Tribuna

Liderazgo

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El liderazgo es el poder de movilización, congregación y conducción de personas y grupos. Tiene que ver con la capacidad, habilidad, función (poder) que se ejerce entre y/o sobre otros (dinamismo social). Es tanto un carisma desarrollado espontáneamente como un oficio ejercido institucionalmente.



Como todas las formas de poder, el liderazgo es ambiguo: puede ejercerse en la lógica de la dominación (mando) o en la lógica del servicio (donación); puede ejercerse en función de los propios intereses e incluso en detrimento de los intereses colectivos (servirse) o en función del bien común e incluso en detrimento de los propios intereses (servirse); puede ejercerse de forma autoritaria (imposición) o de forma participativa (corresponsabilidad).

Puede posibilitar un dinamismo comunitario que valore, promueva e integre los diversos carismas y busque la implicación de todos (sujetos activos) o un dinamismo personalista centrado en sí mismo y que produzca dependencia y sumisión (sujetos pasivos); puede favorecer el despertar de nuevos liderazgos (renovación y alternancia) o puede ahogar e impedir su desarrollo (perpetuación en el poder); puede distribuir y armonizar servicios y tareas (como el director de la banda) o puede concentrar todos los servicios y tareas (tocando todos los instrumentos).

Pero siendo algo ambiguo, también es algo fundamental en cualquier grupo humano. Es un factor de movilización, congregación y conducción social. No hay grupo humano donde no haya liderazgo. Incluso podemos decir que el liderazgo es un factor fundamental en la constitución de un grupo: es el carisma o la función de unidad que reúne a los numerosos individuos de un cuerpo social.

De ahí su importancia fundamental. La discusión sobre el ejercicio del liderazgo (modalidad, consecuencias, resultados) no niega su importancia y necesidad en la constitución, conservación o transformación del tejido social. La propia crítica a un liderazgo o a su ejercicio no está exenta de una disputa sobre el liderazgo o la forma de su ejercicio.

La lógica del servicio

Como aspecto fundamental en la constitución, conservación o transformación del tejido social en general, es también un aspecto fundamental en la vida de la Iglesia como cuerpo social. La Iglesia, como cuerpo, no puede pensarse sin el carisma (capacidad) y el ministerio (función/servicio) del liderazgo: ya sea que se desarrolle de manera espontánea (aceptada y reconocida) o de manera oficial (instituida y delegada); ya sea que se desarrolle de manera comunitaria y participativa (sinodal) o de manera centralizadora y autoritaria (clerical); ya sea que se tome en sus niveles más locales e intermedios (liderazgo, coordinación, consejos) o en sus instancias oficiales de gobierno (ministros ordenados).

De un modo u otro, para bien o para mal, según cómo se ejerza y sobre qué base, es un factor fundamental de congregación, de cohesión, de unidad. En la perspectiva cristiana, según el Evangelio de Jesucristo, el carisma y el ministerio del liderazgo deben ejercerse en la lógica del servicio (Mc 10, 42-45), asumiendo la forma de siervo (Fil 2, 1-11; Jn 13, 12-16) y poniéndose al servicio de todos, especialmente de los caídos en el camino (Lc 10, 25-37), de los pobres y de los necesitados (Mt 25, 31-46). Solo así serán una auténtica expresión de Cristo siervo-pastor.

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