Mirando el pesebre y la visita de los Reyes Magos llevando sus dones, sus regalos al Niño Dios, reflexioné sobre esto que les comparto.
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Los Reyes llegaron a Belén porque tuvieron la noticia de que un niño había sido dado. Y se encontraron con María y José que también habían sido dados para cuidar a ese niño y con los Pastores, dados para anunciar la noticia y fui descubriendo muchos dones más con el centro en el gran Don de la vida de Dios hecho hombre.
Y ahí vi también la gratuidad, nadie tiene que pagar o hacer un contrato para disfrutar de este don. Dios simplemente se da. Está allí.
Un Dios creador que nos da amaneceres, atardeceres, flores, frutos, animales y tantas expresiones más de nuestra Casa Común en donde manifiesta su arte y su diversidad y que se da allí, silenciosamente, sin alardes.
Un Dios que nos hizo en comunidad con diversidad de razas, lenguas, pensamientos y una inteligencia y un corazón para transformar, para amar, para servir, para curar siendo don para los demás.
Todo está allí, servido para ser tomado, usado, disfrutado. Dios no se queja, una y otra vez se hace don, se entrega, nos confía sus dones; el primero de ellos: nosotros mismos, nos confía nuestra vida.
Hay que cuidar a Dios
En el momento en que nos creemos acreedores, merecedores y no vemos estos dones como regalo, como providencia sino como objeto a poseer es cuando entorpecemos la historia. Junto con eso vienen las quejas, las desilusiones, las agresiones porque no tenemos, porque queremos más. Allí olvidamos que el mismo Dios para entrar en este mundo sólo pidió amor, el mismo que ya les había dado a los personajes del pesebre. Y es lo que nos pide a nosotros, dar y darnos con amor. Ese amor con el que nos creó.
Quizás al concluir llegué a una idea que algún teólogo puede tildar de incorrecta, pero a mí me gustó. Viendo la Casa Común, don de Dios, viendo a tantos hermanos imagen de Dios que sufren y la pasan mal, otros que se han olvidado de Dios y se creen dioses y finalmente fijando mis ojos en el Niño Dios del Pesebre sentí que hay que cuidar a Dios.
Así como María y José cuidaron su fragilidad, estamos llamados a cuidar a Dios presente en todo empezando por lo más frágil.
No tengo dudas que lo más frágil es nuestro propio corazón que muchas veces se olvida que su propio latido es don de vida y es allí donde se guarda el amor.
María fue maestra en esto…. “guardaba cuidadosamente todo en su corazón”, no entendía pero sabía que todo es don de Dios y Él nos señala cuando regalarlo para regalarse.