Pedro Jaramillo reúne en un libro las enseñanzas del Papa sobre la espiritualidad sacerdotal

El autor está convencido de que la Iglesia requiere sacerdotes que sepan “vivir a ritmo de pueblo”, un reto mayor que hace urgente el acompañamiento espiritual para que puedan “adentrarse en la oscuridad sin perder la capacidad de alumbrar”

“El Papa está introduciendo a toda la Iglesia en una verdadera reforma, y si los sacerdotes ‘no nos subimos al carro’ de esa impresionante tarea que el Santo Padre se ha propuesto, si lo dejamos solo, vamos a incurrir en una ‘histórica falta de responsabilidad eclesial’”, afirmó para Vida Nueva el sacerdote español Pedro Jaramillo Rivas, quien ha hecho una recopilación, organización y reelaboración de los textos de Francisco en su libro ‘Queridos sacerdotes. Claves y propuestas para vivir la espiritualidad sacerdotal’.

El actual vicario de pastoral de la Arquidiócesis de Guatemala afirmó que “la reforma de Francisco –como todas las grandes reformas en la Iglesia– tiene un impresionante componente de reforma ‘personal’. Y es que –dice– el Papa está convencido de que sin una conversión personal no será posible la ‘conversión pastoral’, pues ésta quedaría reducida a un simple ‘cambio de decoración pastoral’.

Sin embargo, el proceso no es sencillo, pues a los sacerdotes también les cuesta la conversión personal: “reformar lo deformado, tal como el Papa ha pedido a la Curia romana, es todo un reto. A los sacerdotes no nos es fácil reconocer ‘lo deformado’ de nuestra vida y ministerio. Por eso, la conversión personal hay que pedirla como gracia”.

Comunicación bíblica en odres nuevos

Desde el inicio del pontificado de Francisco, el padre Pedro Jaramillo fue recogiendo y ordenando las palabras del Papa no sólo para su reflexión personal, sino para compartirlas con sus hermanos sacerdotes en ejercicios espirituales, charlas y jornadas.

En esta tarea, el presbítero quedó impresionado de la forma de hablar del Santo Padre, que mucho tiene que ver con la ‘comunicación bíblica’. “Me impresionó ver que, con su estilo, se realizaba de manera muy cercana algo tan antiguo como la misma comunicación de Dios. Y por ello me decidí a seguir muy de cerca su magisterio”, añadió.

Sin embargo, nunca pensó escribir un libro. Eran simplemente anotaciones personales que eventualmente compartía. Pero los responsables de PPC –tanto en España como en México– conocieron el trabajo, y pensaron que sería interesante incorporarlo a la colección que ya había iniciado la editorial con la enseñanza del Papa a grupos concretos, con el mismo formato y título de todos ellos: Queridos novios, Queridos catequistas, Queridos educadores y Queridos sacerdotes”.

Una selección rica en contenido

Al referirse a la estructura del libro, el padre Pedro Jaramillo explicó que su trabajo ha consistido en darle un engarce narrativo a las enseñanzas del Papa y agrupar el material por temas, lo cual no es nada sencillo, porque Francisco –al ser un hombre muy espontáneo–, suele introducir muy variados aportes sobre un mismo tema.

Detalla: “En el libro, los temas aparecen por orden alfabético; cada uno presenta propuestas de trabajo y un esquema, con la finalidad de retenerlo “de un vistazo”; luego se pasa al trabajo personal y en equipo; termina con la oración y celebración desde el tema. Se convierte así en un instrumento práctico de manera personal para cada sacerdote, y para tantos y tan hermosos encuentros en los que la fraternidad sacerdotal está llamada a robustecerse y a hacerse humana y sacerdotalmente ‘más densa’”.

Adentrarse en la oscuridad para alumbrar

El especialista en el ámbito pastoral destacó la importancia de que los sacerdotes tengan un acompañamiento espiritual profundo: “el acompañamiento, en general, es uno de los temas preferidos por el Papa. Los sacerdotes tenemos el peligro de ser acompañantes, pero sin dejarnos acompañar nosotros mismos. Y eso no vale. Necesitamos ser acompañados: poner nuestra vida y ministerio, con sinceridad, valentía y humildad ante algún sacerdote experimentado y sabio, para evitar el peligro de ‘engañarnos a nosotros mismos’”.

Consideró que, hoy más que nunca, la Iglesia requiere de sacerdotes que sepan vivir a ritmo de pueblo, especialmente de pueblo sufriente. “Es todo un desafío recrear un nuevo estilo de sacerdote que pase de la conciencia y práctica de la ‘segregación’ a una conciencia de su identidad en y desde el ‘arraigo’ con la gente desde la ‘caridad pastoral’”. Y justamente porque el reto es mayor –dice– se hace más urgente un acompañamiento espiritual de hondura, para poder adentrarse en la oscuridad sin perder la capacidad de alumbrar”.

Señaló que para los sacerdotes es fundamental entretenerse en el “ejercicio de la revisión de vida”, para unir “vida y ministerio”, de tal modo que puedan vivir lo específico de su espiritualidad sacerdotal, que es justamente alimentar la vida interior desde, y no al margen del ministerio que se realiza.

“Las reuniones sacerdotales –apuntó– deben ser verdaderos ‘encuentros’, y no simplemente formalidades que tenemos que cumplir para salir al paso funcionalmente de la complejidad de la acción de la Iglesia, tratada, a veces, más como organización que como presencia continuada de Jesús”.

Solidaridad sacerdotal

El padre Jaramillo se refirió también a las Unidades Pastorales que busca implementar en la Arquidiócesis de México el cardenal Carlos Aguiar Retes, que entre otras cosas contempla la vida comunitaria de los sacerdotes, a fin de que estos se acompañen permanentemente y promuevan su espiritualidad: “En lo que se refiere a la ‘solidaridad’ del equipo sacerdotal que atiende a las Unidades Pastorales, sí hay que decir que es una oportunidad única para vivir en la práctica la fraternidad sacerdotal. Todos tenemos en mente la figura fuerte, forjada, estable, bueno… del párroco ya entrado en años, pero que ha vivido su ministerio, en ocasiones, como un ‘llanero solitario’”.

Sin duda –comentó- el cardenal Aguiar “tendrá previsto hacer frente no solo a la dimensión administrativa de la decisión pastoral tomada, sino también a la preparación espiritual de los sacerdotes, para que descubran en esta nueva situación una ‘ocasión de oro’ para la vivencia de la comunión sacerdotal y de la fraternidad presbiteral que derivan del mismo sacramento del Orden”.

El presbítero que la Iglesia necesita

Respecto de las necesidades más apremiantes que la Iglesia católica debe atender en la formación espiritual al presbiterio, refirió que es preciso un acompañamiento que acuñe en la vida del presbítero el intenso deseo de la imitación de Cristo. Y, en concreto, de Jesús, Buen Pastor, dispuesto a dar la vida por las ovejas.

“Necesitamos –dijo– de un presbítero que sepa entender su ‘autoridad’, desde la cruz: una autoridad para servir y no a servirse de la gente. Un presbítero que no se encandile con la dimensión sacerdotal de su ministerio y descuide la dimensión profética y pastoral. Un presbítero que no se ‘atrinchere’ en el templo, olvidándose que, a ejemplo de Jesús, debe comenzar su pastoral desde las periferias. Un presbítero a quien nunca se le ocurra decir: ‘la Iglesia soy yo’, y considere a los laicos y laicas como a sus útiles mandaderos”.

Finalmente, reconoció que el público más duro para la formación son los sacerdotes. “Tenemos muy asumido el complejo de ‘maestros’. Y somos duros para ‘reformar lo deformado’: no por mala voluntad, sino porque la primera formación ‘nos hizo’ y nos parece que nos hizo para siempre. Nos debemos recordar todos la frase de san Agustín que al ‘con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo’, añadía, ‘para vosotros soy maestro, con vosotros soy condiscípulo’”.

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