¿Qué presidente buscan los obispos españoles para una Conferencia Episcopal más dividida que nunca?

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¿Un presidente de transición o uno que dé paso a un relevo generacional? ¿Un presidente que aterrice en España las reformas que no sin dificultad impulsa el papa Francisco o alguien que espere un cambio de ciclo en el Vaticano? ¿Un presidente que no tema el diálogo con la sociedad y las autoridades públicas o uno que no vacile en sacar la pancarta? Estas son algunas de las cuestiones que deberán dilucidar el 2 de marzo los obispos con derecho a voto deliberativo que habrán de elegir al nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE).



Pero a las anteriores consideraciones –prácticamente idénticas en las elecciones episcopales desde 2014– se añade ahora otra, a la que están poniendo atención algunos obispos: que sea un presidente capaz de curar heridas dentro de casa, después de años de desconfianza por una política de bloques que se remonta a la época “restauracionista” que comenzó el cardenal Suquía y a la que dotó de un “aparato” el cardenal Rouco, cuya impronta en la política eclesial permanece prácticamente inalterable desde finales del siglo pasado.

Dos décadas después, no pocos pastores se preguntan si no es hora de pasar página. Aquellas cuitas les quedan lejos, aunque ellos mismos vivan en su día a día los efectos de la imagen de una Iglesia que, de cara a la sociedad, se ha resentido notablemente. Y que ha causado también sufrimiento dentro, con teólogos señalados, una vida consagrada humillada y un laicado estimulado solo a la hora de las movilizaciones.

Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española

Comenzada esta labor de “integración” en la sociedad y “desenganche” político durante los últimos mandatos de Blázquez, ¿qué presidente necesita en esta hora la Conferencia Episcopal? Sin grandes novedades que aportar en cuanto a las candidaturas (despuntan los nombres de Juan José Omella, Jesús Sanz, Ginés García Beltrán o Mario Iceta), la respuesta de algunos habla de un sentimiento creciente: volver a confiar los unos en los otros. “Necesitamos un presidente que trabaje para romper los bloques que existen en el seno de la CEE, bloques que si no crean división, sí generan desconfianza entre nosotros. Tiene que ser un presidente que, poco a poco, y con mucha mano izquierda, sea capaz de convertir al Episcopado en España en un único bloque”.

En diálogo con la sociedad

Además, añade este pastor, “necesitamos un presidente capaz de estar en diálogo con la sociedad, en general, y con el Gobierno en particular, capaz de buscar cauces para fomentar ese diálogo y proponer que se escuche la voz de la Iglesia. Ahora, a veces, hemos estado en un silencio absoluto y hay que buscar un término medio entre esto y salir a manifestarnos. Es decir, aportar una capacidad de diálogo sincero hacia dentro y crítico hacia fuera”.

Aún añade una nueva característica este pastor, en sintonía con los nuevos Estatutos de la CEE que se estrenarán en esta Plenaria de primavera: “Necesitamos un presidente que trabaje en sintonía con el Comité Ejecutivo”, que sale reforzado con la reforma estatutaria, pues gana en mayor pluralidad con más miembros.

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Una pluralidad que ahora no se ve como un peligro. “En estos momentos haría falta un hombre de consenso, porque es bueno que haya diversidad en la Iglesia. Pero es que se han creado bloques muy herméticos que generan desconfianza cuando se trabajan, por ejemplo, los documentos. Es una desconfianza palpable en un grupo que fue dibujado en su momento por Rouco, porque el otro grupo, como bloque, no existiría como tal.

Liderazgo compartido

“El lubricante de la sinodalidad”, como lo define uno de los nuevos obispos, “es indispensable” para la nueva etapa. “Hoy los liderazgos no son unipersonales y se necesitan caminos hacia la sinodalidad. Se precisa un liderazgo compartido, porque el presidente de los obispos no puede ser un vicepapa. Y de cara a la compleja situación que atraviesa el país, necesitamos también superar la dialéctica izquierda y derecha eclesial”.

De esta manera, “perplejos”, según unos, y “muy despistados”, según otros, llegan los obispos a elegir a quien les represente a todos en “una Conferencia Episcopal más dividida que nunca y en la que, además, durante muchos años se nos ha hecho sentir excluidos por una mano negra que todo el mundo sabe quién es”, tercia otro pastor.

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