José Manuel Fidalgo: “El corazón humano está hecho para algo grande”

  • El sacerdote y teólogo de la Universidad de Navarra afirma que “la vocación es siempre llamada…, voz interior de Dios”
  • En su nuevo libro, el autor defiende el poder de la oración como luz que viene “al abrir mi intimidad a la verdad, a Dios”

José Manuel Fidalgo, sacerdote y profesor de la Universidad de Navarra

José Manuel Fidalgo (Santander, 1968) asegura que “la vocación es una llamada de Dios que se plantea en forma de preguntas”. Y a muchas de ellas trata de contestar el sacerdote y teólogo cántabro en su último libro, ‘A mí también me llama. Libertad y vocación personal’ (Rialp), una invitación a buscar “respuestas verdaderas y libres”. Porque, si bien “siempre da un poco de miedo la aventura de la libertad”, en asumir ese riesgo “se encuentra realmente la grandeza del ser humano, la felicidad y el sentido profundo de la vida”, sostiene el director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) de la Universidad de Navarra.

PREGUNTA.- Su libro está lleno de preguntas. ¿Descubrir la vocación es eso: tener más preguntas que respuestas?

RESPUESTA.- En la vida es importante plantear bien las preguntas. La vocación es realmente una llamada de Dios que en un momento dado se percibe y se plantea en forma de preguntas: ¿qué espera Dios de mí?, ¿qué sentido quiero darle a mi vida?, ¿cómo recorrer personalmente mi camino de amor en este mundo?… Preguntas que, como es lógico, buscan respuestas verdaderas y libres.

P.- ¿Cómo ayudaría a un joven de hoy a descubrir el designio que Dios tiene para él, para cada uno de nosotros?

R.- La oración es imprescindible. Porque la vocación siempre es iniciativa de Dios, tenemos que tener una actitud interna de escuchar a Dios. En la vida cristiana (y en toda vida humana), la luz viene al abrir mi intimidad a la verdad, a Dios. Eso es la oración. No es bueno estar solo en la vida: la soledad es oscuridad. La persona es esencialmente apertura a Dios y a los demás. Quien descubre y vive el diálogo con Dios, tiene una luz que orienta el camino a seguir.

Libertad y amor

P.- ¿Por qué cuesta tanto encontrar el propio camino… y saber que es el correcto?

R.- Libertad y amor van juntos: es más libre quien más ama. Como el amor es también sacrificio, siempre da un poco de miedo la aventura de la libertad. Pero es precisamente en ese riesgo de la libertad –que se da por amor– donde se encuentra realmente la grandeza del ser humano, la felicidad y el sentido profundo de la vida. En realidad, no es complicado encontrar el camino: consiste en decidir en un ambiente de confianza y diálogo con Dios y con mi propia vida, alejando los miedos y las presiones que falsean y coartan lo que verdaderamente quiero.

P.- ¿Libertad interior y silencio interior son los dos requisitos fundamentales para responder a la llamada?

R.- La vocación es siempre llamada, voz que resuena en mi intimidad personal, en mis circunstancias y en las personas con las que me relaciono. No es ruido exterior, sino voz interior de Dios. Lo interior se escucha por dentro, en un clima de silencio y oración. En realidad, mi persona y mi vida son voz de Dios.

P.- ¿Hasta qué punto la ruidosa sociedad del bienestar nos impide escuchar lo que Dios quiere de nosotros?

R.- El amor atrae y, a la vez, da miedo. Los sucedáneos del amor, como el placer, el dinero, el poder, la vanidad, son más inmediatos, a veces más cómodos, pero dejan un gran vacío detrás. El corazón humano está hecho para algo grande, para el amor personal, para la entrega a Dios y al prójimo.

P.- Cuando se habla de vocación, a menudo se ha difundido la idea de que se trata de “un asunto de curas y monjas”. ¿Puede ayudar su libro a desmontar esa impresión?

R.- El Concilio Vaticano II destacó con mucha fuerza la vocación universal a la santidad. Todo camino vocacional es una concreción o modalidad de esa universal y personal llamada a la santidad del cristiano. Todo cristiano –en realidad, toda persona–, casados, solteros, laicos, religiosos, sacerdotes, estamos llamados por Dios a vivir el amor en este mundo y alcanzar la plenitud del amor al final de la vida. La unión con Dios y la vocación no es solo para unos pocos, sino para todos. Y a todos Dios nos llama a un amor a lo grande y a una misión en este mundo.

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