Tribuna

Vida humana para las mujeres

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Cada 30 horas –en promedio– un varón quita la vida a una mujer en la Argentina. Esa es la noticia, que comunica la crueldad de un nuevo feminicidio, pero con frecuencia no plantea la distancia reflexiva necesaria que nos debemos. Hace falta decir que este varón no se comporta como un ser humano y que ella, la que sufre el arrebato de su vida, no es reconocida como persona humana.



También se debe mencionar que, en nuestra sociedad, la violencia cultural no es cuestionada ni resistida y así se fomenta y legitima fácilmente la violencia física y estructural. De este modo, la urgencia de un saneamiento cultural se hace evidente; todos y cada una somos igualmente responsables en esta tarea. Porque en la cultura se transmiten desapercibidamente diversas representaciones sociales y prácticas cotidianas androcéntricas, que causan y sostienen relaciones desiguales entre las mujeres y los varones. Cuando sucede un feminicidio, no se trata de un hecho aislado o de un varón que pierde los controles y sale a matar a una mujer de su cercanía. El feminicidio, como asesinato sistemático de mujeres por ser mujeres, manifiesta la existencia de una cultura sexista omnipresente, deudora de una visión masculina dominante, desfavorable para las mujeres y las niñas, que ciertamente es contraria al plan de Dios.

2021: “Mujeres líderes”

El Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo desde 1975, en memoria de las 129 trabajadoras que murieron en un incendio durante una huelga en la fábrica Cotton (Nueva York) el 8 de marzo de 1908. Este año 2021 se asume el tema “Mujeres líderes: por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”. La perspectiva elegida muestra que el asunto principal no debe girar solo en torno al estigma de las víctimas, los estereotipos sociales y la violencia de género, aunque ellos deban ser reconocidos y denunciados.  Lo realmente relevante está en visualizar la importancia de la agencia de las mujeres y su participación en las mesas de las decisiones en vistas a detener y erradicar la violencia contra mujeres, niñas y toda persona vulnerable.

Necesitamos superar la tentación de la re-victimización, siendo capaces de una comunicación que denuncie los atropellos contra la dignidad humana de las mujeres y de todo ser humano, a la vez que de una reflexión que muestre el compromiso de tantas mujeres por una vida sin-violencia. El foco de atención debe estar a favor de una cultura más igualitaria e inclusiva, que denuncie la violencia machista y, al mismo tiempo, trabaje por un reconocimiento de los varones no por su fuerza para matar, sino por su compromiso para respetar y proteger la vida humana sin ser burlados o discriminados por ello. El Día Internacional de la Mujer es una buena ocasión para interrogarnos sobre la buena noticia que anunciamos los cristianos en relación con la vida de las mujeres, no sólo con nuestra forma de obrar, sino además con nuestra forma de pensar y comunicar.  Todos y cada una somos parte.

Otra pandemia

La otra pandemia, la de la violencia contra las mujeres y las niñas –que lamentablemente incluye a mujeres adultas que abusan y explotan sexualmente a (hijas) adolescentes y niñas–, se extiende en medio nuestro y pide un cambio cultural. Las desigualdades del presente, junto al aislamiento social preventivo a causa de la Covid-19, han favorecido el maltrato y la violencia de género. Han aumentado los llamados de pedido de ayuda y también, dramáticamente, los feminicidios. ¿Cómo plantear el tema de una manera que colabore a evitar la exposición de las víctimas en su indefensión y la exhibición de los victimarios en su brutalidad?

Ante todo, es preciso aclarar que las mujeres no somos solo víctimas, sino también agentes de nuevas formas de convivencia humana. En definitiva, los movimientos de mujeres a lo largo y a lo ancho del planeta existen para recordar que las mujeres somos personas humanas; de ese pensamiento radical trata justamente el feminismo. Los varones no son solo victimarios, sino también actores de relaciones igualitarias y, cada vez más, promotores conscientes de masculinidades no-violentas. Pero la cultura que vivimos contiene elementos sexistas, de “dominación masculina”, que generan desigualdad y exigen una revisión y un saneamiento para que haya cambios. La revolución cultural debe continuar y en ella todos y cada una somos responsables de generar los cambios adecuados que aseguren una vida sin violencia.

El tema del Día Internacional de la Mujer de este 8 de marzo de 2021 va en este sentido: Mujeres líderes, que conducen pensamientos y acciones capaces de impulsar un futuro más igualitario. La pandemia de la Covid-19 plantea nuevos desafíos y evidencia las deficiencias a la hora de dar una respuesta satisfactoria –por inmediata y efectiva– a la violencia sufrida por mujeres y niñas.

Mujeres, artesanas de la paz

En el año 2016, un grupo de teólogas argentinas, alemanas y latinoamericanas, celebramos en Buenos Aires un “congreso de teólogas” dedicado al tema de la paz y la violencia desde la perspectiva de las mujeres, que es oportuno recordar en estas reflexiones. Las conferencias principales fueron editadas por V. R. Azcuy, M. Eckholt y M. Mazzini en una obra titulada: Espacios de Paz. Lectura intercultural de un signo de estos tiempos (Buenos Aires 2018). La temática sigue siendo muy actual, por cuanto hemos reflexionado transversalmente sobre las prácticas de las mujeres como “artesanas de la paz”, incluyendo en el congreso una exposición de 100 mujeres por la paz, entre las cuales fueron seleccionadas algunas que recibieron el Premio Nobel de la Paz y otras que fueron postuladas para tal premiación. Visibilizar a estas y otras mujeres líderes, que han contribuido sin lugar a dudas a generar una cultura de la paz, la no-violencia, la pacificación y la reconciliación, constituye un aporte para el cambio cultural.

Resulta imperioso dar publicidad a estas vidas y audibilidad a sus voces para crear una nueva conciencia sobre el lugar de las mujeres, adultas y jóvenes, en la construcción de la paz y la erradicación de la violencia. Si la violencia es más que ausencia de paz, la paz desde el punto de vista teológico es mucho que ausencia de violencia.

El Shalom bíblico expresa la participación en una vida de justicia, en abundancia, con el florecimiento de la vida común en sus diversas dimensiones. Tanto la construcción de la paz como la promoción de procesos de pacificación suponen la participación de todos los actores y actoras sociales, de todos los sectores de una sociedad y el trabajo colaborativo a nivel nacional e internacional.

El desafío de superar la violencia de género, como parte de una violencia sistemática que es física, estructural y cultural, exige revalorizar la dignidad humana y sobre todo la igual dignidad humana de las mujeres, jóvenes, niñas y niños. Esta puesta en valor empieza por la escucha de sus voces, de sus reclamos, de sus aspiraciones de libertad y de una vida sin violencia. La tradición cristiana enseña: ‘Gloria Dei vivens homo’ (la gloria de Dios es que el ser humano viva); hoy podemos actualizar esta verdad fundamental de nuestra fe afirmando ‘Gloria Dei vivens mulier’, la gloria de Dios es que la(s) mujer(es) viva(n). Una vida plenamente humana para las mujeres está en el plan de Dios.