Amada liturgia:
Luego de lo iniciado la semana anterior al dialogar y enviarte esa esquela, muchas personas y, te confieso, que yo mismo, nos hemos planteado una serie de interrogantes que me gustaría compartir y meditar juntos. Algunos de ellos, no son para vos, porque hacen referencia a cuestiones más “prácticas” o de gustos personales y pastorales. Aunque, eso también me genera más interrogantes tratándose de vos, no porque todos tenemos que repetir como campanas que repican sin ton ni son, sino porque contemplando tu ministerialidad (culto, anuncio, servicio), eso tendría que brindarnos los criterios para adecuar y no tanto un fanatismo o pietismo (CEC, 1997) (#1070). Luego de cada pregunta que conversemos, me gustaría hacer una breve resonancia.
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(Aclaración: las preguntas que compartimos son las que están en el Catecismo de la Iglesia. Las respuestas son palabras que la misma iglesia tiene, pero las expresamos como si la liturgia respondiera. Y las catequesis al final de cada diálogo, es un eco).
Pregunta (P): Liturgia ¿de quién sos obra?
Respuesta (R): En el Catecismo de la Iglesia, se manifiesta que es de la Trinidad, por este motivo, en la oraciones, plegarias y moniciones se suelen nombrar a las tres personas divinas (Padre, Hijo, Espíritu Santo) (CEC #1077-1109). Pero eso no quita que a la vez sea una acción humana, por medio de la cual, quienes se reúnen alaban al misterio de amor y comunión que los congrega, porque justamente una de las maravillas de Dios es que suele realizar su proyecto de salvación de manera sinodal y haciéndonos parte. Esto es tan fuerte, que una vez un presbítero en la diócesis de Lomas de Zamora al celebrar sus 25 años presbiterales dijo: “Doy gracias a Dios porque me ha hecho sacerdote, porque me hizo “padre”, signo de su paternidad que no tiene comparación. Lo grande de la paternidad de Dios es quiere que cada uno sea sí mismo y que camine sobre sus propias piernas y que todos nos amemos como hermanos” (De Vos, Frans, 1981).
Catequesis (C): ¡Qué bella y profunda conmoción! Al realizarte, el protagonismo es de Dios para alabarlo por sus grandes hazañas y porque es eterno su amor. Pero él nos vuelve a sorprender, porque quiere (plugo) comunicarse y hacernos protagonistas (Concilio Vaticano II – DV, 1965)(#2).
P: entonces, liturgia ¿quién te celebra?
R: Y eso depende jajaja. En realidad, para mi quien celebra es Dios y la comunidad de fe.
P: ¿Cómo sería eso?
R: Claro, parece algo complejo, aunque no lo es tanto. En primer lugar, es Dios quien revela, comunica, convida, comparte su amor, ¿quién otra persona o comunidad podría hacerlo? La profundidad de amor de la Trinidad es tal que solo ella puede tomar la iniciativa. Y, en segundo lugar, la comunidad de fe, porque yo (la liturgia) soy un acto eclesial.
P: ¿Cómo eclesial? Algunas personas dicen la misa de niños, de jóvenes, de sanación, carismática, de tal o cual institución, etc. O afirman: “nos ponemos de pie para recibir al celebrante…”
R: jajajaja… es muy cómico esas distinciones que muchos hacen. Yo soy (liturgia) de Dios y la humanidad, de la Trinidad y la iglesia que toda ella celebra, toda ella es coprotagonista. ¡Todos, en la fe eclesial, celebramos! Y si en alguna oportunidad alguien preside solo, lo hace porque es parte del pueblo de Dios, porque es cuerpo de Cristo. Por la dimensión divina, toda misa es de sanación, no hay una “más que otra”. Obviamente, es comprensible que nuestro lenguaje al ser limitado nos entendamos, pero a veces nuestras palabras no expresan la hondura de la celebración. Lo importante, más allá de quienes se congregan, es que siempre se haga eco de que toda liturgia es un diálogo, una comunicación entre la Trinidad y las personas, que una finalidad es descubrir cómo Dios se comunica y sigue actualizando hoy, el gesto de amor de Jesús, porque él nos recapitula, orienta y proyecta (CEC 1138-1139).
C: La liturgia (culto, anuncio, servicio) es teándrica. Es decir, de Dios y de la humanidad, es comunitaria no son actos individuales (CEC 1140-1144), es fraternal porque nos hermana y nos hace “sentir solidarios con el mundo” (Himno JMJ, 1987), para contemplar el misterio celebrado que está presente y actuando en la vida. Si esto no es evidente, probablemente hayamos desviado el sentido y terminemos en un aislamiento, intimismo o fundamentalismo religioso.
P: Liturgia ¿cómo celebramos?
R: Bueno, si ya se tiene en cuenta lo anterior sería un montón (jaja). Es decir, considerar que es acción de Dios y de las personas, que lo medular es contemplar a la Trinidad presente y actuante en el culto, anuncio y servicio. Además, por medio de signos y símbolos. Un detalle importante, y no quisiera dejarlo de lado, ellos no son sagrados por sí mismos, sino porque hacen evidente las maravillas de Dios o porque el mismo Jesús los asumió como manifestación de su ardor por la salvación de las personas. Sin querer ser redundante o reduccionista, en la fe cristiana los signos son “paganos” o “humanos” y los asumimos como propios porque los referenciamos desde Jesús (CEC #1145-1152). A veces veo que muchos se enfrascan debatiendo si esto es cristiano o no lo es. Y por momentos, pienso ¿qué creen y celebran? Porque justamente yo (la liturgia) celebro el amor del Verbo que se hizo carne y asumió todo lo auténticamente humano (Concilio Vaticano II – GS , 1965) (#22).
También se celebra con palabras y gestos, con la voz humana de la comunidad que canta, de instrumentos (mundanos) que hacen armoniosa y ayudan a contemplar el misterio o momento que celebramos (CEC #1153-1155). Aquí otro punto, ¡los gestos, la música, las canciones, etc., están orientadas a lo celebrado o a la comunidad reunida! Espero que no les pase nunca, que el coro reluzca más que la comunidad o que en el momento de la comunión se cante un salmo o en el momento de la acción de gracias se cante “déjame nacer de nuevo”.
En el Catecismo hay un aporte muy significativo: “la armonía de los signos” (CEC #1158). Y luego de explicar que “es tanto más expresiva y fecunda cuanto más se expresa en la riqueza cultural propia del pueblo de Dios que celebra” (Concilio Vaticano II – SC, 1963) (#119), afirma que han de inspirarse en la pedagogía de Dios manifestada en la Sagrada Escritura y en otras mediaciones litúrgicas. Aquí me parece que sería oportuno esclarecer lo siguiente: litúrgico es porque está inspirado en la manera en cómo Dios se revela y manifiesta, no en canciones piadosas que, a veces, contradicen al mismo misterio celebrado.
C: Entonces, querida liturgia, celebramos de manera integral: con Dios, con las personas, con nuestra cultura e interioridad sin perder de vista la fraternidad, con todo lo que somos…
P: Liturgia, ¿cuándo celebramos?
R: ¡Siempre! Por eso, el tiempo litúrgico es como en dimensiones en un mismo momento. Celebramos lo realizado por la Trinidad en algún tiempo (ayer), actualizándolo en nuestro presente (hoy), jalonándonos hacía el cumplimento de la promesa (futuro). Además, porque creemos que Dios siempre está, siempre actúa, y como dice el salmo “no abandona la obra de sus manos”. Seguro te preguntas ¿cómo es posible eso? Bueno, en la fe de la iglesia que se celebra en cada liturgia, está muy claro. Por tal motivo se tiene el calendario litúrgico con sus tiempos, fiestas y solemnidades. Sin embargo, no es lo único, porque también lo hacemos en la vida de las personas con quienes vivimos y convivimos, pero también de aquellas que quizás no conocemos o conocimos, que son testigos de la santidad ontológica y canónica (Curia, Christian, 2022).
Esta profundidad de la siempre presente acción de Dios, como iglesia la hacemos visible en la plegaria eucarística, en cada día, especialmente el domingo, sobre todo en la pascua, pero también en cada hora por medio de la oración cotidiana y comunitaria como la liturgia de las horas, en el servicio, en el anuncio y… en cada momento de nuestra vida.
Querido columnista o quien lea esta publicación, ¿habrá posibilidad de renombrar el tiempo litúrgico que llaman “tiempo ordinario” por un nombre un poco más fiel a la pedagogía de Dios o al misterio que se celebra: ejemplo “Tiempo del anuncio del Reino”. Es solo una inquietud.
C: ¡Nuestro hoy, nuestro tiempo, nuestra vida, en la dimensión de fe, es un espacio y momento oportuno donde Dios se sigue manifestando! Gracias, liturgia por brindarnos elementos para discernir las maravillas de la Trinidad.
P: Por último, liturgia ¿dónde celebramos?
R: ¡En todo espacio y lugar! Primero en la vida concreta. En segundo lugar, en los sitios que como comunidad dedicamos para congregarnos, en los elementos que utilizamos (altar, ambón, coro, bancos, óleos, signos, libros, etc.), en cada persona y en las comunidades.
C: Lo más asombroso de esta pregunta y su respuesta, es vivir la mistagogía de celebrar nuestra existencia como espacio hierofánico, donde la Trinidad continua actuando, porque “Dios está en el mundo como el autor en sus obras” (Aquino, Tomás de – STh I, 1988) ((q 8, a 3. I, q 43, a 3).
Gracias, querida liturgia por ayudarnos a meditar sobre el misterio de Dios que se hace evidente también en vos.
Gracias, por jalonarnos y configurarnos en Cristo, como el origen, quicio y meta de nuestra existencia.
Gracias, porque al celebrar, anunciar y servir al Reino de Dios en nuestro tiempo, vivimos esa hermosa experiencia de fe que Atanasio, padre de la iglesia, nos recordaba con el tiempo pascual “como un gran domingo” (CEC #1169), porque nuestro ayer y hoy, se plenifican en la mesa de la pascua eterna, donde gozaremos de la fiesta con el lucero que no tiene ocaso y danzaremos gozosos.
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Trabajos citados
Aquino, Tomás de – STh I. (1988). ‘Suma Teológica’. Buenos Aires: BAC.
Catecismo de la Iglesia Católica CEC. (1997).
Concilio Vaticano II – ‘Dei verbum’. (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Sacrosanctum Concilium’ (1963).
Curia, Christian. (2022). ‘Una aventura maravillosa’. CABA: PPC – Bonum.
De Vos, Frans. (1981). Veinticinco años de sacerdote. ‘La Semilla – Boletín Catequístico Diocesano’ (80), 1-3.
Himno JMJ (1987). Un nuevo sol. CABA, Argentina.
