Tribuna

Los nuevos nombramientos episcopales revelan la ausencia de una hoja de ruta

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El 7 de junio de 1971 Tarancón fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española. Todos fuimos conscientes de que señalaba la confirmación de que la Iglesia estaba dispuesta a afrontar los signos de los tiempos, la encuesta al clero, la Asamblea Conjunta y los deseos de la mayoría de los españoles. Se trataba de una Iglesia dividida, enfrentada más por motivos políticos que religiosos, con una parte del clero anclada en el pasado y otra que buscaba a tientas el futuro, pero con el Concilio como faro de referencia.



En realidad, coincidieron varios factores centrados en la tarea de renovar una Iglesia, con una fuerte querencia por un pasado de proteccionismo político y tradición estancada. Montini, siendo sustituto de la Secretaría de Estado, conoció bien a los obispos españoles y al catolicismo español de la posguerra, experiencia que durante las sesiones conciliares se vio reforzada por su actitud activamente contraria a algunos de sus documentos fundamentales.

Pablo VI apostó decididamente por la presencia del espíritu conciliar en el seno de esta Iglesia, confió en Tarancón y eligió un nuncio que tenía claro lo que deseaba el Papa. Por su parte, Tarancón contó con el apoyo sin fisuras de Jubany, arzobispo de Barcelona; Bueno Monreal, de Sevilla; Tabera, de Pamplona; Echarren, de Las Palmas; y un buen número de obispos jóvenes conciliares, dispuestos a trabajar conjuntamente. Pablo VI decidió conseguir un episcopado capaz de liderar la nueva etapa española, y marcó su hoja de ruta. Y la Iglesia española le siguió de palabra y obra con convencimiento y decisión.

obispos asamblea plenaria conferencia episcopal española 2017

¿Qué sucede hoy con esta Iglesia dividida, desconfiada, desconcertada, tímida, en una sociedad sin rumbo, en permanente cambio, sin valores estables, en la que la verdad y la mentira se intercambian con desenvoltura?

Algo chirría y se nos escapa cuando tras nueve años de pontificado de Francisco, su clara opción evangélica y eclesial sigue sin cuajar en nuestra comunidad. El Papa ha señalado la urgencia de responder al cambio de época con una actitud decididamente misionera, pero en nuestro país existe una decidida lejanía entre muchas parroquias, sacerdotes y organizaciones laicas que se afanan por una Iglesia samaritana marcada por las bienaventuranzas y la fraternidad, y otra Iglesia más politizada e integrista, marcada por organizaciones aparentemente laicales, pero clericales a la antigua usanza y por un clero que critica abiertamente al Papa y desconfía de cuantos considera secularizados.

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