Los obispos argentinos reaccionan ante las consecuencias por los abusos de poder

  • El presidente de la Conferencia Episcopal, Óscar Ojea, reflexiona antes del encuentro en el Vaticano sobre el clericalismo
  • Los prelados ya han implantado “normas estrictas sobre los abusos cometidos por miembros del clero, tratando de facilitar la posibilidad de que las víctimas denuncien sin temor”

Se acerca la cumbre de presidentes de conferencias episcopales de Roma y las curias de todo el mundo rinden cuentas de lo que están haciendo en cuanto atención a las víctimas y la prevención de nuevos casos. En este sentido el presidente de los obispos argentinos Óscar Vicente Ojea ha denunciado que la concepción del poder es “la clave para comprender el fenómeno de los abusos sexuales en la Iglesia”.

L’Osservatore Romano se hace eco de las declaraciones de Ojea tras aprobar “normas estrictas sobre los abusos cometidos por miembros del clero, tratando de facilitar la posibilidad de que las víctimas denuncien sin temor”. Disposiciones que los obispos han colgado en la web del episcopado acompañadas de indicaciones para las posibles víctimas. Entre las medidas está la creación de un Consejo Pastoral para la Protección de Menores y Adultos Vulnerables que ya está constituido desde mayo de 2017.

 Misión sanadora de la Iglesia

Para el presidente, “en la medida que la Iglesia pueda ahondar en las consecuencias de este drama y encontrar los medios efectivos para combatirlo, ayudaríamos enormemente, no solamente a las víctimas de abusos cometidos por clérigos y a la Iglesia, sino también, a toda la sociedad que está envuelta en este flagelo”. Frente a las actitudes de indiferencia que pueden haberse dado en el pasado, el obispo propone acabar con el silencio que “es parte del trauma y empezar a hablar de ello es el comienzo de la cura”.

Esta “dramática plaga”, que los argentinos buscan combatir en sintonía con las indicaciones que el papa Francisco ha ofrecido en su carta a los obispos chilenos, es una oportunidad para que la iglesia ponga en práctica su misión sanadora. “Sanar –explica el prelado– implica cerrar las heridas, el dolor, controlar la ira profunda. Es esencial dirigir toda esta fuerza y energía para poder capitalizar el dolor, para poder convertirlo en una semilla capaz de generar la cultura de la asistencia adecuada, enseñando a los niños, a las niñas y a todos los jóvenes a decir no ante la invasión de su intimidad”.

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