Tribuna

Hilos de historia y fe

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El Primero de Mayo de este año me tocó el honor de presidir la ‘Misa Obrera’, organizada por mi gran amigo, el TS comunitario Nelson Cotto, con la que comenzaron los actos conmemorativos, convocados por diversas organizaciones sociales y políticas, con énfasis particular en sindicatos de trabajadores y grupos estudiantiles universitarios. Aquella misa fue descrita, con motivos sobrados, como “histórica”. Pero no se trataba de que fuese la primera vez que ocurría, sino que se retomaba un “hilo de nuestra historia” puertorriqueña, tan dormido durante decenios, que era fácil creer que nunca había ocurrido.



Sin tener que ir muy lejos en el pasado, hace cerca de sesenta años, las misas obreras eran una experiencia bastante común en Puerto Rico. Para conocer eso, nos podríamos referir a la Juventud Obrera Católica, la JOC, en la que se formó toda una generación de líderes que luego se destacarían en las luchas de los trabajadores en nuestro país. En la Casa de la JOC, en un campo cercano a San Juan, había una capilla en la que se celebraban misas obreras en distintos momentos del año. Aquellos jóvenes emprendieron un camino de compromiso, valor y sacrificio que partió desde la fe. Aquí, una fe que ilumina. Un proyecto de fe y vida.

Beato Carlos Manuel Rodríguez

También hace cerca de sesenta años, un joven católico –teólogo laico– ayudó al sacerdote dominico holandés Álvaro de Boer a fundar el convento de las Hermanas de Jesús Mediador en el sector El Volcán de Bayamón, que todavía hoy es un referente importante para las luchas sociales y de defensa cultural desde la fe en Puerto Rico. Aquella fue una obra milagrosa que le regaló a mi patria el hoy beato Carlos Manuel Rodríguez y la logró cuando apenas le quedaba menos de un año de vida en esta tierra.

Nuestro querido Carlos Manuel se había destacado también en el establecimiento de ‘círculos culturales cristianos’ a finales de los años cuarenta, cuando el país fue testigo del resurgir de las luchas estudiantiles en defensa de la patria puertorriqueña, como la muy recordada ‘Huelga de 1947’. Ese compromiso llevó a Carlos Manuel a ser también uno de los motores para la fundación del Centro Universitario Católico.

Este candidato a ser declarado Santo fue también una de las voces que se alzaron para promover que la santa misa fuese oficiada en español, para que el pueblo pudiera entenderla y eso antes del Concilio Vaticano II.

Lo que quiero decir con estas breves notas sobre la historia de la práctica de la Doctrina Social de la Iglesia en Puerto Rico es que los jóvenes de hoy tienen derecho a conocer su historia y de que “los hilos de la historia” nos demuestran que la fe puede ser un fundamento, una roca sobre la que edificar un compromiso de lucha por un mundo mejor.

Aquellos jóvenes no se limitaron a ver la fe religiosa como algo aislado y distinto de la vida social. Por el contrario, su Cristo era una “presencia y una urgencia” para la lucha de los pobres, los trabajadores y la patria. No tenían miedo de ver la realidad económica, social, política e histórica de Puerto Rico. No tenían “miedo” de usar su inteligencia para juzgar las consecuencias de la realidad y mucho menos se acobardaban a la hora de actuar para impulsar el camino del bien y la justicia social.

Lo hicimos una vez y podemos lograrlo nuevamente. ¿A quién va tocarle devolverle la fe a nuestro pueblo si no es a los que tienen fe?