Juan Manuel de Prada tacha a los obispos españoles de “tibios” y “cobardes” por su posición ante la exhumación de Franco

  • El escritor dice que el silencio episcopal obedece “al temor a perder la tajada de la asignación tributaria”
  • El Episcopado “delata que su fe es inerte” por no defender “el respeto debido a los muertos”, afirma

Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada echa mano de Dante para arremeter contra los obispos españoles por su posición ante la exhumación del dictador Francisco Franco. En su columna ‘El ángulo oscuro’, de ABC, el escritor se despacha contra el Episcopado en el artículo que lleva por título ‘Tibios y cobardes’.

“Antes de adentrarse en los nueve círculos infernales, Dante se detiene en una antesala, para describirnos a quienes allí se encuentran, ‘gentes que vivieron sin gloria ni infamia’ entre las que se cuentan los ángeles que no se rebelaron contra Dios, pero no por lealtad, sino para evitar las consecuencias de tomar partido. El cielo rechaza a los tibios porque no hicieron nada bueno; y el infierno no los admite porque no hicieron nada malo. Y junto a los tibios se hallan también, acosados por una muchedumbre de avispas, los cobardes, entre quienes Dante no tiene rebozo alguno en situar a un papa que renunció a la tiara. Y puesto que Dante tuvo el valor de situar a ángeles y papas en la antesala del infierno, viviendo eternamente sin gloria ni infamia, no creo que pase nada porque nosotros hagamos lo mismo con nuestros obispos”, señala al comenzar su reflexión.

El ganador del Premio Bravo de Prensa 2003 por “su calidad literaria, su defensa de valores humanos y cristianos y su gran libertad de espíritu” –como señaló entonces el jurado de la Conferencia Episcopal Española–, en su intención de situar a los prelados en la antesala del infierno, afirma que no lo hace por “no erigirse en paladines de la memoria de Franco”, pese a que “es cierto que Franco salvó a muchos católicos de un exterminio satánico”. “Ningún obispo está obligado a tener un juicio positivo de Franco, como si fuese un santito de peana, ni del régimen político que durante 40 años protegió y colmó de privilegios a la Iglesia. En cambio, un obispo está obligado a defender los derechos de Dios, entre los que sin duda se hallan la inviolabilidad de los lugares de culto y el respeto debido a los muertos”.

“‘¿Por qué tembláis, hombres de poca fe?'”

En opinión del considerado por muchos como uno de los principales intelectuales católicos, los obispos, “en cuanto el Estado ha enseñado las garras, se han encogido, temerosos de perder la tajada de la asignación tributaria”. “Esta tibieza de los obispos tiene, ciertamente, sus causas fisiológicas –añade–; no hay más que reparar en muchos de ellos para comprender que no han nacido con vocación de Viriato ni de Guzmán el Bueno. Pero la principal causa de esta falta de iniciativa episcopal es de índole espiritual; es falta de fortaleza y convicción. Al no haber mostrado fortaleza, los obispos delatan que su fe es inerte”. Y continúa: “Desde luego, esta tibieza siembra el abatimiento y la desmoralización entre los fieles, pues a nadie le apetece defender una causa cuyos generales se esconden cuando silban las balas”.

De Prada, quien en una entrevista con Vida Nueva en 2016 se definía como “lejano al oficialismo católico, tradicional, profundamente antiliberal, antimoderno y cristiano: progresista en lo social y reaccionario en lo moral”, acusa a los obispos de permitir que el prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera, “sea vituperado y convertido en escupidera del resentimiento por defender lo que ellos estaban obligados a defender (que no es a Franco, sino los derechos de Dios)”. Así, recalca que han obrado con “una cobardía moral nauseabunda”. Sin embargo, concluye con un motivo para la esperanza: “Me resta el consuelo de pensar que, para su mortificación, en sus conciencias estragadas por la tibieza y la cobardía resonará cierta voz: ‘¿Por qué tembláis, hombres de poca fe?'”.

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