“¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo ‘su lenguaje’, escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!”. Así de contundente se ha expresado hoy el papa Francisco durante su homilía en la misa celebrada ante el monumento María, Reina de la Paz, en Port Louis (Isla Mauricio).
Jorge Mario Bergoglio ha apelado al beato Jacques-Désiré Laval, el llamado ‘apóstol de la unidad mauriciana’, quien sabía que evangelizar “suponía hacerse todo para todos”, por eso, “aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación. Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias. Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos”. “A través de su impulso misionero y su amor –ha continuado–, el padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto actual”.
Francisco ha recordado que “el impulso misionero, que tiene rostro joven y rejuvenecedor, hay que cuidarlo”. “Pero esto no siempre es fácil, porque exige que aprendamos a reconocerles y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra sociedad”, ha añadido.
No perder la esperanza
Ante las miles de personas llegadas de todas las islas de esta región del Índico, el Papa ha hincapié en “lo duro que es constatar que, a pesar del crecimiento económico que tuvo vuestro país en las últimas décadas, son los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no solo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común. Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI”.
Por otro lado, el Papa ha pedido no perder la esperanza en Jesús. “Para vivir el Evangelio no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en nuestra contra. Pero no podemos dejar que nos gane el desaliento”, ha recalcado. Por eso, “al pie de este monte, que hoy quisiera que fuera el monte de las Bienaventuranzas, también nosotros tenemos que recuperar esta invitación a ser felices”, ha añadido.
Y ha continuado: “Cuando un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso lo entusiasma y alienta, y siente ese deseo que puede expresar así: ‘Yo quiero subir a ese monte de las bienaventuranzas, yo quiero encontrarme con la mirada de Jesús y que Él me diga cuál es mi camino de felicidad'”. Por ello, ha pedido por las comunidades, para que, “dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean florecer la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida que el Espíritu nos propone”.