Juan José Asenjo en sus bodas de oro: “Los buenos católicos acogen las enseñanzas del Papa”

  • El arzobispo de Sevilla renueva su “comunión” y “adhesión” a Francisco en sus 50 años como sacerdote
  • “Pido perdón a Dios por mis deficiencias y debilidades, y confieso que Jesús ha sido el corazón de mi vida”

Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla

Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, ha renovado esta mañana su “comunión” y “adhesión cordial” al papa Francisco en la celebración de acción de gracias por sus bodas de oro sacerdotales. “Él es el Vicario de Jesucristo, pastor de toda su grey, maestro de la fe, principio de unidad y cabeza visible de la Iglesia”, ha recordado. Y ha añadido: “Este es el fundamento y la razón del respeto, la veneración y el amor que debemos profesar al Papa”.

En el mismo sentido, Asenjo ha indicado que “el amor al Papa y el ‘sentir’ con el Papa han sido siempre un signo distintivo de los buenos católicos, como lo ha sido también la acogida, docilidad y obediencia a sus enseñanzas”.

El quincuagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, el prelado, “sin rubor alguno”, ha proclamado que a la providencia amorosa del Señor “debo todo lo que soy: el don de la vida, la vocación cristiana, el don del bautismo y la merced siempre inmerecida del sacerdocio”, así como “el privilegio de haber nacido en el seno de una familia cristiana sencilla, que supo crear el ambiente propicio para que pudiera germinar mi vocación, que me inició en la fe y la piedad”.

Recuerdo a Juan Pablo II y Benedicto XVI

Durante su homilía ha recordado, “con especial afecto, a mis buenos padres, a los que tanto debo, a los formadores y profesores del Seminario de Sigüenza, al obispo que me ordenó, al papa san Juan Pablo II que me llamó al ministerio episcopal, y al papa Benedicto XVI, que me trajo a esta iglesia de Sevilla”. Tampoco se ha olvidado de las iglesias de Sigüenza-Guadalajara, Toledo, Córdoba y Sevilla, en las que ha servido.

Con motivo de sus 50 años como sacerdote, Asenjo ha ofrecido al Señor “un sacrificio de alabanza; y no cualquier sacrificio, sino el sacrificio de la sangre de Cristo, uniendo mi gratitud inmensa al Señor a la eterna alabanza y glorificación que Jesucristo tributa al Padre en el sacrificio de la Cruz”. Al mismo tiempo, ha recalcado que “el Señor se fijó en mí por puro amor, y me llamó al ministerio sacerdotal por pura misericordia, sin mérito alguno de mi parte”.

Durante su alocución también dio gracias a Dios por “ser hijo de la Iglesia”. “Si no fuera por ella –ha continuado–, estaría condenado a vivir mi fe a la intemperie. Gracias a ella, puedo vivirla alentado y acompañado por una auténtica comunidad de hermanos. Ella ha sido siempre el ámbito natural de mi encuentro con Jesús. Al sentirla como madre, la siento también como mi propia familia, como el hogar cálido que me acoge y acompaña, la mesa en la que restauro mis fuerzas desgastadas y el manantial de agua purísima que me purifica y me renueva”.

Antes de concluir y dar gracias por las oraciones en este año que ha pasado por dificultades de salud, declaró, “una vez más, mi amor a la santa Iglesia y especialmente a esta Iglesia de Sevilla que el Señor me ha encomendado. Hoy más que nunca quisiera seguir sirviéndola con entrega generosa, de manera que lo que la Iglesia es para mí, lo sea también a través de mí, es decir: puente, escalera, hogar fraterno, mesa y manantial y, sobre todo, anuncio emocionado y convincente de Jesucristo a mis hermanos”.

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