Pilar Silveira: “El clericalismo no se resuelve cambiando a un hombre con una mujer en un cargo”

  • La teóloga uruguaya coordina el curso online gratuito ‘Las mujeres en la Iglesia’, organizado por Boston College
  • “Tenemos que superar la mirada miope que reduce a las mujeres a su papel de esposa o madre y erradicar la imagen de la mujer como causa de pecado”, defiende

Una mujer inquieta en lo intelectual. Así es María del Pilar Silveira y así lo refleja el bagaje académico de esta teóloga uruguaya que coordina el curso online gratuito con matrícula abierta ‘Las mujeres en la Iglesia’ que arranca en septiembre, ofrecido por la Escuela y Ministerio del Boston College, en colaboración con otros centros de estudio internacionales. 

Doctora en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, es profesora del llamado ITER-UCAB (Instituto de Teología de Religiosos- Universidad Católica Andrés Bello) de Venezuela. Además forma parte de la cátedra libre Monseñor Romero en la Universidad Central de Venezuela. Es precisamente esta capacidad de establecer redes en distintos lugares de la región, lo que le permite tener una visión poliédrica eclesial con una perspectiva femenina. 

PREGUNTA.-El curso, entre otros objetivos, busca profundizar en los “nuevos aportes a la presencia y la participación de las mujeres en la vida De la Iglesia. ¿Con qué tipo de presencia sueña usted?

RESPUESTA.- Sueño con una Iglesia inclusiva donde las mujeres podamos participar en la toma de decisiones, porque hoy solo participa una parte de los bautizados. Si bien se han logrado muchos avances como el reciente nombramiento que hizo el Papa Francisco a siete mujeres para que formen parte del Dicasterio de la Vida Religiosa, queda mucho camino por andar. Me gusta la palabra sueño, porque ayuda a proyectarnos, a romper paradigmas y abrirnos a estructuras nuevas, ya que padecemos las consecuencias de una estructura regida por hombres. El proceso de cambio implica escuchar todas las voces de las personas bautizadas en los cinco continentes y buscar juntos nuevas formas de participación. Pienso que los cambios provienen de cada uno de nosotros,  desde nuestras iglesias particulares, desde las parroquias, movimientos, comunidades, entre otros lugares donde vivimos y compartimos nuestra fe y amor a Jesús.

P.- Habrá quien piense que se trata de un curso de mujeres para mujeres…

R.- El curso es para todo público, entre los más de 5.000 inscritos hay muchos varones y eso nos alegra mucho. El objetivo justamente es tener un espacio de reflexión sobre las mujeres en la Iglesia y cuanto más voces haya mejor, porque nos amplía nuestros horizontes para proyectarnos hacia el futuro. Es una buena oportunidad de encuentro virtual, aprovechando los avances del internet que nos acerca y nos da la posibilidad de compartir y enriquecer nuestra fe.

P.- Piense en el encuentro de Jesús con alguna de las mujeres del Evangelio, ¿con quién se queda?

R.- Me quedo con el encuentro de Jesús con la mujer que padecía flujos de sangre, la hemorroísa. Me ha llamado mucho la atención este episodio de Mc. 5, 21-43, porque la mujer que padecía flujos de sangre desde hacía 12 años, es el símbolo de una doble exclusión. Es excluida de la sociedad por el hecho mismo de ser mujer y por tener flujos de sangre, por lo que era catalogada como “impura”.  Esta mujer, asume riesgos y rompe paradigmas, al  salir de su casa, dejando la “seguridad” de su espacio privado, para irrumpir en al ámbito público. No le basta con salir a la calle, sino que además se arriesga a  “tocar” el borde del manto de Jesús. La hemorroisa nos deja a las mujeres en un lugar alto, ya que muestra la capacidad de riesgo que somos capaces de asumir sin medir las consecuencias para buscar la salud y el bienestar. Nos muestra que el deseo de vivir con buena salud es más fuerte que las leyes y las prohibiciones. Como respuesta a su clamor, escucha las palabras de Jesús que le devuelven su vitalidad perdida: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”.  Este encuentro nos dice mucho a las mujeres que hemos salido del espacio privado y que necesitamos arriesgarnos para lograr salud y bienestar de nuestro cuerpo, la Iglesia, que padece muchas enfermedades como la del abuso. Creemos que es posible la vitalidad y la salud nuestro cuerpo eclesial.

P.- El Papa reclama una presencia “más incisiva” de las mujeres en la Iglesia. ¿Qué se puede hacer para que esta petición se convierta en una realidad? ¿Con una mujer prefecto al frente de un Dicasterio vaticano?

R.- Los cambios en las instituciones son lentos, los pasos que está dando el papa Francisco son importantes y nos abren a la esperanza de que es posible una mayor participación. Pienso que la presencia más incisiva la tenemos que descubrir y proponer nosotras, desde nuestra identidad femenina en relación con los distintos estados de vida.  El clericalismo ha propiciado que se establezcan relaciones de dependencia, bajo un modelo patriarcal y a las mujeres nos cuesta asumir el reto de ser sujetos activos. Tenemos que  ir desaprendiendo este tipo de relación para cambiarlas por relaciones inclusivas y fraternas. No se resuelve sólo con sacar a un varón de un cargo y poner a una mujer en el mismo cargo, si se siguen repitiendo patrones de poder que no siguen el espíritu evangélico. Necesitamos arriesgarnos a buscar nuevos espacios de participación en la toma de decisiones, abriéndolas a los distintos estados de vida incluyendo hombres y mujeres, como sujetos activos y responsables con igualdad de privilegios.

P.- Tras un tiempo de estudio de la comisión del diaconado femenino, parece que la cuestión se ha congelado. ¿Ve posible que se recupere esta figura o que se reactiven los ministerios laicales con una impronta femenina?

R.- El diaconado femenino es una función u oficio que se encuentra en la comunidad primitiva, en las cartas del apóstol Pablo cuando habla sobre una mujer llamada Febe (Rom. 16, 1-2). Y hay varios documentos desde el siglo II y III que se refieren a este ministerio ejercido por hombres y mujeres. Me parece que es importante recuperar la figura del diaconado desde un fundamento teológico, bíblico y desde la tradición, para decidir sobre la aceptación de mujeres diaconisas. Se debería revisar  el Sínodo sobre el Diaconado realizado en 1971 el cual establece  que el  diaconado permanente está reservado solo a hombres casados de edad madura. Las comisiones de estudio ayudan a seguir avanzando con fundamentos sólidos a la hora de decidir sobre la ordenación de diaconisas.

Hay otros desafíos que tenemos que ir resolviendo para despejar el camino, como superar la mirada miope que reduce a las mujeres a su papel de esposa o madre, erradicar la imagen de la mujer como causa de pecado, por tanto tiempo pregonado en el ambiente eclesial, entre otras cosas. Reconocer los valores  y las capacidades que tenemos las mujeres. Reconocer que el bautismo es la fuente de los derechos y de los deberes que nos hace a todos iguales dentro de la iglesia.

P.- Ya ha señalado que está de acuerdo en que establecer cuotas no es la única vía para reconocer la presencia femenina, pero el hecho de que en el reciente Sínodo de los Obispos ninguna de las escasas mujeres presentes tuviera derecho a voto, a ojos de alguien ajeno a la Iglesia puede resultar escandaloso…

R.- Sí, entiendo que muchas personas quisieran una forma distinta de funcionamiento de la Iglesia, más democrática y participativa. Desde la estructura eclesial actual jerárquica,  este sínodo confirma lo que el Papa Francisco ha dicho en el número 103 de la exhortación Evangelii Gaudium que  “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.” Esto demuestra que hay que seguir trabajando buscando maneras nuevas de participación.

P.- ¿Cree necesario un Sínodo sobre la mujer o un Sínodo de mujeres?

R.- Pienso que un sínodo sobre mujeres sería  una  buena oportunidad de escucharnos y de dejar constancia del camino recorrido dentro de la iglesia y en la sociedad.  Si seguimos el pensamiento paulino de que somos el cuerpo de Cristo, pienso que un sínodo sobre mujeres sería una manera de activar una parte del cuerpo que no puede funcionar si no está en conexión con las demás. Por lo tanto, en el mismo abriría la participación de hombres para enriquecer el aporte.  Sería una manera de ejercitar nuestro bautismo atendiendo el llamado del papa Francisco de caminar hacia una iglesia sinodal.

P.- Como teóloga, ¿cree que realmente se está haciendo un hueco la voz femenina en el ámbito académico y de investigación? ¿En qué lo nota?

R.- Somos muchas mujeres  en el ámbito académico y de investigación,  en algunos lugares se ha hecho mayor hueco a la voz femenina en Universidades Pontificias. Podemos decir que contamos con excelentes trabajos de investigación realizados por teólogas, pero nos falta mayor sinergia entre las profesoras. Este curso de mujeres en la Iglesia es una forma de difundir los trabajos de investigación de las teólogas hispanoamericanas y de crear vínculos entre distintas Universidades y asociaciones femeninas internacionales. Es necesario seguir avanzando para que se escuche con más fuerza la voz de mujeres haciendo teología. 

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