Amadeo Rodríguez Magro, ante la desescalada en medio del Covid-19: “¿Ha pasado lo peor?”

La vuelta a la normalidad no está siendo pacífica para todos tras la crisis del coronavirus. Por ello, el obispo de Jaén, Amadeo Rodríguez Magro, se pregunta en su carta semanal si “¿ha pasado lo peor?”. Ya que seríamos “muy inconscientes si no miráramos hacia atrás para tener en cuenta todo lo vivido en esta pandemia que, si bien aún no se ha ido, todos recordamos lo vivido en su fase más intensa”.



Aprender lecciones

“Nos conviene recoger lo mejor de lo que nos ha dejado el paso de este virus asesino y destructor”, recomienda. Por ello, invita al agradecimiento “porque el ser humano, afortunadamente, sabe sacar, en situaciones especiales y límite, todo lo bueno que lleva dentro” como ha sido el ejemplo de los sanitarios, escribe. Pensando en los mayores, homenajeó que “muchos miles de ellos han dado su vida como un colosal sacrificio que jamás sabremos reconocérselo suficientemente”.

“Todos entendemos que éste es un tiempo de prudencia y defensa por parte de todos, de la que saldrán fortalecidos los más vulnerables, si la sociedad se porta bien”, prosigue. “Es este el tiempo en el que cada ciudadano, mientras piensa en sí mismo, se une a todos los demás y los defiende”, añade.

Invitando a la esperanza, alaba que “en la vida de mucha gente, según confiesan, ha emergido con fuerza su fe y su confianza en Aquel que nunca abandona al ser humano en la cruz, sino que lo acompaña”. “A nadie le ha faltado en estos días la cercanía y la ayuda de la Iglesia”, ratifica.

Red de solidaridad

Por ello, recomienda “crear en las parroquias una red de solidaridad para ‘primerear’ la preocupación por sanar las heridas que el COVID-19 va a dejar, que ya sabemos a día de hoy que son muchas: las espirituales, las sanitarias, las sociales, las laborales y la pobreza que se expande”.

“Hay que salir y buscar, en este hospital de campaña en el que las urgencias se llenan de pobres y se empiezan a necesitar más UCIS que nunca. Estoy convencido de que está naciendo una actitud de esperanza, fruto de la fe y la caridad, en quien va descubriendo que no se puede vivir sin pasión por Dios y por el hombre, especialmente por el más marginado y vulnerable”, ratifica.

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