Tribuna

Una eternidad donde ya no hay envejecimiento

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Con esta entrega, terminamos este ejercicio, donde intentamos dar una respuesta científica a las posibilidades cuánticas de la resurrección, reiterando que jamás se buscó desestimar el misterio teológico, sino confirmar, que Dios es el único omnisapiente y omnipotente. Recuerda que estas líneas están basadas en las reflexiones sobre “La Resurrección desde la física cuántica”, del padre Manuel Carreira (1931-2020), astrofísico quien fuera miembro del Observatorio Vaticano.



El cuerpo de Cristo, glorificado, resucitado, está en el mismo trono de Dios, adorado por ángeles. Adoramos a la materia cuando adoramos al cuerpo de Cristo, porque es materia. Y es materia que se ha formado por evolución de estrellas. Es materia que ha formado parte del universo en su evolución de millones de años. Esta materia ya está rescatada para siempre de la destrucción: es la materia gloriosa que ya no sufre el desgaste ni los cambios propios del mundo físico natural.

Todo aquello que es el hombre, por tanto, está llamado a ser glorificado. Está llamado a ser transformado en un nuevo modo de vida que se puede simplemente describir diciendo que es el modo de vida propio de Dios: existir en una eternidad donde ya no hay envejecimiento, ni desgaste, ni cambio que nos destruya. La muerte ya no tiene lugar, porque la muerte es precisamente el resultado de un desgaste, de un desajuste de nuestros órganos materiales. No habrá desgaste ni cambio en el cuerpo resucitado.

Hace unos años leí un periódico en Estados Unidos donde había viñetas de diversos autores. En una de esas viñetas aparecía una niña de cinco o seis años rezando sus oraciones antes de acostarse, con el papá a lado. Y la niña dice: Papá, ¿en el cielo se le puede dar un abrazo a Dios? Pues bien, podemos decir que sí. Tendremos cuerpo. Tendremos la posibilidad de dar un abrazo a Cristo, sí, porque el cuerpo es redimido por Cristo lo mismo que es redimido el espíritu.

El cuerpo de Cristo y el de María viven en esa vida eterna

Se salva la materia de esa futilidad que, si uno mira solamente los datos de la física, es el futuro del universo. Porque la física me dice, sin lugar a dudas, que la evolución del universo lleva a destruir todas las estructuras materiales, todas. Primero, a que se apaguen todas las estrellas. Luego, esos cuerpos oscuros y fríos terminan desintegrándose. El estado final que la física puede predecir es un vacío oscuro y frío donde en el volumen en que ahora hay tal vez cien mil millones de estrellas entonces solamente habrá un electrón.

Entonces uno puede preguntarse, ¿para qué fue todo? Parece que el universo haya sido en vano, si esto es todo lo que queda al final. ¿Para qué el universo? La respuesta, positiva, hermosa, nos la da el dogma de la resurrección. El material del universo se rescata de la futilidad y de la destrucción en el cuerpo glorificado. El cuerpo de Cristo y el cuerpo de María ya viven en esa vida eterna, y nosotros estamos también llamados a ella. ¿Cómo va a ser esa vida?

Termino con la frase de san Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni le cabe a nadie en la cabeza lo que Dios tiene guardado para los suyos” (1 Cor 2, 9). Me parece que esto tiene que abrirnos un panorama de esperanza mucho más hermoso que todo lo que nos puedan decir simplemente los datos físicos.

 

Fuente: P. Manuel Carreira, SJ, ‘La Resurrección desde la física cuántica’.

(Parte 10 de 10)