Tribuna

Salesianas: diario íntimo de un capítulo general

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He llegado cinco horas tarde a la cita de las 13:00 en la Casa Generalicia. No tengo ni mi equipaje ni mi cuaderno de ejercicios. Ya estaban aquí todas las provinciales con las delegadas de 97 naciones de los cinco continentes; en total, 172 incluida la madre general y su Consejo. Mientras comenzaban, yo, que vivo a solo una hora de distancia en avión, esperaba mi maleta en la cinta de equipaje del aeropuerto… Maleta que nunca llegó.



Así comenzaba mi primera y larga jornada como delegada del XXIV Capítulo General del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Las largas jornadas se repitieron luego durante 36 días y 864 horas, desde la inauguración oficial de la asamblea el 18 de septiembre hasta el 24 de octubre, con algunas variaciones en el horario y un evento especial: la visita del Papa Francisco del 22 de octubre. Fui elegida por las hermanas de Sicilia para representarlas, junto con otras dos, en el debate y en la búsqueda de estrategias sobre nuestra presencia profética en este hoy histórico.

En la sala capitular, hojeando la carpeta que contiene datos logísticos, listas y demás material, en una primera mirada al calendario me dije: este tiempo es una oportunidad para el discernimiento espiritual, la oración, el compartir y el encuentro intercultural.  Y para acoger, incluso en los momentos de silencio y adoración “al dueño de la casa”, Dios, que vive dentro de mi deseo de enamorada. No escondo que un sentimiento agradable acaricia mi alma porque me encuentro en condiciones de abrazar la palabra sinodalidad que de criterio pasa a ser tangible.

El Capítulo, este gran evento convocado el año pasado y luego aplazado con motivo de la pandemia por la superiora general, la madre Yvonne Reungoat, es un tiempo fuerte tanto para revisar como para buscar trabajando juntas lo que el Señor quiere decirnos y pedirnos hoy. He vivido estos días en escucha, con el corazón disponible a las llamadas de Dios en nuestros tiempos frágiles, rotos por una pandemia inesperada que ha acentuado la soledad de todos.

En especial, la de los jóvenes a quienes considero el ahora de Dios y parte esencial del carisma salesiano. Ellos han visto socavada su libertad para vivir y decidir sobre su vida diaria. Este gran desafío en el encuentro intercultural ha surgido como una oportunidad de crecimiento.

Mis jornadas como delegada se parecían bastante. Así desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde, con una pausa para el almuerzo y algún descanso, me encontré en un proceso de debate, apertura y dinamismo del carisma. En diálogo con la asamblea multicultural, me dejé llevar por la sabia lectura de la realidad y por las decisiones que acrecientan la vitalidad del Instituto. Con este espíritu me adentré en el tema del Capítulo: “Haced lo que Él os diga. Comunidades que generan vida en el seno de la contemporaneidad”.

Caminar juntos

En él escogí mi palabra transversal: caminar juntos. Esto me hizo respirar como Iglesia, como pueblos hermanos, como tierra futura y como familia espiritual apostólica. Y me urgió a vivir el Capítulo como un acontecimiento pentecostal. Es emocionante sentirse parte viva de una familia religiosa que representa las diversas culturas con las inquietudes, sufrimientos, expectativas y necesidades explícitas y no explícitas de los contextos socioculturales en los que vivimos. Somos más de once mil religiosas presentes en 74 provincias.

La semana dedicada al discernimiento y la invocación del Espíritu para la elección de la nueva superiora general y de los miembros del Consejo adquiere una importancia fundamental. Otro momento que requirió de la responsabilidad de cada una fueron las horas dedicadas a planificar juntas las líneas maestras para el sexenio 2021-2027. Se organizaron cinco comisiones, que a su vez se dividen en subcomisiones.

Sobre las emociones vividas en los días del discernimiento, escribo una nueva página en blanco. Entré de lleno en e la escucha profunda y el sentido de pertenencia a esta gran familia religiosa. Por tanto, la perspectiva desde la que he visto el gesto de corresponsabilidad de las elecciones ha sido la de la calidad de animación y gobierno de la superiora general y su Consejo.

Fecundidad del Instituto

El gesto de escribir un nombre contribuyó a la fecundidad del Instituto en los próximos años. El 5 de octubre, un aplauso de 29 minutos y 59 segundos marcó la elección, en la primera votación, de la nueva superiora general, Madre Chiara Cazzuola, nacida hace 66 años en Toscana. Es la décima sucesora de la cofundadora, santa Maria Domenica Mazzarello.

La recién elegida ingresó al Instituto a los 18 años en Castelgandolfo y es hermana desde 1975. Primero fue maestra, luego directora, coordinadora de pastoral juvenil y primera superiora de la Provincia Emilia-Liguria-Toscana. Desde 2008 es consejera visitadora de América y Europa y desde 2014 vicaria general.

Tras la elección, la Madre Chiara habló a la asamblea capitular con emoción, humildad y sencillez, cualidades que la caracterizan: “Es una misión más grande que yo. Confío en el Señor, Roca Eterna, y me encomiendo a María Auxiliadora que siento muy presente. Ella es la verdadera Superiora del Instituto, por eso digo que sí y os agradezco la confianza. Sé que será un camino que recorreremos juntas”.

La madre general emérita, sor Yvonne, la recibió con un abrazo cariñoso y un ramo de rosas rojas. Un día muy emocionante porque, a medida que se marcaban los votos en la pizarra, la emoción crecía hasta estallar en lágrimas de alegría. En el Capítulo me involucré en el intercambio intercultural interactivo.

Pasé la mayor parte de las horas del día en los subcomités. Los defino como gimnasios para escuchar y compartir. En una palabra, lugares de sinodalidad. Hablamos de nosotras mismas mirando al mundo contemporáneo proyectándonos en el horizonte de la formación continua, del caminar juntas y de la misión en la red.

Hablamos de nuestra experiencia y de la misión educativa a partir de la frase bíblica del Evangelio de San Juan: “Haced lo que él os diga”, que se convirtió en la consigna del Capítulo. Es una de las pocas palabras que dice María de Nazaret en la Sagrada Escritura. El hilo conductor que tejió nuestras vivencias fue la presencia de María en el primer milagro de Jesús. Me dejé cuestionar sobre qué “vino” falta en el contexto actual y nuestras comunidades. Y qué valioso es reflexionar sobre la calidad de la presencia de la Madre de Jesús y, por tanto, sobre mi presencia como consagrada y educadora en el contexto actual.

Escuchar los gritos

Me apasiona la señal de las tinajas que el Señor evalúa para obrar el milagro. Porque las reconoce como indispensables y capaces de aceptar nuevos contenidos. Por eso, me siento llamada a estar entre la gente con una mirada atenta y esperanzada. Una mirada que no anula las diferencias, sino que las reconcilia. Una mirada que quiere expresar la apertura a la unidad del Carisma que realza la riqueza del diálogo intergeneracional, intercultural, interreligioso e intercongregacional.

En este diálogo me siento viva como mujer consagrada, como Iglesia y como Familia Salesiana. Y yo también me comprometo a testimoniar, en fidelidad a mi Jesús, las exigencias de los valores evangélicos y a escuchar el grito de los jóvenes, los gritos de los pobres y el clamor de la tierra saqueada en las elecciones concretas y valientes para la misión en la red. La historia de estos días del Capítulo es ahora parte de mi historia, actúa como un espejo para mí. Me ayuda a mirar lo que nunca observé sobre mí.

*Artículo original publicado en el número de diciembre de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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