El escultor Javier Viver expone sus ‘pasiones’ en el Museo Lázaro Galdiano

Javier Viver

Afirma Javier Viver: “Museo de Pasiones es la confluencia de mi actividad imaginera y mi obra de autor contemporáneo. De hecho, reúne dos sedes, una religiosa y otra secular”. Exacto, la Capilla de los Arquitectos de la iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha, y uno de los mejores museos de Madrid, el Lázaro Galdiano, en la calle Serrano. Pero lo que no dice Viver (Madrid, 1971) es que su propuesta expositiva constituye un encuentro fecundo entre la Iglesia y la cultura contemporánea. Entre las pasiones humanas y la pintura religiosa.



En el Museo Lázaro Galdiano –la sede principal de este Museo de Pasiones–, Viver interviene en prácticamente todas las salas en un diálogo, en su mayoría, con la pintura religiosa del siglo XVII y XVIII. En ella une la iconografía de una excepcional colección, entre la que destacan obras maestras de Goya, El Bosco, Lucas Cranach el Viejo, El Greco, Murillo, Zurbarán o Velázquez, con el Hospital psiquiátrico de la Salpêtrière, en París. “Las pasiones hablan del alma humana. El sufrimiento no lo queremos, pero nos transforma, nos hace más humanos, mejores –manifiesta el artista–. Toda la iconografía del Salpêtrière es un gran tratado de pasiones. Lo que he hecho es poner estos dos archivos en relación”.

Nostalgia= muerte

La gran mayoría de las fotografías de la Salpêtrière –imágenes históricas de la psiquiatría clínica tomadas entre 1875 y 1918– están incluidas en su fotolibro Révélations (2015), que obtuvo el premio nacional al mejor libro de arte, y se insertan en las salas en lonas de grandes dimensiones, junto a las obras maestras con las que se comparan. Aunque también Viver ha querido introducir en el discurso expositivo, por ejemplo, una escultura de una mujer orante frente a una Inmaculada de Zurbarán.

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La obra más significativa de este Museo de Pasiones de Viver –inaugurada el 5 de febrero– es La mujer de Lot, pieza central de la exposición, una escultura de sal prensada de seis metros de altura. Con ella, Viver lanza un mensaje evidente: hay que proyectarse al futuro, porque la nostalgia de un pasado mejor supone la muerte. “Edit, la mujer de Lot, es la que mira al pasado, a la casa que deja en Sodoma, sin reconocer el futuro que Dios le ofrece. Entonces se cristaliza en sal y muere”.

Pero Viver ha querido dialogar también con la arquitectura eclesial. Y así, el 13 de febrero, inaugura en la Capilla de la Real Congregación de Arquitectos, en Madrid, la instalación Un corazón de late, donde inserta impresiones fotográficas de hasta nueve metros de altura.

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