El Papa y el primer ministro de Japón: un grito común por el fin de las armas nucleares

El papa Francisco, en su reunión con el primer ministro de Japón

Si a primeras horas del día el Papa ha visitado al emperador Naruhito, ya caída la noche sobre la metrópolis de Tokio ha tenido lugar el encuentro con el primer ministro Shinzo Abe, el Gobierno, autoridades y el Cuerpo Diplomático. Se celebró en el Sori-daijin Kantei, un complejo arquitectónico dentro del cual se encuentran las oficinas del Gobierno y la residencia del primer ministro. Popularmente se le conoce solo como el Kantei, denominación equivalente a nuestra Moncloa.

Shinzo Abe, líder del partido democrático liberal, ejerció por primera vez el poder ejecutivo en 20o6 y fue reelegido en 2012. A su política se debe el auge económico de Japón, que es – después de Estados Unidos y China– la tercera potencia del mundo.

Abe (65 años) que ya estuvo en el Vaticano el 6 de junio de 2014, se entrevistó privadamente esta tarde con Jorge Mario Bergoglio en una de las salas del edificio presidencial. Luego ha pronunciado un discurso emotivo y muy respetuoso con Francisco en el curso del que resaltó algunas de las ideas directrices de su Gobierno; siendo Japón el único país del mundo que ha sufrido la hecatombe de dos bombardeos atómicos su prioridad sigue siendo “un mundo libre de las armas nucleares”, para lo que su política se dirige a fomentar el diálogo y la colaboración entre las naciones que poseen arsenales nucleares y quienes no lo tienen.

La última frase de su alocución fue esta cita textual de Francisco: “Los desafíos existen para vencerlos. Seamos realistas pero sin perder la alegría el coraje y un compromiso lleno de esperanza”. Durante su discurso hizo proyectar la fotografía de un niño japonés que en agosto de 1945 llevaba sobre sus espaldas el cadáver de su hermano más pequeño y que, en su día, el Papa distribuyó con este comentario: “Este es el fruto de la guerra”.

Apuesta por la Casa común

Al responder al primer ministro, Su Santidad asumió la primera de sus preocupaciones: “Que nunca más, en la historia de la humanidad, vuelva a ocurrir la destrucción generada por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki… estoy convencido de la necesidad de abordar la cuestión nuclear en el plano multilateral, promoviendo un proceso político e institucional capaz de crear un consenso y una acción internacional más amplia”. Desde esta perspectiva saludó la celebración el año próximo en Japón de los Juegos Olímpicos, que “servirán de impulso para desarrollar un espíritu de solidaridad que trascienda las fronteras nacionales y regionales y busque el bien de toda nuestra familia humana”.

En otro pasaje, exaltó la belleza natural de este país simbolizada, sobre todo, por la imagen de los cerezos en flor añadiendo este comentario: “Sin embargo, la delicadeza de la flor del cerezo nos recuerda la fragilidad de nuestra Casa común, sometida no solo a desastres naturales sino también a la codicia, la explotación y la devastación por manos del hombre. Cuando la comunidad internacional ve difícil cumplir sus compromisos de proteger la creación son los jóvenes quienes, cada vez más, hablan y exigen soluciones valientes”.

No se olvidó de unir esta preocupación por el medio ambiente a la que debe reservarse a la ecología humana. “Un compromiso con la protección significa enfrentar la crecientes brecha entre ricos y pobres, en un sistema global que permite a unos pocos privilegiados vivir en la opulencia mientras la mayoría de la población mundial vive en la pobreza”.

La jornada de mañana, última de su estancia en Japón y de este viaje, el Papa la pasará casi íntegramente en la Sophia University, la primera universidad católica nipona fundada por los jesuitas. Y desde ella se dirigirá al aeropuerto Haneda de la capital japonesa para emprender el viaje de regreso a Roma, donde su llegada está prevista a las 5 de la tarde del martes 26.

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