José María Arnaiz: “Trato de presentar un nuevo rostro de la Iglesia”

  • El marianista considera que la crisis actual de la Iglesia chilena se debe a una actitud hipócrita generalizada
  • El español afincado en Chile acaba de entregar a imprenta su último libro

Acaba de terminar de escribir otro libro: ‘Una nueva forma de ser Iglesia es posible y urgente’. José María Arnaiz, marianista vasco, afincado en Chile hace varias décadas, aunque es de corte internacional. Sus múltiples viajes a dar conferencias, a participar en reuniones y a cumplir tareas eclesiales le dan un espectro de relaciones amplias que lo destacan. Hombre de diálogo, de sonrisa fácil, de opiniones sabias reconocidas por muchos.

PREGUNTA.- ¿Por qué nueva forma de ser Iglesia?

RESPUESTA.- En el prólogo del libro señalo que analiza una crisis de la que confío se puede salir, pero no hemos salido, estamos en ella. Es una crisis que sitúo con especial fuerza en Chile reconociendo, al mismo tiempo, que de ella no es ajeno el Vaticano ni otras realidades mundiales. Por supuesto, en un libro así, uno tiene que acudir a cómo se ha llegado a esa crisis y por qué.

P.- Y ¿cómo se ha llegado?

R.- Los abusos de poder, de conciencia y sexuales son una causa, pero no la única, sino también esa actitud hipócrita de la que somos responsables. Por supuesto, trato de presentar un nuevo rostro de la iglesia que parte por analizar los cuatro adjetivos que le pone el Papa: sinodal, profética, esperanzada y esperanzadora y centrada en Jesús. Luego introduzco otros elementos de este análisis que van desde un mal uso del poder hasta esta exclusión de los laicos y, sobre todo, de la mujer en la conducción y animación de la iglesia; también, por supuesto, la conexión de la fe con la cultura mirando este momento; cuando no somos significativos, no entendemos lo que está pasando.

Renovación Eclesial

P.- ¿Dónde hay renovación?

R.- Soy un convencido que en América Latina está surgiendo un nuevo modo de hacer teología y una teología nueva. Sobre todo lo que ha surgido a partir de la Conferencia de Medellín y que toma fuerza en Aparecida. En mi libro le doy mucho espacio al aporte de la historia, entre ambas conferencias, porque la Iglesia ha sido llamada a ser reformadora desde sus orígenes, pero ha habido momentos en que ha necesitado una alternativa porque si no, colapsaba. Y éste es uno de ellos. Ahora, estamos en un momento crítico que se manifiesta en el descenso de la iglesia como institución; el proyecto pastoral que lleva a  pertenecer a la iglesia se lo están cuestionando muchos, y optan por dejar de formar parte de ella.

P.- ¿Por dónde va la renovación?

R.- Hago una llamada especial a la fuerza que deberíamos tener en todo este proceso los religiosos, porque yo lo soy y confío en nuestra fuerza. En la historia, tenemos a un religioso que tuvo que escuchar el pedido de “restaura mi iglesia porque está en ruinas” y, como Francisco, muchos fundadores y fundadoras han hecho su aporte carismático para una nueva forma de ser iglesia. Muchos de esos carismas se pueden leer como una alternativa a la forma de ser iglesia.

P.- ¿También en la Iglesia chilena?

R.- Creo que los religiosos tenemos que tener una opción muy clara y un aporte muy significativo en esta línea. En la reciente asamblea de superiores y superioras mayores de las congregaciones en Chile lo deberíamos haber hecho, pero nos quedamos cortos en nuestra declaración. No tiene la fuerza que nos piden nuestros carismas y que espera nuestro pueblo.

P.- ¿Qué espera la gente de la Iglesia?

R.- Más profecía, más palabra directa orientadora, cercanía a los pobres, ser capaz de escuchar antes de hablar. Romper la tradición de soltar el discurso sin haber escuchado. Hay que ser intransigentes con esta cultura de abusos. Necesitamos una nueva reflexión sobre la sexualidad porque ha sido un tema tabú para nosotros. Se necesita hablar de esto, desde las dificultades que podamos tener hasta la forma de expresarlo en las relaciones con la gente y en la creatividad. Nuestra tradición de cómo comprendemos la sexualidad hoy es impresentable. Necesitamos ver cómo engancha la sexualidad con nuestra espiritualidad, nuestra vida interior, nuestras prácticas religiosas, con la vida comunitaria. Hay que repensar con valentía y con máxima profundidad el rol de la mujer y sus aportes en la conducción de la Iglesia, como de hecho lo hacen en las empresas, en el gobierno de países, etc. Esto es indispensable para la reforma de la iglesia.

José María confiesa que la experiencia de escribir este libro le ha aumentado el cariño por la Iglesia, sobre todo porque en María encontró una ayuda que le ha permitido definir 10 características para la Iglesia, mirándola a Ella. La principal: llegar a ser una iglesia con el ‘Magnificat’ en los labios, que repite una y otra vez ‘hagan lo que Él les diga’. Espera que ese tono mariano no quite fuerza, en su libro, a la palabra crisis, sino que le de todo el ímpetu vital que tiene la presencia de esta mujer laica, joven, creyente hasta el final, que es María.

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