El mensaje del Papa en la misa de clausura del Sínodo para la Amazonía: “La raíz de todo error espiritual es creerse justos”

El papa Francisco en la misa de clausura del Sínodo para la Amazonía

“La raíz de todo error espiritual es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa”. De esta manera se ha expresado hoy el papa Francisco durante su homilía en la misa de clausura de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica.

Francisco ha comenzado su alocución recordando que la Palabra de Dios ayuda hoy a rezar mediante tres personajes: en la parábola de Jesús rezan el fariseo y el publicano, y en la primera lectura se habla de la oración del pobre.

Así, en alusión al fariseo, ha denunciado que “la religión del yo sigue, hipócrita con sus ritos y ‘oraciones’, olvidando que el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo. También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del yo”. Por ello, ha pedido “mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque solo sea con palabras”. Y ha instado a rezar para “pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones”.

La oración del fariseo

El Papa ha resaltado que la oración del fariseo comienza agradeciendo, que “es un buen inicio, porque la mejor oración es la de acción de gracias y alabanza”. Sin embargo, “enseguida vemos el motivo de ese agradecimiento: presume porque cumple unos preceptos particulares de manera óptima. Pero olvida el más grande: amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,36-40)”.

Y ha continuado: “Satisfecho de su propia seguridad, de su propia capacidad de observar los mandamientos, de los propios méritos y virtudes, solo está centrado en sí mismo. No tiene amor. Pero, como dice san Pablo, incluso lo mejor, sin amor, no sirve de nada (cf. 1 Co 13). Y sin amor, ¿cuál es el resultado? Que al final, más que rezar, se elogia a sí mismo. De hecho, no le pide nada al Señor, porque no siente que tiene necesidad o que debe algo, sino que, más bien, se le debe a él. Está en el templo de Dios, pero practica la religión del yo”.

Olvidar a Dios y al prójimo es una dinámica que se cumple en la vida y en la historia, según ha reconocido Jorge Mario Bergoglio. “Cuántas veces quien está delante desprecia sus tradiciones, borra su historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes. ¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación! Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonía”.

La oración del publicano

Por otra parte, Bergoglio se ha valido de la oración del publicano para “ayudar a comprender qué es lo que agrada a Dios”: “Él no comienza por sus méritos, sino por sus faltas; ni por sus riquezas, sino por su pobreza. Su oración nace del corazón, es transparente; pone delante de Dios el corazón, no las apariencias”. Así, ha agradecido a padres y hermanos sinodales “haber dialogado durante estas semanas con el corazón, con sinceridad y franqueza, exponiendo ante Dios y los hermanos las dificultades y las esperanzas”.

El Papa ha afirmado que todos “somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente. Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios no”. Por ello, ha instado a rezar para “pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres. También para eso nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres, para recordarnos que solo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios”.

La oración del pobre

Por último, haciendo hincapié en la oración del pobre, Francisco ha recordado que, “mientras la oración de quien presume ser justo se queda en la tierra, aplastada por la fuerza de gravedad del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios”. Y es que “el sentido de la fe del Pueblo de Dios ha visto en los pobres ‘los porteros del cielo'”. Ellos son los que nos abrirán, o no, las puertas de la vida eterna. Ellos son iconos vivos de la profecía cristiana”.

Bergoglio ha querido terminar su homilía recordando que en el Sínodo han tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres. “Cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas. Recemos para pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración atravesará las nubes”, ha explicado.

Del mismo modo, ha subrayado que estos días han podido reflexionar sobre “la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores”. Y, sin embargo, aun en esta situación, “muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios”.

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