El cardenal Sarah: “Ordenar hombres casados no es una excepción, es una violación”

El cardenal Robert Sarah no tiene ninguna duda sobre la resolución sobre la ordenación de hombres casados aprobada en octubre en el Sínodo de la Amazonía: “No es una excepción, es una violación”.



Lo expresa con rotundidad en ‘Desde lo más profundo de nuestros corazones’ (Fayard), el libro escrito a cuatro manos con el Papa emérito Benedicto XVI. El prefecto para de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos explica cómo “el celibato sacerdotal, si se entiende bien, si a veces es una prueba, es una liberación”. “Le permite al sacerdote establecerse en toda coherencia en su identidad como cónyuge de la Iglesia”, reflexiona el purpurado.

Dedicado a Francisco

Con estas palabras, el ministro vaticano busca influir en el Papa Francisco, que ultima en estas semanas la exhortación apostólica postsinodal tras las recomendaciones no vinculantes realizadas por los participantes en el ‘congreso’ extraordinario convocado en otoño.

De ahí que rechace frontalmente la figura de los ‘viri probati’: “El plan para privar a las comunidades y a los sacerdotes de esta alegría no es una obra de misericordia”.  “En conciencia, como hijo de África, no puedo apoyar la idea de que los pueblos en el proceso de evangelización deberían ser privados de este encuentro con un sacerdocio vivido plenamente”, explicita el cardenal de Guinea Conakri.

Radicalidad

Es más, llega a reivindicar que ‘los pueblos de la Amazonía tienen derecho a una experiencia plena de Cristo Esposo. No podemos ofrecerles sacerdotes de ‘segunda clase’. Por el contrario, cuanto más joven es una Iglesia, más necesita encontrar la radicalidad del Evangelio”.

Por eso, deduce que “la ordenación de hombres casados, incluso si fueran diáconos permanentes, no es una excepción, sino una violación, una herida en la coherencia del sacerdocio”.

Abuso o mentira

“Hablar de una excepción sería un abuso del lenguaje o una mentira”, reitera el ‘ministro’ vaticano, que considera que “la ordenación de hombres casados ​​en comunidades cristianas jóvenes prohibiría despertar en ellos vocaciones sacerdotales de sacerdotes solteros”. “La excepción se convertiría en un estado permanente perjudicial para la correcta comprensión del sacerdocio”, alerta en el libro.

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