“La palabra MENA se ha deshumanizado”

Alerta social y eclesial tras un ataque con granada al madrileño centro de menores de Hortaleza

Manifestación a favor de menores migrantes -MENA- en Madrid

Desde que, el pasado 4 de diciembre, la policía tuviera que hacer explosionar una granada lanzada al interior del centro de protección de menores de Hortaleza, las aguas bajan revueltas en el distrito madrileño. Y eso que aún no se conoce al culpable… Al día siguiente, la situación de los menores extranjeros no acompañados (MENA) estuvo muy presente en el pleno en el Parlamento de Madrid (la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, llegó a preguntar a la líder de Vox, Rocío Monasterio, que dónde quedaba “la moral cristiana” de su partido, tras presentar, justo ese día, una cuestión en referencia a este colectivo), y ese domingo hubo una manifestación de apoyo hacia los residentes en el centro, apoyada por muchos cristianos comprometidos en su protección.



En conversación con Vida Nueva, José Luis Pinilla, responsable del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal, lamenta que el “problema” de estos centros de protección de menores es que “ni cumplen con su misión de ser de primera acogida”, para luego “derivar” a otros espacios más confortables para estos chicos. Por el contrario, se comprueba cómo estos “se acumulan” y padecen situaciones de hacinamiento, algo que en Hortaleza, como denuncian desde hace años sus propios trabajadores, se da fuertemente.

En cuanto a la actitud de estos menores migrantes, el jesuita observa que “no creo sean peligrosos. Y mucho menos como nos los presentan quienes quieren sacar votos con ellos”. “Mi principio fundamental –recalca– es que el interés superior del menor prima por encima de cualquier otra consideración o calificativo”. Así, la vía justa es “dotar a estos centros de más medios y personal”, algo que concierne “a todas las administraciones implicadas”.

Priorizar a los más desfavorecidos

“Aunque sea más costoso –concluye Pinilla–, lo importante es priorizar la acción a favor de aquellos que menos posibilidades tienen. Algo que ha de hacerse “con políticas coherentes hacia los hijos menores de la sociedad tiene, con más procesos (a largo plazo y silenciosos) y menos llamadas espectaculares y buscadoras de adhesiones fáciles”. Porque “ser niño y emigrante necesita una doble atención por dicha vulnerabilidad”.

Manuel J. García García-Fuentes preside Futuro Cierto, entidad que trabaja con jóvenes en exclusión en dos parroquias de Hortaleza, trabajando mucho con gitanos rumanos y con inmigrantes que, al cumplir los 18 años, dejan de ser tutelados en el centro de menores. “Ahora mismo –cuenta– ayudamos a unos 40 chicos. Les damos comida, ropa, atención sanitaria y les acompañamos al médico y les compramos medicinas. También les proporcionamos orientación jurídica para regularizar su situación”.

Fruto de ese conocimiento directo, lamenta que “la palabra MENA se ha politizado y se ha convertido en un arma arrojadiza entre partidos. Es muy triste, pues, ante la desgracia de estos chicos, en vez de ayudarlos, se busca fomentar una imagen de ellos que solo beneficia a ciertos intereses… Cuando la realidad es que estamos ante quienes solo buscan aquí la oportunidad que les es inaccesible en sus países de origen. Arriesgan lo que haga falta… Como todos haríamos en su situación”.

Una solución concreta

García confirma a Vida Nueva que Futuro Cierto ha puesto sobre la mesa del Ayuntamiento de Madrid una solución concreta: “Sería una residencia para estos chicos en la que estuviéramos nosotros con Cáritas. Con un mínimo de personal contratado, hasta el 80% restante serían voluntarios nuestros”. Pese a todo, la acogida de la propuesta es “bastante fría, pidiéndonos más y más documentación”.

Desde la Asociación El Olivar, su responsable, José Miguel Aragón, explica que llevan más de 30 años acompañando a los jóvenes sin hogar de Hortaleza, siendo muchos de ellos internos en el centro de menores que son expulsados al alcanzar la mayoría de edad. Además de un programa de empleo, cuentan con una casa de acogida para ocho jóvenes, siendo su fin “la inserción integral, estando con nosotros hasta que estabilizan su vida con un trabajo, unos ahorros y una situación regularizada”.

Así, observa apenado lo que ocurre en el centro: “La zona de primera acogida está desbordada. Tiene espacio para 30-40 chicos y ha llegado a haber más de 100. Muchos prefieren dormir en la calle. Y no podemos ignorar el problema de fuertes adicciones de algunos de ellos al pegamento o al disolvente”. Al ser adolescentes “sin nada”, se han producido “episodios de robos en el barrio, pero ni mucho menos se corresponden con la imagen desorbitada que ha dado la extrema derecha, que ha vendido la imagen de ciudad sin ley”. Algo que Vox “ha instrumentalizado de un modo particular, con mítines y concentraciones aquí”.

De ahí, lamenta Aragón, un caldo de cultivo que va más allá del triste episodio de la granada: “Ha habido palizas a menores del centros”. El problema, en definitiva, “es que se ha deshumanizado a estos chicos con la palabra MENA”. Un colectivo vulnerable “que lo es desde hace muchos años y al que no se ha querido dar la respuesta que merece, faltando voluntad política para ello”.

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