Tribuna

Oficinas de Protección de Menores: “Acoger, acompañar, derivar”

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Acoger, acompañar, derivar. Un servicio de las oficinas de protección de menores. Lo primero que tenemos que recordar es a las víctimas. Se sale de los objetivos de este artículo el poder desgranar el sufrimiento de las víctimas de abusos en la Iglesia, ni desarrollar los pasos para encauzar y dar seguimiento a la denuncia, pero debemos tener siempre en la mente y el corazón el dolor causado. Solo si los escuchamos, si los miramos a los ojos, si nos abrimos a ellos, podremos realmente ofrecer el servicio de “Acoger, acompañar y derivar”.



La Iglesia está llamada a acoger con compasión, acompañar con cercanía y derivar con responsabilidad, asegurando que el bienestar de las víctimas siempre esté en el centro de nuestras acciones. Nuestra respuesta debe estar motivada por el amor, la justicia y la misericordia, reflejando el verdadero rostro de Cristo. Ellos ya han sufrido encontrarse con representantes de Cristo que les han hecho daño. Es nuestra oportunidad de mostrarles su verdadero Rostro.

La parábola del Buen Samaritano nos ayudará a desgranar la labor de las oficinas de “acoger, acompañar y derivar”. No son pasos secuenciales, aunque los separemos para mayor claridad. Desgraciadamente, tenemos que reconocer que los miembros de la Iglesia hemos sido esos bandidos que han dejado medio muertos a las víctimas de abuso. Pero también hemos sido ese sacerdote y levita que han pasado de largo. No queremos pasar de largo.

Acoger

El Buen Samaritano se detiene al ver al hombre herido en el camino. Mientras otros pasaron de largo, él se acercó y lo acogió con compasión, reconociendo su sufrimiento y necesidad. Este primer gesto del Samaritano simboliza la actitud de acogida que las oficinas de protección de menores deben tener hacia las víctimas: un espacio seguro y empático donde la persona que ha sufrido pueda ser escuchada y comprendida sin juicios ni indiferencia.

Ilustración de oreja. Oído. Escucha

La acogida implica una respuesta inmediata y genuina al dolor del otro, reconociendo su sufrimiento y prestando atención a sus necesidades. Como el Samaritano, es importante que quienes reciben a las víctimas lo hagan con una disposición de compasión y respeto, escuchando activamente y ofreciendo un entorno de confianza. Y para ello conviene contar con un proceso cuidadosamente diseñado. Algunos elementos que pueden ayudar son:

1. Crear un entorno seguro y confidencial

  • La oficina debe ser fácilmente accesible tanto física como virtualmente, para que cualquier persona que necesite presentar una denuncia o buscar ayuda pueda hacerlo sin obstáculos.
  • Espacio físico adecuado: un lugar privado, tranquilo, donde la víctima pueda sentirse segura.
  • Confidencialidad.

2. Actitud y comunicación empática

  • Escucha activa: prestar total atención, evitar interrupciones y hacer preguntas abiertas que permitan a la víctima expresarse libremente.
  • Empatía y comprensión, evitando cualquier gesto o comentario que pueda parecer crítico o que minimice lo que la víctima está compartiendo.
  • Lenguaje claro y comprensible, evitando tecnicismos o palabras que puedan confundir o intimidar a la víctima.

3. Actitud respetuosa y centrada en la persona

  • Permitir que cuente su historia a su propio ritmo, respetando los silencios y sin pedir que relate más de lo que se sienta cómoda compartiendo.
  • El proceso debe ser pausado y delicado, con el tiempo necesario para que la víctima sienta que su historia importa y que sus necesidades están siendo atendidas.

4. Validación de la experiencia de la víctima

  • Una de las primeras acciones es hacerle saber a la víctima que se le cree y que se valora su valentía por hablar de lo sucedido. A estas oficinas no les corresponde la investigación.
  • Evitar la revictimización con comentarios o preguntas que puedan hacer que la víctima sienta que es responsable o que podría haber hecho algo para evitar el abuso.

Acompañar

Después de acoger al hombre herido, el Buen Samaritano cuida de él directamente, limpiando sus heridas y brindándole atención inicial. Este acto simboliza la necesidad de acompañar a las víctimas en su proceso de sanación, estando presente para ofrecer apoyo constante y sostenido. La relación debe estar basada en el buen trato, brindándoles experiencias de contraste con el abuso recibido.

Objetivos:

  • Ofrecer una presencia constante que ayude a las víctimas a superar el trauma. El compromiso no finaliza con la intervención inicial.
  • Proporcionar orientación y recursos adaptados a las necesidades específicas de cada caso. Cada menor y su familia tienen necesidades diferentes.
  • Ofrecer a la víctima un punto de contacto fijo en la oficina para que sepa a quién recurrir en caso de necesitar ayuda o tener alguna duda.
  • Para quienes lo deseen, se puede ofrecer un acompañamiento espiritual o pastoral. Este apoyo debe ser ofrecido de manera respetuosa, sin imponer creencias, y adaptado a las necesidades espirituales de cada persona.
  • Apoyo a la familia: no solo el menor necesita acompañamiento; también su familia puede requerir orientación para entender cómo manejar la situación y superar las consecuencias del abuso.

Derivar

El Buen Samaritano no se limitó a cuidar al hombre herido en el lugar del accidente; lo llevó a una posada y se aseguró de que recibiera atención continua, dejando instrucciones y recursos para que el posadero continuara con su cuidado. Este acto de derivar es un ejemplo claro de cómo reconocer nuestras propias limitaciones y saber cuándo y cómo involucrar a otros en el proceso de ayuda.

Derivar a la víctima a especialistas y a servicios más adecuados es un acto de responsabilidad y amor, asegurando que reciba la atención experta que necesita. Como el Samaritano que confió al herido al cuidado de otros en la posada, la Iglesia también debe buscar el apoyo de otros profesionales para que las víctimas reciban el tratamiento más adecuado. Esta derivación tiene como objetivo buscar la mejor atención para la persona. No todo lo podemos hacer desde nuestras oficinas. Pero esto no es “quitarse un problema de encima” y pasarle a otro la responsabilidad de atender adecuadamente a quien sufre.

La derivación debe realizarse de manera estructurada, empática y eficiente, garantizando que las necesidades de la víctima sean atendidas de forma integral y por los profesionales adecuados. Para ello es necesario:

  1. Desarrollar un plan de atención que detalle los servicios que la víctima necesita y los pasos a seguir para garantizar su acceso a estos recursos.
  2. Coordinación con servicios especializados, médicos, psicológicos y legales.
  3. Colaboración con entidades externas y organizaciones especializadas de atención a víctimas, así como con las autoridades civiles.
  4. Comunicación clara y transparente con la víctima, explicándoles cada paso y contado con su consentimiento informado.
  5. Seguimiento continuo, evaluando el progreso y con flexibilidad para hacer los ajustes necesarios.
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