Profesores de Religión, los últimos hijos de Don Quijote

Severino Manrique, profesor de Religión

Severino Manrique representa en sí mismo buena parte de las conclusiones del ‘Informe 2020 Panorama de la Religión en la escuela’, de la Fundación SM. Profesor de Religión desde hace 34 años en la escuela pública, en el IES Mirasierra de Madrid, ha sido testigo de varios cambios generacionales: “Estos, además de una dificultad, son un reto cargado de posibilidades que ha incidido en mi madurez, como persona y como docente”.



En este sentido, valora que la asignatura “sea importante en la formación integral de los alumnos”, siempre “en armonía con el resto de las demás materias, a las que la dimensión trascendente enriquece, como ocurre al revés”.

Integrados en la comunidad educativa

Desde esta clave “integral”, el propio Manrique vive su condición de profesor “como uno más y con total normalidad en la comunidad educativa: en el claustro, en consejo escolar y con los alumnos. Hay una total integración y colaboración con todas las actividades interdisciplinares que se organizan”.

En cuanto a la asignatura, destaca que sea optativa: “A diferencia de las otras, los padres la eligen para sus hijos y eso es una gran responsabilidad, así como un modo de testimoniar la misión ad gentes, por lo que es muy bueno que ya la gente tenga claro que esto no es catequesis. Hay que apostar por un enfoque ecuménico, en el sentido de una fenomenología del hecho religioso y de las religiones que facilite al alumno la comprensión del mundo desde una óptica integral en la que, por supuesto, entra en juego lo espiritual”.

Compromiso social y comunitario

También, claro, ha de haber un eco social: “Siempre ponemos en marcha alguna acción solidaria en clase, colaborando con el Banco de Alimentos en La Gran Recogida a través de uno de los supermercados del barrio. Algo, además, que los propios alumnos demandan”. Lo mismo que el fomento de la idea de comunidad: “Días atrás, me ha alegrado mucho que algunos compañeros quisieran compartir con dos de ellos la celebración de su confirmación. En clase hay creyentes y no creyentes, pero todos quieren acompañar a los amigos en un momento importante. Hay que propiciar esos espacios de ilusión, que es donde nacen las grandes inquietudes. Nuestros alumnos tienen muy desarrollado el sentido de la fiesta y eso también lo fomentamos con nuestra participación (los de 1º ESO) en la romería de la Virgen de Valverde. Es un momento de integración en el barrio y con la comunidad cristiana”.

Otro testimonio es el del burgalés José María Martínez Manero, quien, tras 50 años como profesor de Religión en la escuela pública (40 de ellos en el mismo instituto, el IES San Fernando de Madrid), se acaba de jubilar hace dos meses, después de seis años de prórroga en los que quiso seguir cuando ya podía cerrar su experiencia pedagógica.

Toda una vocación

Pero, como asegura con una pasión que contagia, lo suyo ha sido ante todo una vocación: “Como licenciado en Filología Inglesa, podía haber sido profesor de esta asignatura. Me habría ido muy bien y, de hecho, muchos compañeros no entendían por qué prefería Religión, cuando incluso he estado 20 años sin muchos de los derechos de los que sí disfrutaba el resto del claustro, pero la respuesta es sencilla: aquí puedo nadar con mis alumnos en el misterio del universo y sumergirme con ellos en la gran aventura intelectual de la humanidad, haciéndonos las preguntas más radicales”.

Discípulo fiel del “quijotismo” (en clase leen el capítulo final del libro y los chicos, “que han entrado en el alma del Quijote, aplauden literalmente ante este nacer a la vida, ‘por la misericordia de Dios’, en el momento de la muerte”), no concibe la escuela sin la asignatura de Religión: “Quien ame la educación ha de exigir su presencia siempre; no solo porque la escuela como tal existe gracias a ella, sino porque da sentido al resto de las asignaturas, y viceversa. Todas forman parte de un todo, de un diálogo sereno y que nos enriquece a todos. Se equivoca el que crea que la religión no tiene que ver con la filosofía, el arte, la música, las ciencias sociales, la historia o la literatura… El ser humano no se puede entender sin esta relación con lo espiritual que nos ha configurado”.

José María Martínez Manero, profesor de Religión

Rezar sin saberlo

Hombre de conversación que nutre, Martínez Manero reivindica que, “al final, cada uno sacará sus conclusiones, pero lo esencial es el proceso, el camino”. Algo que encarna con un ejemplo reciente: “Una alumna nueva de Bachillerato llegó el primer día a clase y me preguntó con un cierto miedo si estaríamos todo el día rezando y leyendo la Biblia. Yo, con sorna, le dije que sí, y se quedó decepcionada… Dos semanas después, estaba exultante en una clase en la que hablamos del misionero Pedro Opeka, que en Madagascar rescata a tanta gente de los basureros. Me acerqué a ella y le hice ver que, sin saberlo, había estado toda la clase rezando y leyendo la Biblia. Le expliqué qué era un salmo y entendió muy bien que, al emocionarse ante esa niña del basurero que había salido de la pobreza y hoy era médico, contemplaba la maravilla de Dios y proclamaba la alabanza del Salmo 112 ‘al que alza de la basura al pobre para sentarlo con los príncipes de su pueblo’”.

Sobre la aceptación de la asignatura por los alumnos, destaca “cómo se sorprenden al conocer el mundo que se esconde tras esta clase, entendiendo que es algo que les sirve para la vida”. De ahí que el entusiasmo se contagie: “Recuerdo un 3º de ESO en el que se juntaron en mi clase hasta 53 alumnos… No cabían todos sentados y muchos estaban en el suelo. Había que tener las puertas abiertas para respirar; desde fuera, los demás se asombraban. Al curso siguiente, de los 104 alumnos que formaban el nivel de 4º de ESO, 102 se matricularon en Religión”.

¿Valorados por la Iglesia?

Uno de los puntos llamativos del Informe SM es cuando les preguntan a los profesores si se sienten “valorados” por la Iglesia. Algo en lo que, en torno a un 50%, se muestra más bien escéptico. No es el caso de Severino Manrique, quien recalca que, “a nivel institucional, hay un seguimiento desde la Delegación de Enseñanza, las vicarías hacen un par de encuentros anuales y estamos en contacto y en relación entre todos, además del encuentro de educadores cristianos que suele haber en el primer trimestre”.

Con todo, sí quiere reivindicar “un paso adelante a nivel eclesial” y que sería “la separación clara de funciones en los distintos ámbitos: nombramiento de profesores, asociaciones profesionales y sindicatos, editoriales y la pertenencia a un claustro. Las leyes están ahí para todos y todos somos adultos para caminar en confianza, respeto y responsabilidad. Asignatura y profesores están integrados en los centros y eso es una buena noticia”. Además, reclama que “las diócesis favorezcan todo lo que puedan la relación de los alumnos con el patrimonio cultural de la Iglesia. Es un medio de enseñar y una inversión a futuro”.

Clave en Secundaria y Bachillerato

José María Martínez Manero se congratula del “apoyo fundamental recibido” desde la Iglesia en cuanto “al pueblo de Dios”. Aunque también pone deberes: “Algunos no son conscientes de la importancia de la asignatura y la ven como una pseudocatequesis. Incluso parecen renunciar y aceptar que solo la den los más pequeños y no se ofrezca en Secundaria y Bachillerato. Sería un gravísimo error, pues esta es la etapa vital del despertar a las grandes preguntas. No podemos renunciar a acompañarles en la gran aventura del saber”.

Foto de apertura: Jesús G. Feria

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