Tribuna

Haciendo eco… con memoria (II)

Compartir

En la columna anterior comenzamos un proceso de pasar por el corazón esos días tan significativos de la vida y de la identidad eclesial que fueron jalonando nuestra manera de ser en el s. XXI. Lo primero que evocamos fue al Concilio Vaticano II con la hermosa Constitución Pastoral gozos y esperanzas a los 60 años de su publicación.



En esta oportunidad, la memoria nos lleva a 1975, cuando el ex obispo de Roma Giovanni Batista Montini, publicaba la primera exhortación apostólica fruto del “Sínodo de Obispos” (Pablo VI – EN, 1975).

1.     Un poco de historia

La dimensión de asamblea, es decir, ser iglesia fue un elemento constitutivo de la fe cristiana en todo el primer milenio y que perduró (con sus altibajos) hasta la actualidad, ya sea por cuestiones locales (Concilio de Jerusalén) como universales, (21 Concilios Ecuménicos). Desde el segundo milenio, si bien se mantuvo, la prioridad pasó a ser expresión una mentalidad “imperial, monárquica o pontifical” que había comenzado con la Cristiandad del s. IV (Küng, Hans, 202), porque poco a poco fue más importante uno en la iglesia, que ella misma. Concepción que llevó a un segundo milenio marcado por la división con el Cisma de Oriente (1054), Cisma de Occidente (1378 – 1414/1417), Reforma Protestante (s. XVI) y un tiempo de peleas políticas – religiosas. Fue un período marcado por la corrupción (siglo de Hierro), de postura antisemita contra musulmanes o judíos y de apologética eclesiástica donde la jerarquía se defendía a sí misma.

En esa oscuridad, hubo lumbreras y acontecimientos que mantuvieron viva la eclesialidad: reforma de Cluny, surgimiento de las órdenes mendicantes con Domingo de Guzmán y Francisco de Asís; testimonios de vida como Buenaventura, Tomas de Aquino, Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, etc.

Desde el siglo XVI hasta finales del s. XIX se puede constatar la reforma de Trento que, en su momento, tuvo aportes significativos, aunque con su mentalidad condenatoria (anathema sit), fue generando una especie de “cultura religiosa” más superficial que profunda, más de separación y agrietando todo, dado que con la educación memorística y la pastoral sacramental solo importaba “saber las nociones básicas y recibir los sacramentos”. Por su parte, en América la figura de Toribio de Mogrovejo es medular con los “concilios o sínodos de Lima” (1551 a 1583) y un Catecismo Trilingüe en castellano, quechua y aimara.

Hacía finales del siglo XIX y mediados del XX, un soplo de renovación comenzaba con León XIII (Rerum Novarum) y finalizaría con Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, que rinde homenaje al Concilio Vaticano II al llevar en su nombre los obispos de Roma de ese acontecimiento. En este período surgen los movimientos de reforma (bíblico, patrístico, litúrgico, social, pastoral, catequético, etc., que algunos quisieron acallar (Pío XII), pero que Juan XXIII los incluyó en el Concilio Vaticano II.

Durante estos siglos, “sínodo y concilio” eran terminologías similares e intercambiables. Recién finalizando el Concilio Vaticano II se hace una distinción entre ambos conceptos (Pablo VI – AS, 1965).

2.     Colaboración: identidad eclesial

En el documento “Apostolica Sollicitudo” se detalla la función de los Sínodos, continuando con el Concilio Vaticano II y para “hacer cada vez mayor uso de la colaboración de los Obispos, para bien de la Iglesia universal”. Es decir, hacer palpable de manera orgánica que la iglesia es “colegiada” (Concilio Vaticano II – LG, 1965), comunidad de hermanos que comparten ministerios, misión y acciones con el fin de hacer crecer la fe: laicos, religiosos, diáconos, presbíteros, obispos… ¡Las funciones no están por encima de los servicios ni de la dignidad humana! ¡Una parte es importante porque integra el todo y de él recibe su ministerio, porque la comunidad ella es “fuente, meta y contenido” de toda acción evangelizadora (DPC, 2020) (# 133).

Pablo VI pensó esta organización como “un consejo estable de Obispos para la Iglesia universal” (Pablo VI – AS, 1965). Es decir, la comunidad aconseja a la comunidad. En un simple y sencillo acto, se rompen siglos de mentalidad monárquica. Lamentablemente durará poco, pero fue todo un hito. Tal es así que el mismo Montini, con la Asamblea de Obispos de América, no era un sínodo, reunidos en Medellín (1968) no hace modificaciones, ni interviene de manera directa, no dice qué tienen que pensar ni qué escribir, publicando el documento como los mismos obispos lo habían redactado. Gesto que no se volverá a ver hasta Francisco, cuando publica el documento del Sínodo de la Sinodalidad afirmando: “no pretendo publicar una exhortación apostólica, basta con lo que se ha aprobado. En el Documento hay ya indicaciones muy concretas que pueden ser una guía para la misión de las Iglesias, en los diversos continentes, en los diferentes contextos: por eso lo pongo ahora a disposición de todos, por eso he dicho que se publique. Quiero reconocer el valor del camino sinodal realizado, que con este Documento entrego al santo Pueblo fiel de Dios” (Francisco – Documento final Sínodo, 2024).

La conciliaridad/sinodalidad o colegialidad es la esencia del ser iglesias, porque seguimos a un Dios comunión, porque profesamos la comunión de los santos, porque la misma palabra “ekklesia” evoca a un organismo colegiado. ¡Si Dios no es monárquico absolutista, menos los cristianos! En todo caso, si se es de esa mentalidad, habrá que pensar en qué Dios creemos.

HE EN II

3.     Memoria evangelizada y evangelizadora

Luego del primer sínodo de obispos del año 1974 sobre la Evangelización, el 8 de diciembre de 1975, se publicó la “Exhortación Apostólica Post –Sinodal Evangelii Nuntiandi”. Fue un documento medular, punto de constante referencia para todo aquello que se refiera a la evangelización como proceso. Por tal motivo, recordamos que el documento:

  • Comienza haciendo memoria. Recordando acontecimientos que la iglesia vivía en esa fecha: Año Santo, 10º Aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, un año del primer sínodo (#2). Parece un detalle, pero es la manera de indicarnos la identidad de la Evangelización: primero la memoria que evoca la acción de Dios. Esto es medular, porque sin hacerlo, además de perder la identidad, la evangelización se centraría en un mensaje de auto ayuda intimista y cargado de sensibilidad aislada de la vida común.
  • Memoria, identidad y actualización ejes de la acción evangelizadora (#3-4).
  • Evangelizar es algo necesario, no se puede suprimir ni reemplazar por otra actividad, porque “Representa la belleza de la Revelación. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe, una fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios. Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su propia vida” (# 5)
  • Evangelizar al estilo de Jesús, el primer evangelizador (#6-7) … no al estilo de las redes, ni de dirigentes políticos o religiosos… en todo caso, se incorpora a estos, si lo hacen al modo del Nazareno.
  • Lo medular es el Reino del Dios Abba revelado por Jesús, no son los sacramentos, ni la jerarquía eclesiástica, ni la ética, ni los mandamientos, etc., porque él “anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a él, todo se convierte en “lo demás”, que es dado por añadidura. Solamente el reino es pues absoluto y todo el resto es relativo” (#8). Es un anuncio que provoca liberación, quita y rompe toda estructura o mentalidad que oprime al ser humano (#9).
  • Evangelización con palabras y gestos (#10-11), por eso la iglesia es evangelizada antes que ser evangelizadora, se anuncia a sí misma el Reino de Dios y luego lo propone (#13). ¡Qué estéril y peligroso sería ser iglesias que dicen a los demás las exigencias del reino, pero ellas no la viven! ¡Qué profunda conmoción necesitamos pasar, si vivimos de esa manera!, porque no solo no es creíble el mensajero, sino el mensaje que decimos proponer.
  • Ser iglesia es ser evangelizadores, porque “constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa” (#14).
  • Evangelizar es renovar la humanidad, humanizar a los creyentes desde el mismo Reino (#18) y compartir el Reino desde la cultura para impregnarla de los criterios del Reino (#20).
  • Evangelizar es un proceso. Primero la vida concreta de quienes evangelizamos al provocar interrogantes, porque la primera palabra que los demás reciben del Reino es nuestra manera de vivir (#21). Segundo es el anuncio explícito: luego de los interrogantes, viene el comunicar por qué vivimos, dentro de lo humanamente posible, el estilo de Jesús. Esto es el núcleo, sin este anuncio no hay evangelización (#22). Tercero es la adhesión de vida a la propuesta de Jesús y querer vivir “sinodalmente” es decir, junto a otros (#23). Cuarto la imperiosa necesidad de comenzar de nuevo el proceso, por eso el que es evangelizado, evangeliza (#24).
  • Los contenidos: El reino de Dios y luego todo lo demás (#25 – 30), que promueva la dignidad humana y el respeto por la diversidad religiosa (#31- 39). Los medios: los adecuados a las épocas, sin que opaquen el mensaje (Cap. IV). Destinatarios: a todos, primero a la misma iglesia, luego a los que están lejos (Cap. V) Ministros: todos los creyentes y todas las acciones que la iglesia evangelizada realiza (Cap. VI).
  • Espiritualidad de la evangelización: vivir la identidad eclesial desde el Espíritu Santo valorando los testigos en nuestras vidas y de aquellos que la misma iglesia nos propone (Cap. VII).

4.     Plegaria

Para hacer memoria del gesto de Pablo VI y Francisco, elevamos como plegaria un texto del mismo documento del “Sínodo de la sinodalidad” cuando al finalizar evoca a Madeleine Delbrêl, “la mística de las periferias, que exhortaba: sobre todo, a no mostrarse rígido” la rigidez es un pecado:

“Porque pienso que debes estar cansado de gente que hable siempre de servirte 60 con aire de capitanes; de conocerte con ínfulas de profesor; de alcanzarte a través de reglas del deporte; de amarte como se ama un viejo matrimonio. Haznos vivir nuestra vida, no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula, no como un partido en el que todo es difícil, no como un teorema que nos rompe la cabeza, sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo, como un baile, como una danza entre los brazos de tu gracia, con la música universal del amor. (Francisco – Documento final Sínodo, 2024)

Que Dios y el mundo nos libren, de ser cristianos sin memoria… porque seremos expresión de un fanatismo, no del Evangelio.

#catequistas #catequesisrenovada #catequesis #pensarlacatequesis #fransdevos #christiancuria #VidaNueva #ElGustoDeVivir #tecreo #unpocodeairefresco #entornoalamesa #lavidanosdaseñales #unaaventuramaravillosa

Trabajos citados

Concilio Vaticano II – ‘Lumen gentium’ (1965).
DPC. (2020). ‘Directorio para la Catequesis’. CABA: CEA – Oficina del Libro.
Francisco – ‘Documento final Sínodo’. (2024).
Küng, Hans. (202). ‘La Iglesia católica’. Barcelona: Mondadori.
Pablo VI – ‘Apostolica sollicitudo’ (1965).
Pablo VI – ‘Evangelii nuntiandi’ (1975).