Tribuna

Las monjas que rezan por los curas

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Conversaba hace poco con un sacerdote que tiene 35 años de ordenado, acerca de la parábola evangélica de los talentos, que se leyó días atrás en la misa. Coincidimos sobre la importancia de que el sacerdote multiplique los talentos recibidos.



Me comentó que él ve dos talentos muy marcados en el párroco con el que vive. “Me refiero a la amabilidad y el cariño espiritual”. Me lo explicó con unos ejemplos, antes de ir a celebrar su tercera misa del domingo.

“El padre recibe a los fieles en la sacristía o en la puerta del templo, con los brazos abiertos; siempre responde con palabras amables y sugiere una solución atinada a cada problema que le traen las familias”. Parece algo simple lo que me contó, pero él y yo sabíamos que eso no es fácil de ver.

Aunque ya estaba revestido para celebrar la misa, no se fue sin decirnos por qué admiraba tanto a su hermano sacerdote: “Él dialoga, escucha, tiene paciencia, no siente que es dueño de la verdad. Además consulta, promueve  a las personas, los trata con respeto y con una sonrisa, así sea la persona más impertinente”.

Algo cabizbajo, reconoció que más bien él se ha vuelto “regañón” con los años “y eso aleja a la gente”. Un buen punto para empezar un cambio, proceso en el que no estará solo, sino acompañado por la oración de unas hermanas que velan por él día y noche…

Nacidas para acompañar

Muy cerca a mi lugar de trabajo en Madrid, hay un convento de clausura, cuyas religiosas conforman una congregación que no se empeña en nada mejor, que orar por los sacerdotes o “presbíteros”, como sería más apropiado llamarlos.

Es decir, ellas rezan para que hayan más sacerdotes como el apreciado por mi amigo, y a la vez, la comunidad ora y se sacrifica para que se apacigüe el ánimo de los regañones, para que tengan paz… De este modo, encontraremos más pastores con “Cara de pascua” y menos, con “Cara de cuaresma”, tal como los compara el papa Francisco.

Nos referimos a las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, fundadas en Madrid en 1938 y que han extendido su presencia en las ciudades españolas de Salamanca, Huelva, Valencia, Toledo y en la Prelatura de Moyobamba (Perú).

“Han escogido la mejor parte, que no se la quitarán”, pues desde el principio fueron fundadas e impulsadas con determinación por el hoy venerable obispo español, José María García Lahiguera, que sería obispo en Madrid, Huelva y Valencia, hasta su fallecimiento en el año 1989.

A través de una amable gestión de mi jefe, el padre Evaristo -hombre lleno de talentos, multiplicados a la máxima potencia a sus 84 años-, pudimos conocer en el locutorio del monasterio a la Superiora General de la congregación, madre María Teresa López-Orozco.

Pero no estaba sola. La acompañaba la madre María Eugenia Vigil, Consejera General y encargada de los procesos de beatificación del fundador y de la cofundadora, madre María del Carmen Hidalgo de Cavieses, fallecida en el año 2001.

El torno del convento también giró a nuestro favor, para que una de las hermanas porteras nos alcanzara una refrescante limonada, que colmó de hospitalidad el primer encuentro.

Celebrar la fiesta

El celo por la santificación de los sacerdotes de estas religiosas, hunde sus raíces también en las actas del Concilio Vaticano II, las cuales recogen el irrebatible pedido de monseñor García Lahiguera, quien sugirió allí mismo “instituir la fiesta litúrgica de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”.

Por ello, los esfuerzos y sacrificios del obispo, aún con detrimento de su salud, estuvieron dedicados a convencer a los sacerdotes y obispos, de que dicha fiesta, permitiría tener muy presente que los corazones de los sacerdotes “deben estar configurados al Corazón de Cristo”.

La congregación –nos explica la madre general–, vive, actúa, reza y difunde para que el sacerdote, antes que todo, “mantenga una amistad con Cristo, a través de la intimidad de la oración”.

Este elemento es vital en la comprensión del carisma de las hermanas Oblatas, pues tienen muy claro que, de un corazón así, forjado en la intimidad con Cristo, brotarán los mismos deseos e intereses del Señor y se multiplicarán los talentos…

Por eso la madre María Teresa tiene muy presente lo que dijo el papa Francisco, de que el pastor debe “oler a ovejas”. Esto es algo que desde la congregación se interpreta como “vivir muy cerca al pueblo, nunca alejado de su pueblo; sino siempre preparado para darse y dejarse comer por la gente”.

Mediar entre el cielo y la tierra

A las religiosas Oblatas de Jesús Sacerdote les gusta mucho acompañar, con su oración, el ministerio que ejercen los sacerdotes a través del sacramento de la reconciliación.

“De este modo, el ministro no solo se acerca a las almas para curar sus heridas, sino que es una ‘fuente insustituible’ de gracia, a través de la cual transmite de modo exclusivo, por su ministerio, al Espíritu Santo, que reintegra la dignidad al pecador”. La madre general lo dice con tanta unción, que motiva a cualquiera a buscar pronto un confesor…

Como dijimos, están comprometidas, desde las primeras ideas del venerable José María García Lahiguera, en que se instituya la fiesta anual de Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote, cada jueves posterior a Pentecostés. Ellas en Madrid, y en aquellas ciudades donde están presentes, convocan al presbiterio local, para que junto a su pastor, el obispo, se celebre esta fiesta sacerdotal.

Otras diócesis del mundo también han incorporado la fiesta en su calendario litúrgico. Y pueden hacerlo muchas más.

“Es como una pedagogía” nos dice la madre María Eugenia Vigil, pues ve que así, el pueblo de Dios reconocerá mejor la figura de Cristo sacerdote en los presbíteros.

Empeñada en cumplir con su deber de propagar la figura del padre fundador, la madre María Eugenia destaca varios talentos en él, que buena falta nos hacen hoy en día: “Nunca hablaba mal de nadie –y menos de un sacerdote–, era a la vez humilde y caritativo, alegre y sencillo, mientras quería y demostraba su voluntad de hacer siempre la voluntad de Dios”.

“Ven y verás”

Al sonar la campana, que es la voz de Dios para una religiosa, no se despidieron sin dejarnos ambas un mensaje para las jóvenes, que se proponen entrar a la vida monástica: “Aquí está la plenitud de la vida, porque la vida contemplativa es vivir en intimidad con Cristo, desde el corazón de Cristo, hacia la plenitud de la vida de la Iglesia”.

La solidez, convicción y la alegría con que lo dicen, daría mérito para que una joven inquieta, considere la posibilidad de tener una experiencia corta o participar de una jornada vocacional y conocerlas mejor.

Y les ofrecen también esta certeza: “Cristo nos ha cautivado y esto nos hace orar y velar por los sacerdotes y seminaristas. Nos entregamos a ello, porque sabemos que Jesús está ansioso por que los sacerdotes alcancen la santidad, pues sin ellos, no estaría el Cristo real entre nosotros”.

Estos y otros motivos, nos convencen de que el mensaje del venerable José María García Lahiguera y de la sierva de Dios, María del Carmen Hidalgo de Caviedes, fundadores ambos de la congregación de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, está más vigente y urgente que nunca.

Finalizada la visita, salimos de este foco de irradiación de oración e intercesión, con el propósito de entregarle un solo mensaje a mi buen amigo, el padre regañón… Y así salió a través del WhatsApp: “No estás solo en la lucha por dominar tu carácter y multiplicar tus talentos, hay cientos de religiosas que rezan por ti. ¡Ánimo!”.

 

Para conocer más de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote aquí