un ardiente defensor de la Doctrina Social de la Iglesia”. “Estuvo comprometido en cuerpo y alma en la construcción de la civilización del amor y en la lucha por la justicia, la paz y la solidaridad” persiguiendo “un anhelo de justicia social” para transformar la sociedad desde el Evangelio, sentenció.

Testimonio que se produce también en el momento final, impresionando por su serenidad a sus asesinos. “Joan era un valiente porque tenía su confianza en el Señor”, “un revolucionario de la ternura y el perdón”, destacó Omella. Por ello, invitó a todos a ser santos en la vida cotidiana viviendo el amor fundamentado en Cristo en las situaciones de cada día.

Morir perdonando

El nuevo beato murió con 19 años a los pocos meses de comenzar la Guerra Civil. Aunque su infancia la pasó en Barcelona, en su adolescencia, por las estrecheces económicas de su familia –de hecho aprobó Bachillerato sin poder acudir a clase–, se trasladó a la localidad barcelonesa de Masnou donde entró en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña y destacó por su implicación en la parroquia. Su influencia y liderazgo dentro de esta asociación hizo que se convirtiera en un objetivo en plena persecución religiosa. Unos milicianos se lo llevaron la noche del 11 de septiembre de 1936. Roig Diggle fue asesinado de cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca. Las últimas palabras que salieron de sus labios fueron: “Que Dios os perdone como yo os perdono”.

En la celebración han participado familiares del nuevo beato así como los miembros de la Asociación de Amigos de Joan Roig, que ahora hace unos 30 años empezó a promover esta causa de beatificación y canonización. Su cuerpo se venera en una capilla lateral de la parroquia de San Pedro en el Masnou. Al término de la celebración el cardenal Omella ha anunciado una nueva residencia con el nombre de Benedicto XVI que formará parte de la Fundación Nen Déu que el pontífice visitó hace 10 años.

Omella también dedica al nuevo beato su carta dominical de este 8 de noviembre. “El testimonio de Joan nos recuerda que la eucaristía es un sacramento que, a quien lo recibe con ganas y bien dispuesto, regala vida, amor, fuerza de comunión y capacidad inmensa de perdón. Es el motor de nuestra espiritualidad que hace posible una existencia renovada”, destaca. Para el purpurado, “la eucaristía llevó a Joan a dar la vida por la fe, a perdonar y a orar por aquellos que lo asesinaron. También nos anima a vivir como vivió Jesús y a ser pan partido y compartido con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Atrevámonos a ser, como Joan, apóstoles de la Eucaristía, de la presencia sacramental de Jesucristo en nuestras vidas”, desea.

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