El Papa a los sacerdotes: “El dolor de tantas víctimas no puede ser en vano”

  • Francisco ha escrito una carta por el 160º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, patrono de los párrocos
  • “Es un consuelo encontrar pastores que, al constatar y conocer el sufrimiento del Pueblo de Dios, se movilizan, buscan palabras y caminos de esperanza”

Hermanos, el dolor de tantas víctimas, el dolor del Pueblo de Dios, así como el nuestro propio no puede ser en vano. Es Jesús mismo quien carga todo este peso en su cruz y nos invita a renovar nuestra misión para estar cerca de los que sufren, para estar, sin vergüenzas, cerca de las miserias humanas y, por qué no, vivirlas como propias para hacerlas eucaristía”. Con estas palabras se ha dirigido el papa Francisco a los sacerdotes de todo el mundo, recordando el 160º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, patrono de los párrocos. 

En el documento, Francisco tampoco olvida la labor de los presbíteros, quienes, “sin hacer ruido, lo dejan todo para estar empeñados en el día a día de sus comunidades, a los que trabajan en la ‘trinchera’, a quienes ‘dan la cara’ cotidianamente y sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado”. A todos ellos se dirige el Papa, reconociendo todas las ocasiones en las que “de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación, asumen la misión como servicio a Dios y a su gente e, incluso con todas las dificultades del camino, escriben las páginas más hermosas de la vida sacerdotal”.

“Nuestro tiempo, marcado por viejas y nuevas heridas”, dice, “necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy”. “En estos últimos tiempos”, continúa Francisco, “hemos podido oír con mayor claridad el grito, tantas veces silencioso y silenciado, de hermanos nuestros, víctimas de abuso de poder, conciencia y sexual por parte de ministros ordenados”. Esto ha hecho que se convierta en un “tiempo de sufrimiento en la vida de las víctimas que padecieron las diferentes formas de abusos; también para sus familias y para todo el Pueblo de Dios”.

Transparencia y sinceridad

Ante esto, el Papa ha recordado el compromiso de la Iglesa “con la puesta en marcha de las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse”, si bien reconoce que no es “tarea fácil y de corto plazo”. “Si en el pasado la omisión pudo transformarse en una forma de respuesta, hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y solidaridad con las víctimas se convierta en nuestro modo de hacer la historia y nos ayude a estar más atentos ante todo sufrimiento humano”, asevera.

“Este dolor no es indiferente tampoco a los presbíteros”, apunta, ya que esto lo “pudo constatar en las diferentes visitas pastorales tanto en mi diócesis como en otras donde tuve la oportunidad de mantener encuentros y charlas personales con sacerdotes”. Muchos de ellos, según relata Francisco, manifestaron al Papa su indignación por lo sucedido, y también cierta impotencia, ya que además del “desgaste por la entrega han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento, que en algunos o muchos pudo haber introducido la duda, el miedo y la desconfianza”. Por otra parte, el Papa destaca que es un consuelo “encontrar pastores que, al constatar y conocer el dolor sufriente de las víctimas y del Pueblo de Dios, se movilizan, buscan palabras y caminos de esperanza”.

“Sin negar y repudiar el daño causado por algunos hermanos nuestros”, señala, “sería injusto no reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo lo que son y tienen por el bien de los demás”. Por eso, Francisco ha querido aprovechar esta ocasión para reconocer y agradecer el “valiente y constante ejemplo que, en momentos de turbulencia, vergüenza y dolor, nos manifiesta que Ustedes siguen jugándose con alegría por el Evangelio”. Además, el Papa se muestra convencido de que, “en la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en un futuro no lejano, muy fecundos”. 

Gratitud por la labor

Además del dolor por el drama de los abusos, Francisco ha subrayado otra palabra importante en su documento: gratitud. “La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor”, recuerda. Por eso, el Papa anima a los sacerdotes a “volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio” y, en momentos de tribulación, fragilidad, “así como en los de debilidad y manifestación de nuestros límites”, no sólo no perder “la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra vida, la memoria de su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y por su Pueblo, sino también animarse a ponerla en práctica”.

Asimismo, ha agradecido la “fidelidad a los compromisos contraídos”, ya que “es todo un signo que, en una sociedad y una cultura que convirtió ‘lo gaseoso’ en valor, existan personas que apuesten y busquen asumir compromisos que exigen toda la vida”. De la misma manera, ha dado las gracias por la alegría con la que han sabido entregar sus vidas”, por fortalecer “los “lazos de amistad en el presbiterio y con el obispo”, por ser “testimonio de perseverancia y aguante”, por celebrar diariamente la eucaristía y “apacentar con misericordia el sacramento de la reconciliación”, por anunciar el evangelio. Y, sobre todo, “por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas, dando calor a sus corazones, mostrando ternura y compasión como el samaritano de la parábola”, porque “nada urge tanto como esto: proximidad, cercanía, hacernos cercanos a la carne del hermano sufriente”.

No aislarse de las comunidades

Francisco ha remarcado que, con esta carta, también desea “acompañarlos a renovar nuestro ánimo sacerdotal”. Por eso, recomienda como “un buen test para conocer cómo está el corazón de pastor” el preguntarse cómo, cada uno, enfrenta el dolor, advirtiendo que no se dejen llevar por la tristeza “dulzona” del conformismo, del “siempre se ha hecho así” o “no se puede hacer nada”. “Esa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo Resucitado» y para la que fuimos llamados”, subraya.

Por último, Francisco ha destacado el valor de la oración y de dejar que Jesús transforme la fragilidad “y nos lance una y otra vez a la misión”. “Para mantener animado el corazón es necesario no descuidar estas dos vinculaciones constitutivas de nuestra identidad”, es decir, con Jesús y con el pueblo. “No se aíslen de su gente y de los presbiterios o comunidades, menos aún se enclaustren en grupos cerrados y elitistas”, porque esto, “en el fondo, asfixia y envenena el alma, y un ministro animado es un ministro siempre en salida”.

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