Tribuna

Haciendo eco… con los catequistas (I)

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Ministros formados

Queridos catequistas… agosto es siempre un motivo de celebración y regocijo para quienes estamos en el continente de la catequesis. Y, además, un tiempo para contemplar este ministerio que, por vocación y sacramentalidad, se nos ha ofrecido y hemos respondido, dentro de lo humanamente posible, identificándonos con Jesús, sacerdote, profeta y pastor. Por tal motivo, nos recordaba el Padre de la Catequesis renovada en Argentina, que los catequistas somos “artífices del método” (De Vos, Frans, 2019, págs. 36-37).



  • ¿Qué significa está estar configurado?

Paradojas de la fe cristiana… cuando se habla de esta experiencia teologal, manifestamos que estamos formados al estilo de quien es el “prototipo de nuestra vocación”. Como diría nuestro hermano, llamado doctor Angelicus: “es asumir la forma de lo contemplado” (Aquino, Tomás de – STh II – II, 1998) (q 188, a 6), y hacerlo es a su modo.

En la configuración, materia y forma, método y contenido, oración y servicio, anuncio y celebración, identidad y ministerios, son fundamentales, están unidos, no se pueden separar porque ahí caeríamos en un “ismo” donde nos desviaríamos hacia un lado, dividiendo lo que Dios ha unido.

Jesús, anunció el Reino y lo hizo de una manera particular, su predicación estaba encarnada y atenta a la promoción de la vida humana, sus palabras estaban asociadas y eran comprendidas por los interlocutores, tenía sus momentos privados con el Padre y a la vez, sus vinculaciones fraternales que hacían patente esa vivencia de Dios como Abba/Imma.

Por tal motivo, era libre, creativo, intuitivo, dócil a Espíritu para auscultar la vida “conociendo las inquietudes e interrogantes que hay en el corazón de los catequizandos” (De Vos, Frans, 2019)

Un grupo de catequistas, como del que son parte, desde esa cosmovisión se aggiorna (diría Juan XXIII), vive la formación como una prioridad para hacer las adaptaciones de recursos, estrategias, materiales, lugares, etc., para que el Evangelio siga haciendo eco.

  • La formación, ¿una necesidad?

Seguramente, la primera respuesta que nos brota del corazón es si. Pero, ¿por qué? Si me permiten, me animo a compartir motivos intrínsecamente unidos. El primero es porque siempre hay algo nuevo de Dios que vamos descubriendo, siempre “nos quedas tu” dice el salmista en su experiencia de ese Dios que lo rodea por delante y por detrás (Sal. 138). El segundo, es porque siempre hay algo nuevo de los seres humanos. Para la iglesia, el ser humano se revela en el Verbo Encarnado (Concilio Vaticano II – GS , 1965) (#22), por ende, si hay algo nuevo de Dios, hay algo nuevo del ser humano. El tercero, es que los tiempos cambian, los contextos sociales se van modificando y aquello que antaño nos “sirvió” hoy, el “hastío ya le dio sabor a nada”. El cuarto, es que la presencia del Espíritu, en nuestra vocación, nos hace vivir en la creatividad e intuición, porque nos hace ir para otro lado como a Felipe “ve hacia el sur” (Hchs. 8, 26), y encontrarnos con situaciones que no cuadran con lo “políticamente correcto”. Este apóstol se encontró con lo que la religión judía consideraba impuro y expulsado del templo: un eunuco. Y el Espíritu lleva al diálogo y acompañamiento… para provocar gozo en la vida de los demás (Hchs. 8, 27 – 39).

Una segunda respuesta a la pregunta, es no. Todavía hay quienes piensan y creen que no es necesario formarse para anunciar el Evangelio… solo deseo, queridos catequistas, que no formen parte de este grupo, porque se perderían la riqueza conmovedora de seguir aprendiendo con y desde Jesús.

Catequistas configurados:

El Concilio Vaticano II manifiesta que se es ministro de la catequesis dado que:

“Por el bautismo nos configuramos en Cristo: porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, ya que en este sagrado rito se representa y realiza el consorcio con la muerte y resurrección de Cristo: Con él fuimos sepultados por el bautismo para participar de su muerte; más, si hemos sido injertados en Él por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección” (Concilio Vaticano II – LG, 1964) (# 7)

Disculpen que repita tanto la palabra “configuración”, pero no encuentro otro sinónimo o expresión que manifieste la hondura de esta identidad. Algunos dicen “intimidad”, pero en un contexto de autoayuda o de narcisismo, esto puede ser mal interpretado pensando que ello es estar como aislados del mundo o escondernos en alguna llaga… Vivir el encuentro con el Dios que nos busca, es estar jalonados en la doble fidelidad: al misterio divino y al misterio humano.

Al leer el texto de LG #7 nos encontramos con una fuerte conmoción: por el bautismo somos configurados e injertados en Cristo… ¡Si por el bautismo! Somos sacerdotes, profetas y pastores, por eso el día del laico es el jueves santo, día en que Jesús instituye el sacerdocio bautismal y presbiteral.

HC Catequistas Ia

Catequistas sinodales

Desde Jesús, la catequesis se convierte en una formadora de discípulos que son llamados “cristianos” porque lo seguimos a él, porque estamos después de él, como testigos de su acción salvífica en favor (gracia) de toda la humanidad, pero que él no está en el pasado, sino que se pone junto a nosotros para recorrer y convivir en la vida.

Estar después de … significa que no lo llevamos, ya estaba antes que lleguemos.

Estar después de… manifiesta que somos testigos, no dueños, ni profesores de un saber, sino que lo primordial es “quien estaba antes”.

Estar después… es vivir que estamos con los demás compartiendo y creciendo en la configuración con quien nos ama primero.

Catequistas sumergidos

Nosotros, en y con nuestra espiritualidad, vivimos la irrupción de Dios. Nos experimentamos libremente comprendidos y configurados por el Misterio que anunciamos (CELAM – DA, 2007) (#136. 138 – 139). Nuestra existencia es totalmente apapachada por la Ruah y decimos con Pablo “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál. 2,20). Esta experiencia de fe nos impulsa a estar a sus pies, escuchando su palabra (Lc. 10, 39), porque “ella penetra hasta la raíz y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4, 12), para que, al estar rodeados por el Misterio de Cristo, cantemos con el salmista:

“Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla. ¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? (…) ¡Qué difíciles son para mí tus designios! ¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos! Si me pongo a contarlos, son más que la arena; y si terminara de hacerlo, aún entonces me quedas tu” (Sal. 139/138, 1 –7, 17 – 18).

Estar configurados es ser formados, vivir junto a y sumergidos… es vivir la profunda experiencia del Verbo: para redimir se sumergió en nuestra humanidad y la asumió como propia. Un grupo de catequistas sumergidos están atentos a las señales de la presencia de Dios en la vida concreta no solo en un lugar, sitio, etc., sino asumiendo la pedagogía de aquel que asumió nuestra humanidad (Curia, Christian, 2018).

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Trabajos citados

Aquino, Tomás de – STh II – II. (1998). ‘Suma Teológica’. Buenos Aires: BAC.
CELAM – DA. (2007). ‘Documento de Aparecida’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Lumen gentium’ (1964).
Curia, Christian. (2018). ‘La #vida nos da #señales’. CABA: PPC.
De Vos, Frans. (2019). ‘Metodología Catequística’. CABA: Claretiana.