Milton Tróccoli: “Los seminarios no pueden ser burbujas”

Obispo de Maldonado-Punta del Este (Uruguay)

“Fue inesperado. El nuncio me llamó por teléfono y me dijo que el Papa me había nombrado para formar parte de la Congregación para el Clero. Me quedé sorprendido”. Así reaccionó el uruguayo de Maldonado-Punta del Este, Milton Tróccoli, ante su nueva misión. No le falta bagaje. A sus espaldas, 12 años como formador y rector de seminario. Además, ha salido al auxilio de no pocas diócesis del Cono Sur ante situaciones no precisamente agradables…

PREGUNTA.- Abordar el rostro más oscuro de la Iglesia, ¿no le ha supuesto un coste personal?

R.- Tiene una mezcla de sabores. La primera pregunta al ponerte frente a determinadas dificultades es cómo llegamos a esto sin haberlo visto antes y sin haber puesto medios. En muchos momentos, me ha generado tristeza y decepción. A la vez, he podido redescubrir experiencias en búsqueda que me enriquecieron. No todo fue negativo o difícil en estas visitas; he visto a gente dar lo mejor de sí con enorme entrega y espíritu de servicio con una centralidad grande en Jesucristo.

P.- ¿Lo agridulce no le ha llevado a dejar de creer en la Iglesia o en las personas?

R.-Dejar de creer, no, pero sí ha supuesto un examen de conciencia de cómo vivo yo mi vida, mi relación con la Iglesia y mi rostro como representación institucional. ¿Qué rostro de Iglesia estoy dando y estoy reflejando? ¿Una Iglesia lejana, insensible y centrada en sí misma? ¿O una Iglesia que sale al encuentro, compasiva y que trata de ponerse en el lugar del otro?

P.- Cuando el Papa abronca a obispos y sacerdotes sobre el clericalismo, ¿ve que es excesivo o que da en la diana?

R.- Francisco nos golpea para bien porque nos hace replantearnos nuestro lugar, nuestro rol, nuestra forma de servir. Hace hincapié en que la presencia del sacerdote y del obispo trasluzca el Evangelio, que transparente el rostro de Jesús. Esos cimbronazos permiten revisarnos y pensar dónde estamos parados.

P.- Como formador, ¿la Iglesia ha hecho demasiado hincapié en lo doctrinal y dejó a un lado preparar para la vida?

R.- En el seminario siempre está el riesgo de crear una mente artificial, sobre todo en los muy cerrados, donde se genera una burbuja que, cuando se rompe, vienen las crisis. Y, cuando uno sale a la cancha de la parroquia, vienen los cortocircuitos, el clericalismo, las búsquedas de poder…

P.-¿El seminario es un lugar privilegiado para prevenir los abusos sexuales en la Iglesia?

R.-Después de la familia, es el mejor espacio para la prevención, trabajando la dimensión humana y relacional, generando vínculos sanos y evitando que afloren actitudes cerradas o individualistas que pueden llegar a lo patológico. Por eso, hay que crear un clima de confianza institucional en aquellos que acompañan. Promovamos un diálogo sincero y abierto donde la persona no se tenga que esconder del formador.

Reconquista

P.- Uruguay siempre se presenta como el país más secularizado de América. ¿Hay que revertirlo con una reconquista?

Acá la evangelización llegó tarde y la secularización llegó temprano. Eso ha marcado nuestra cultura y nuestra historia. Sin espíritu de reconquista, se nos invita a ser una Iglesia que no aparezca como un actor con privilegios especiales, sino en diálogo con una sociedad plural. Hemos de centrarnos en una Iglesia que sea muy evangélica, que transmita de verdad a Jesús; algo que los no creyentes valoran mucho.

Los obispos uruguayos han respondido al proyecto de ley de integral de las personas trans promovido con el Gobierno. ¿Cómo denunciar la ideología de género sin ser considerado como reaccionarios e intolerantes?

Siempre estamos en la tensión de cómo presentar los ideales. Esto se logra más desde la relación interpersonal, para que nadie se sienta discriminado o que no tiene lugar en la Iglesia. Ahí tenemos que hacer un esfuerzo grande de conversión, mirada y apertura para no parecer como una institución que se pone al lado del juicio y no es capaz de ponerse del lado de la comprensión y en el lugar del otro.

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