25 años del asesinato contra Norman Pérez Bello

La organización defensora de derechos humanos que lleva su nombre rindió homenaje al joven boyacense

A través de un círculo de memoria, la Corporación Claretiana Norman Pérez Bello rindió homenaje el pasado fin de semana a la persona de la cual proviene su nombre, un joven boyacense asesinado hace 25 años en hechos que permanecen en la impunidad.

La actividad, llevada a cabo en Bosa, donde Norman Pérez desarrolló su compromiso cristiano de la mano de los misioneros claretianos, reunió a un nutrido grupo de personas vinculadas históricamente al proceso de las comunidades eclesiales de base. Entre ellas: Fernando Torres y Mario Guevara, de la corporación KairEd, y la hermana Maritze Trigos, dominica de La Presentación.

¿Quién fue Norman?

Norman Pérez Bello nació en Sogamozo en 1967. Se graduó bachiller en el Instituto Integrado Joaquín Gonzalez Camargo, donde manifestó desde temprano su inclinación a la acción social y política. Con cada lluvia, las vías de acceso a la institución educativa se enlagunaban. Siendo un adolescente, Norman organizó a sus compañeros y, mediante manifestaciones pacíficas, hizo que las autoridades locales pavimentaran y crearan conductos de desagüe para solucionar el problema.

Con el tiempo, la movilización creció, hasta constituir una organización a nivel de toda la ciudad: la Asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Como una forma de dar continuidad a dicho proceso, Norman entró al Movimiento Juvenil Kigüe-Yacta (Tierra de hermanos), una expresión de la pastoral juvenil de los claretianos en aquellos años.

En junio de 1988, ingresó a la Universidad Nacional y se trasladó a Bogotá. El padre Miguel Ángel Calderón recuerda: “Todo el mundo le tenía mucho cariño porque él se hacía querer; llevaba alegría a todas partes”.

El papá de Norman tenía un apartamento en la ciudad, donde el joven vivió durante algún tiempo, subsistiendo de su trabajo como vendedor de chance y celador. Más adelante se trasladó al barrio José Antonio Galán, de Bosa, donde conformó junto a un grupo de claretianos una comunidad eclesial de base. Se unió como catequista a la pastoral de la parroquia San Bernardino y, entre otras de sus actividades, se comprometió a fomentar estrategias de economía solidaria, codo a codo junto a otros jóvenes.

“Histeria de persecución”

A inicios de la década de 1990 el genocidio de la Unión Patriótica avanzaba impunemente. A la manera de una cacería de brujas, se estigmatizaba formas de organización popular como una manera de perseguir a las agrupaciones guerrilleras en campos y ciudades. Las tesis de la doctrina de seguridad nacional legitimaron desapariciones, torturas y asesinatos a manos de la Fuerza Pública, en contra de la población civil. En la década anterior, el Movimiento de la Iglesia de los pobres ya había sumado a sus listas de mártires varios nombres, hombres y mujeres comprometidos con la denuncia de las injusticias y con el anuncio de la posibilidad de una sociedad colombiana diferente. En Neiva, Santa Martha y Bogotá se les seguía la pista a los claretianos. Los allanamientos se sucedían en las casas de formación y en las obras de los misioneros. El ambiente no había mejorado en 1992, cuando las comunidades eclesiales de base programaron una asamblea nacional para finales de junio, que se llevó a cabo en Cali. Norman fue elegido representante regional por parte de los grupos de Bogotá, pero no alcanzó a asistir a la actividad. El crimen que le quitó la vida ocurrió el 10 de junio.

Compartir