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Tribuna

Haciendo eco… con la venida

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1.     Visitantes

Es muy común recibir visitas o hacerlo con personas o lugares, y cada vez que eso sucede algo nuevo o distinto nos rodea ubicándonos en una lógica que rompe toda rutina. Desde que acordamos encontrarnos los días, horas y hasta semanas están traspasados por ese posible encuentro. Predisponemos todo, nos imbuimos totalmente a ese acuerdo.



Por momentos, la alegría; por otros la esperanza; a veces la conmoción para conversar con esas personas aquellas experiencias vitales que nos han conmovido hasta las extrañas o con la posibilidad de abrir nuestras vidas y comunicarnos aquellas situaciones que no agradan tanto. Cuando alguien viene a nuestros hogares, hasta los elementos de limpieza del hogar adquieren un valor único y son predispuestos a dejar todo “de la mejor manera posible”.

La visita, ser visitantes, es un don porque nos hace entrar en una lógica de vida donde no somos dueños sino administradores y servidores de todo lo que acontece, porque incluso aunque preparemos el último detalle, en el encuentro podrán surgir palabras o gestos que conmocionan y nos inician en una nueva posibilidad de realización.

2.     Ilustre visitante

“Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor” (Mt. 24, 42)

En el texto del evangelio del 1er Domingo de Adviento, que estar por comenzar, Mateo nos ubica en la lógica de la venida. Paradojas de la fe cristiana, ese alguien está, pero vendrá de una manera nueva. Creer en Jesús pareciera romper lo políticamente correcto, porque es una presencia adveniente, cercana y próxima. Está última palabra podría ser contemplada en dos aspectos. El primero, de inmediato, colindante, contiguo. El segundo, de lo venidero, lo que vendrá luego. En Jesús, esa cercanía y promesa, se hace realidad ante nuestros sentidos, haciendo de nuestra historia un himno que canta las maravillas de Dios.

Estar atentos a lo que vendrá, es porque está ahí, visitando a su pueblo, metido en lo cotidiano de nuestras existencias, para ello es necesaria la mirada contemplativa de los creyentes, porque incluso “en la noche avanzada, el día está cerca” (Rom. 13, 12).

Según una explicación etimológica, ilustre proviene de una conjunción de un prefijo (i) que intensifica el otro componente de la palabra: “lustrum” (luz, luminosidad, brillo, etc.). Por ello, una persona ilustre es aquella que intensifica la luz, que da brillo, que esclarece, etc.

Quizás, por este motivo un teólogo belga llamado Gerard Philips, introduce y da origen a la expresión “Lumen Gentium”, (Madrigal, Santiago, 2009) al recordar que:

Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella se propone presentar a sus fieles y a todo el mundo con mayor precisión su naturaleza y su misión universal, abundando en la doctrina de los concilios precedentes. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo (Concilio Vaticano II – LG, 1965)(#1).

3.     Luz que configura

El actual obispo de Roma, hace unos días publicó la Carta Apostólica “In unitate fidei” en la cual reflexiona sobre este año Jubilar centrado en los 1700 años del Concilio de Nicea. De ese documento queremos destacar algunas dimensiones para vivir este adviento que está comenzando, porque creer:

  • es comunicar… no solo transmitir un tema o una enseñanza, es hacer comunión con la experiencia de fe que alumbra una vida nueva, es configurarnos con Cristo, luz de las gentes, visitante ilustre, quien nos hace sacerdotes, profetas y pastores (LG 7). Pero no es una comunicación impávida, monocorde y leía sin pasión, sino que es “con la alegría del don recibido”(León XIV – IUF, 2025) (#1).
  • es vivir y convivir con el Dios que, en Jesús, se “hace próximo” como cercanía y promesa (IUF #2), hoy y futuro. Dicha proximidad es audible, palpable, visible en las personas, en la humanidad, especialmente en aquellas que sufren (IUF #2), porque creer en Jesús como luz, nos hace estar en concordancia con los deseos y búsquedas, alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de las personas” (Concilio Vaticano II – GS, 1965) (#1).
  • es alumbrar con quien es “Dios de Dios, Luz de luz” como expresa el Credo Nicenoconstantinopolitano, que nos hace luces como él (Jn. 8, 12; Ef. 1, 18; Mt. 5, 14). Esa luminosidad recibida, se hace palpable en vivir como él lo hizo: cercanos a las personas, encarnados, festejando la vida y encontrar en ella motivos para seguir esperando, porque Jesús es ese ilustre visitante que nos da esperanza y nos configura a vivir esperanzados, que está y es venidero.
  • es compartir en Jesús aquello que él es porque como nos comunicara Atanasio, padre de la iglesia e ilustre apologeta (de los buenos) de la experiencia de fe sobre Jesús como el “homoousios” cuando afirmó que “nos hizo hijos para el Padre y, habiendo llegado Él mismo a ser hombre, divinizó a los hombres. No se trata de que siendo hombre posteriormente haya llegado a ser Dios, sino que siendo Dios se hizo hombre para divinizarnos a nosotros”(Atanasio de Alejandría, 2010, págs. 86-87, 91). De tal manera, que la fe cristiana anuncia una fe que humaniza, que ayuda y favorece que el ser humano sea cada vez más humano (IUF #6). ¡Que la iglesia no separe aquello que Dios ha unido! Si alguna propuesta pastoral rompe esta unión, ¡necesitamos la parresia de dejar de lado esa práctica!
  • es ser disruptivos: porque el testimonio de fe de quien es Homoousios, (el Verbo) se encarna, desciende, acampa entre las personas. En un contexto de espiritualismos desencarnados, creer en aquel que es el lucero que no tiene ocaso, rompe el pietismo: por el Verbo, se anonada, y es condescendiente, se “baja junto con” (synkatabasis). Quien es luz de luz, desciende para alumbrar y desde allí, hacernos partícipes de su misterio (DV #1). De tal manera que una pastoral que no provoque una disrupción, sería de dudosa concepción cristiana (IUF #7).
  • Cambiar nuestra manera de evangelizar y catequizar: porque nos transmitimos una doctrina de ninguna ciencia, ni conceptos abstractos, ni ideologías partidarias, ni discursos de nadie (IUF #7) … comunicamos la hermosa experiencia de fe en la que Dios, uno y trino, quiso comunicarse y darnos a conocer su propuesta liberadora para construir juntos el Reino ya presente en nuestro mundo.

HE Con La Venida 1

4.     Venida ilustre

“Estén prevenidos…” (Mt. 24, 42)

¿Por qué profesamos esa afirmación? La respuesta que demos indicará en que Dios creemos. Es de suponer que previamente hay un “Si, creemos”. Pero la pregunta no va por un si o un no. Es una inquietud que configura nuestra vida, porque si los motivos son expresiones que contienen porque “él lo ha dicho”, aún nos falta un paso más. Si las respuestas, están centradas en nuestras acciones a la espera, aún nos falta cambiar de orientación y caminar hacia la promesa.

La fe de la iglesia, expresa que creemos porque se ha revelado, porque lo hemos visto y oído, porque se hizo carne, porque permanece:

“presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, “allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre”, en los pobres, los enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro” (CEC, 1997) (#(1373)

Si esa profesión de fe la creemos, estaremos atentos a esas señales de su presencia en lo cotidiano de nuestra existencia, y si no lo vemos aún, quizás con solo alzar la mirada de nuestro yoísmo, lo veremos al lado, con otras personas, o simplemente viniendo hacia nosotros para abrazarnos y seguir haciéndonos parte de su propuesta…. porque él está viniendo, visitando…

Creer en un Dios que está y sigue viniendo, no lo espera que venga en un tiempo determinado, sino que nos hace estar atentos a esa venida ilustre viviendo desde el cirio pascual “que aunque distribuye su luz no disminuye su claridad al repartirla (…) que lo encuentre encendido el lucero de la mañana, aquel lucero que no tiene ocaso: Jesucristo, tu hijo, que resucitado de entre los muertos brilla sereno para el género humano, y que vive y reina por los siglos de los siglos” (CEA – MRC, 2011, pág. 521).

5.     Plegaria

Jesús, alfa y omega, visita ilustre, luz del mundo, presencia adveniente,
gracias por estar presente de múltiples maneras,
te pedimos que, como humanos impregnados de esperanza,
aclamemos con todos los cristianos, de ayer y de hoy, ¡Maranatha!
Ven, para que sigamos descubriendo tu luz incluso en las oscuridades de nuestras vidas.
Ven, para que continuemos uniéndonos a las personas de nuestros tiempos para que también ellas descubran que eres su próximo y cómo todas las vidas están impregnadas de pascua.

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Trabajos citados

Atanasio de Alejandría. (2010). ‘Contra arrianos’. Madrid: Ciudad Nueva.
CEA – MRC. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. CABA: Oficina del Libro.
CEC. (1997).
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Lumen gentium’ (1965).
León XIV – ‘In unitate fidei’ (2025).
Madrigal, Santiago. (2009). ‘Tiempo del Concilio. El Vaticano II en los diarios de Yves Congar y Henri de Lubac’. Madrid: Sal Terrae.