Jesús Etayo: “Los enfermos son el centro de todos nuestros desvelos”

superior general de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

Si hay una congregación que se ha topado de frente con la pandemia es la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. En sus hospitales y centros han sido atendidos cerca de 5.000 pacientes, de los que unos 500 han fallecido. El COVID-19 ha infectado además a 48 hermanos y a unos 1.000 colaboradores, de los que cinco y tres han muerto, respectivamente. “Los enfermos son el centro de todos nuestros desvelos”, asegura el español Jesús Etayo Arrondo, superior general de esta orden con cerca de 500 años de historia. “Es nuestra hora, no podemos escondernos. Tampoco podemos hacerlo cuando termine la crisis sanitaria, porque llega la económica y social”.



PREGUNTA.- ¿Cómo está viviendo la pandemia del coronavirus?

RESPUESTA.- Me encontraba en Roma cuando se decretó el confinamiento y, por tanto, he pasado todo este tiempo en la Curia. He aprovechado para trabajar en lo atrasado, pero, en general, he estado en contacto con la Orden en el mundo de forma virtual. Cómo es lógico, hemos debido aplazar y suspender muchas actividades, que implicaban viajes y presencia de personas en diferentes lugares. Han sido tres meses prácticamente en casa, con buena parte de la Cuaresma y toda la Pascua vivida de forma diferente a otras ocasiones, pero intensa, frente a la situación que cada día vivíamos y conocíamos de tanto sufrimiento y de muchas muertes. Seguimos cada día orando por todos ellos y por las personas que se siguen entregando al servicio de los enfermos, especialmente los profesionales de la salud.

P.- ¿Cómo ha afectado la crisis sanitaria a la congregación?

R.- Nos está afectando en nuestras obras a nivel sanitario y asistencial, a nivel económico, social y espiritual. No todos los centros de la Orden han atendido enfermos de COVID-19, pero muchos sí y en otros muchos han sufrido contagios, que en general se han ido controlando bastante bien. A nivel económico y social, en muchos lugares se ha debido parar la actividad, creando un perjuicio económico grande que en algunos lugares, como África, puede poner en peligro la continuidad de algunos centros. En cuanto al número de hermanos contagiados y que dieron positivo al test del COVID-19, hasta el momento contabilizamos 48, de los cuales cinco han fallecido. En relación al número de nuestros colaboradores, no tenemos datos exactos, porque varía muy rápido el número, pero se han contagiado en torno a 1.000, de los que tres han fallecido.

La hora de la hospitalidad

P.- ¿Cómo han respondido los hospitales de la congregación a la pandemia?

R.- Se han puesto de inmediato a disposición de las autoridades sanitarias para colaborar en todo lo necesario en esta dura pandemia que estamos viviendo. En algunas ocasiones nos han pedido ser hospitales COVID, o sea, dedicados a la atención de enfermos con coronavirus, y en otras ocasiones nos han pedido dedicarnos a asistir a enfermos con otras patologías. Hay que tener en cuenta que nuestra Orden, además de hospitales, cuenta con muchos otros centros para ancianos, enfermos mentales, personas diversamente hábiles –físicas y psíquicas–, centros para inmigrantes, sin techo, etc. Ha sido y sigue siendo un gran desafío mantener todos estos centros libres de COVID-19. Si tenemos en cuenta las personas contagiadas que han ingresado en nuestros hospitales, más las personas que fueron positivas en nuestros centros residenciales y sociales, hasta el día de hoy han sido atendidos cerca de 5.000 pacientes, de los que han fallecido 500 aproximadamente.     

P.- ¿Qué supone para un religioso con el carisma de su congregación enfrentarse a una pandemia como esta?

R.- Nuestro carisma y nuestra misión es la hospitalidad y siempre hemos de estar preparados. La pandemia ha sido y es una emergencia, por tanto, para nosotros es un momento de emergencia carismática para dar lo mejor de nosotros mismos al servicio de los enfermos en esta situación tan difícil. Dicho de otro modo, es lo que llamo la hora de la hospitalidad. La hora de salir a asistir, a cuidar, acompañar, ofrecer, dar todo por amor a Dios y a los enfermos.

Nuestro voto, de hospitalidad, nos compromete a prestar a los enfermos y necesitados todos los servicios necesarios incluso con peligro de la vida. Es cierto que no lo podemos hacer desordenamente, sino con las medidas y protecciones necesarias, siguiendo las normas y protocolos sanitarios, pero de alguna manera es nuestra hora, no podemos escondernos en este momento. Tampoco podemos escondernos cuando termine la crisis sanitaria, porque llega la económica y social.

Hemos de ser capaces de apoyar y ayudar a muchas personas que pueden quedar atrás a causa de la pandemia. A lo largo de la historia de nuestra Orden, muchos de nuestros hermanos han perdido la vida en la asistencia a los enfermos durante la peste y en diversas epidemias. La última vez fue en 2014 en la epidemia del ébola en Liberia y Sierra Leona, donde cuatro hermanos, una religiosa y trece colaboradores perdieron la vida.

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