Tribuna

Vida religiosa y sinodalidad: mística y profetismo

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El inicio del camino del Sínodo 2021-2023 “por una Iglesia comunión, participación y misión” ha estado precedido por un signo esperanzador. A través de una carta dirigida a la vida monástica y contemplativa, el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, reconoce que en un tiempo tan decisivo para la Iglesia, los monjes y las monjas enriquecen a toda la comunidad eclesial con su “preciosa vocación” y, en este sentido, son “custodios y testigos de realidades fundamentales para el proceso sinodal que el Santo Padre nos invita a realizar”.



En su misiva, el cardenal Grech destaca tres elementos constitutivos de la Vida Consagrada que, a su vez, son inherentes al itinerario sinodal: la escucha, la conversión y la comunión. Estas tres ‘columnas de la sinodalidad’ están atravesadas por la ‘viga de amarre’ de la oración. De ahí el pedido del secretario del Sínodo a los religiosos y religiosas para que también sean los custodio de la oración, trasladando al proceso sinodal el recurrente pedido del papa Francisco: “¡Recen por mí!”.

Sínodo Amazonía

En su camino de revitalización, la Vida Consagrada ha apostado por una renovada pasión por Jesucristo y por la humanidad, asumida desde la riqueza de los carismas y a la luz de la Palabra de Dios, para responder al llamado perenne a optar por los más pobres y excluidos de la sociedad. Su compromiso se comprende en categorías de mística y profetismo, dos pulmones necesarios para la sinodalidad, para oxigenar este “caminar juntos” con la intención de involucrar a todos los bautizados e incluir a los niveles de la vida de la Iglesia desde la riqueza de cada vocación.

Contemplación y escucha

Con el pulmón de la mística, la Vida Consagrada acude a las fuentes del Evangelio y apela a sus orígenes, para reconocer que el Señor está presente en la historia, en medio del Pueblo Santo de Dios, y nos anima a buscar su voluntad en un clima de oración, contemplación y escucha sincera de las mociones del Espíritu.

El pulmón del profetismo, tan presente en las múltiples expresiones carismáticas de la Vida Consagrada y en los más diversos contextos, estimula a la fidelidad creativa para abrir nuevos cauces en perspectiva de conversión y de comunión, a favor de la vida y del cuidado de la Casa común, que nos conduzcan a una Iglesia donde todos nos reconozcamos como hermanos y hermanas, una Iglesia fraterna, sororal y profundamente ministerial, abierta a la participación de todos los bautizados en torno al compromiso de ser, verdaderamente, discípulos misioneros en salida, Iglesia samaritana testimonio del Reino hasta sus últimas consecuencias, de manera especial en las periferias geográficas y existenciales.

Con su mística y profetismo, la Vida Consagrada tiene mucho que ofrecer a este itinerario sinodal. ¡Esta es su hora! La Iglesia cuenta con su experticia en comunión, participación y misión, pero, sobre todo, con su coraje para trazar nuevas sendas que nos desinstalen de la comodidad, el estancamiento y la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres, porque, como se dijo en Aparecida, “la Iglesia necesita una fuerte conmoción”.

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