Tribuna

La reforma laboral: una buena noticia

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Uno de los grandes problemas que tiene la cohesión social en España consiste en las condiciones de trabajo y, en concreto, el gran número de contratos temporales y precarios existentes. Esta situación incluso ha llamado la atención de los organismos reguladores y de gobiernos europeos que han manifestado preocupación al respecto.



La reforma laboral ha querido abordar este problema limitando considerablemente el recurso a los contratos temporales así como las subcontrataciones con el fin de ampliar la proporción de contratos fijos y mejorar la calidad del empleo. Paralelamente se ha buscado dar más estabilidad a los logros de las negociaciones colectivas. También se ha querido incorporar a la legislación ordinaria los famosos ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo), tan importantes para evitar despidos en el tiempo de pandemia.

En otros aspectos la legislación laboral no se ha tocado. Por ejemplo, nada cambia en lo relativo a las condiciones de despido y cierres patronales: sus causas, las indemnizaciones a percibir y sus consecuencias, que siguen definidas según los términos fijados por el gobierno del PP en 2012.

Por el bien común

Más allá de estos efectos, me parece un logro en sí mismo que los agentes sociales encargados de pactar el marco de relaciones laborales, patronal y sindicatos mayoritarios, así como el Gobierno, responsable de velar por la implementación y desarrollo de la legislación vigente, hayan podido llegar a acuerdos. Esto no es nunca fácil, especialmente en este país. Todas las partes han tenido que ceder en sus pretensiones, buscando un bien común compartido, reconocido como de un valor mayor que los legítimos intereses de cada uno. Ello, en sí mismo, merece reconocimiento.

El sainete vivido en el Congreso en el momento de la aprobación de la norma, siendo llamativo en sí mismo, no es sino la manifestación de un problema de fondo: la compleja gobernabilidad de este país que, dada la progresiva fragmentación del sistema político, difícilmente va a poder contar en el futuro previsible con mayorías absolutas. En esta situación, todos tendremos que asumir algo que no es fácil de entender o de aceptar: que muchas decisiones de gobierno solo van a poder llegar mediante pactos sorprendentes.

La política no es en primera instancia lucha de poder y mucho menos búsqueda de prebendas. Es el único medio posible para tomar diariamente un gran número de decisiones necesarias que ordenan la vida pública, el cuidado y sostenimiento de los bienes comunes, la interacción mutua, tanto en mercados como en intercambios de todo tipo. En este marco, las relaciones laborales son un elemento muy importante. Las alianzas extrañas a uno y otro lado de las líneas de votación están aquí para quedarse. Bienvenidos a la política de los pactos, algunos “naturales” y otros no tanto.