Tribuna

Obispos, sacerdotes y primer anuncio: de vestiduras, símbolos y ritos

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Este fin de semana se ha celebrado el Encuentro de Laicos organizado por la Conferencia Episcopal sobre el primer anuncio del Evangelio y la necesidad de transmitir la experiencia de Cristo como un valor a la humanidad, elementos a tener en cuenta en una primera evangelización tanto en modos como en formas.



Yo, por razones de organización, me he quedado fuera. Nuestro movimiento de Profesionales Cristianos de Acción Católica Especializada sólo tenía posibilidad de un puesto en dicho evento y, claro está, priorizamos la presencia de un laico sobre un presbítero de cara a la participación. Rogamos poder estar alguien más pero no fue posible. Más vale así, que sobre y que no haga falta como decía mi abuelo, que en gloria esté. Los organizadores intentan que no sean encuentros clericales, pero entiendo que eso supone también una actitud de escucha de los pastores hacia las reflexiones de los laicos en torno al modo de llegar a los hombres y mujeres de hoy.

Conversaciones varias

El fin de semana he estado dedicado a otros menesteres, sin perder la atención de lo que estaba ocurriendo en el foro eclesial. En una de las conversaciones con personas queridas y allegadas, se provocó un diálogo por audio de Whatsapp que me pareció sugerente y que considero que tiene que ver con el primer anuncio, o la primera impresión. Hablaba con Ana, que vendrá próximamente a Madrid y quería que nos viéramos con su hijo y la novia para ir preparando la liturgia matrimonial que tendrá lugar a finales de año en Zafra. Desean una celebración cuidada, que pueda ser significativa e interiorizada, y, como yo esto en Madrid, podré acompañarlos en dicho proceso de preparación litúrgica.

Me comentaba, al hilo de este tema, que había estado en una celebración presidida por nuestro nuevo arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz, don José, con motivo de una celebración memorial de un sacerdote fundador de una institución religiosa de laicas consagradas en nuestra diócesis a las que ella está agradecida y quiere mucho. Ella suele celebrar la eucaristía en las parroquiales sencillas y normales, ya sea en Badajoz o cuando está fuera por motivos de estudios e investigación, pues ella tiene una cátedra de Fisiología en la universidad.

Impresión negativa

A Ana le había llamado la atención la celebración y le había dado una impresión de cierta negatividad por desfasada. Los gestos, ritos, símbolos, no decían nada o más bien decían y daban pie a claves no muy acordes con la Iglesia sencilla y pobre en la que ella cree y busca.  Comparaba con la actitud sencilla del Papa y me hacía referencia incluso a los zapatos que suele usar y la anécdota de que eran los suyos de siempre. No se explica ella cómo intentando el papa ser tan sencillo, eso no se traduce en los modos de sus pastores en la Iglesia. Yo le explicaba que eso era así en las celebración solemnes y que, a veces, a los propios que les invitan a presidir, les gusta ese boato.

Algunos detalles extraños para ella, que expresaba con cariño y cercanía, y nada de acritud, eran los siguientes: “El gorro será importante, pero no dice nada. El caso es que habló bien, pero al acercarse a las de la institución, noté que puso la mano como para que se la besaran. Yo estoy en la universidad y eso no me gusta, eso está desfasado, no me imagino un becario besando el anillo al catedrático. Y el bastón de plata, o plateado, yo lo veo innecesario. Ya sé que soy inculta, pero si a mí, creyente, me inspira este sentido, imagina al que lo ve desde fuera. Y había un sacerdote jovencito, que se veía de porte simpático, pero le iba cambiando gorro, trayendo y llevando bastón… No sé, daba sensación de servilismo, pero da la impresión de que están acostumbrados a ese protocolo… Ellos lo vivirán como normal, pero a mí me quedo pensante y con cierto dolor como cristiana. Siéndote sincera, yo, lo de los gorros, el bastón de mando y esa mano con anillo para besar, los anularía del rito”.

Del anillo al pectoral

Al poco entré en conversación y el mismo tema surgió con otra persona querida conocida de Ana en la facultad, Trini, muy implicada en Profesionales Cristianos, que ha participado en Pastoral Universitaria y sigue muy implicada en el quehacer eclesial, especialmente ahora en lo que se refiere a la ecología integral y el movimiento Laudato si’, con formación creyente que puede entender más lo signos.

El papa Francisco, en el encuentro con Vida Nueva

Le refería yo que, a veces hemos hablado que la misma universidad tiene gestos, ritos y símbolos muy de origen eclesiástico, hasta anillos y pectorales de un modo y otro. Y ella me respondía, con criterio: “Es verdad Pepe, pero la universidad no reivindica el servicio, la humildad y la pobreza como valores propios y prioritarios…, sino el saber-conocimiento como referencia suprema de su ser. Además, a muchos profesores no les gustan esos ceremoniales universitario medievales inspirados en la Iglesia…(donde la universidad nació). Siendo sincera, tras mi proceso, hoy día, los rituales de la Universidad no me molestan, incluso me gustan, en cuanto son recordatorio de dónde venimos. Pero los de la Iglesia no, porque no ayudan a transmitir la imagen real de Jesús pobre y de su Iglesia de los sencillos”.

Normalidad eclesial

Y terminó Trinidad anotándome que la pena es que nadie les hace llegar de un modo cercano y fraterno a nuestros pastores estos comentarios sinceros, hechos desde la vida real y la normalidad de un hoy eclesial y social. Se alegró cuando le dije que yo se los había hecho llegar a nuestro arzobispo, porque lo encuentro sencillo y cercano, y con actitud de escucha, queriendo conocer de verdad lo que piensa y siente el Pueblo de Dios al que acaba de llegar. Lo recibió Rodríguez Carballo dándome las gracias, tras pedirle yo perdón por mi atrevimiento, hecho de corazón sincero.

Sé que hay gente que piden esos elementos como adorno y gloria de los actos que organizan, o sea, que tienen su público, pero son opciones que dan imagen y que anuncian a los cristianos sencillos y a la sociedad este sentir, que más que anunciar, aleja y echa para atrás.

Buen corazón

Lo traigo a colación, porque viendo todo el montaje articulado en torno al primer anuncio en estos días, queriendo llegar en forma y mensajes al mundo, no estaría de más comenzar el anuncio con la escucha de cosas tan sencillas como estas, que están al orden de la calle, recogerlas de los que tienen buen corazón y creen en el Evangelio, aunque tengan fallos. Es tiempo de comenzar a desvestirnos y desapropiarnos de todos aquellos gestos, símbolos, ritos que realmente no vienen, ni tienen nada que ver con una verdadera base neotestamentaria.

Volvamos a las fuentes y entremos en lo más sencillo del ser cristiano, sin dejarnos perder en lo externo pero muy expresivos elementos de un contexto y una consideración de la Iglesia, la religión, la sociedad, la política que no es de recibo en estos momentos en que la Iglesia quiere anunciar un Evangelio con frescura y sencillez máxima.

No se trata de juzgar el pasado sino de escuchar el presente, para dejarnos interpelar por las claves evangélicas de Jesús y de su Iglesia. No nos escudemos en que esto lo tienen que decidir desde arriba y que cada uno no puede hacer de su capa un sayo.

Dejar la capa

Ya tenemos ejemplos directos y vivos de obispos, arzobispos, cardenales… que dejaron la capa y supieron hacer cosas muy sencillas y directas obviando todas estas que no son de recibo, aunque estén en muchas rúbricas ancestrales de hoy. No indico nombres, porque está muy feo señalar, ni para un lado ni para otro, pero no hay que irse muy lejos. Hasta en nuestra propia Extremadura puedo ver ya signos. Para muestra, el detalle señalado de Ana con respecto a los zapatos del Papa Francisco y sus sotanas.

No estaría mal, en función de lo reflexionado sobre el primer anuncio, que los obispos y los sacerdotes comprendiéramos que el primer paso sería despojarnos de todo aquello sencillo, simbólico y externo, que más que anunciar, denuncia.

Yo mismo soy consciente de mi propia vida y ministerio, que está llamada a escuchar mensajes que me llegan desde mis espacios ministeriales hechos con respeto, cariño y con una invitación directa a ser más comunitario, sinodal y fraterno. He de hacerlo, claro está, en cosas fundamentales, desde mi encuentro con Cristo y su palabra, en la construcción de la comunidad cristiana. Pero eso implica también, me lo apunto, cambios en cosas externas, costumbres, modos de vestir, celebrar, predicar, consumir, organizar mi casa y mis cuentas, etc. Qué bueno sería que diéramos pasos rápidos en esta dirección, personales y comunitarios, como equipos apostólicos, tanto episcopales como presbiterales. Ya digo, yo intento tomar nota para que este congreso no quede en anécdota de cumplimiento formal y espectacular, sin cambios de formas y modos. Sería comenzar por cosas  muy sencillas y viables.