Tribuna

Haciendo eco… con el amor (I)

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“Donde no falta voluntad, siempre hay un camino” (Tolkien, J. R. R., 2017, pág. 87)



En nuestra vida cotidiana la “voluntad” nos motiva para realizar las diferentes acciones, proyectos, profesiones, trabajos etc. Algunas culturas catalogan a esta manera de vivir con un ímpetu que contagian esa vitalidad que motiva. Son esas personas que creyendo esperan, esperando aman y amando hacen palpable aquel amor que “vale la pena orientar la vida”. En la fe cristiana, es Cristo… que es camino, verdad, vida, luz y amor en abundancia.

a. Amor: experiencia inaugural

Ser cristianos configurados con Cristo, es estar centrados en la humanidad. Creer y esperar en el Reino de Dios, es vivir en constante creatividad. Quienes damos nuestra confianza y anhelo al Nazareno, experimentamos que lo esencial de la Trinidad es el amor y desde ahí obra, crea, redime, sana, libera, promueve, santifica, etc.

El amor es una experiencia fundacional porque afecta a todas las dimensiones de las personas, provocando una transformación profunda. Una identidad cristiana así entendida, ayuda a percibir la historia personal como una narración de la ternura que nos rodea y favorecer todas las instancias humanas para que, en caso de que existan experiencias contrarias, encontrar la ayuda adecuada y así acompañar los procesos necesarios.

En el diccionario bíblico podemos encontrar que el término  se traduce por amor. Por otro lado, hay dos vocablos que tienen la misma raíz:  (amar)  (amado, muy querido) (Balz, Horst & Schneider, Gerhard – T I, 2005, págs. 24-26). En esta oportunidad, sabiendo que hay más citas, queremos partir del aporte que se menciona en la carta a los Colosenses, donde el amor es inspiración que proviene del Espíritu como causado por él (1, 8), y a su vez es fruto de su acción (Gal. 5, 22), que nos transforma en “santos y amados” (3, 12), con un amor tan particular que, siendo hijos de Dios, lo invocamos como Abba (Gal. 4, 6; Rom. 8, 15). Amar, amado y amor si bien podrían separarse para ayudarnos en el entendimiento de un misterio divino – humano, estarían unidos. Un padre de la iglesia afirma que en el amor existen tres anchuras, la primera es la que toma la iniciativa, la segunda es la destinataria de esa ternura y la última es la ligazón que hay entre las dos anteriores (Hipona, Agustín de – De Trinitate, 2022). Una clarividencia que nuestro venerado Juan Pablo I, durante su vida hizo palpable y en su última audiencia pública en Roma, nos dejó con suma claridad al afirmar:

“amar significa viajar, correr con el corazón hacia el objeto amado” (Juan Pablo I, 1978)

b. Amor es cercanía

Con el pasar de los años, las formas de hacernos presente van cambiando y transformándose. Hoy en día, con las diferentes redes sociales lo virtual tiene su aporte. Sin embargo, hay una forma que contiene una valoración única: la presencia física. Estar con las personas, con quienes hay un vínculo, percibir las miradas, ver las manifestaciones faciales, recibir abrazos (como esos que nos reinician), saludos, besos, escuchar las voces, oler el perfume, reír juntos y hacer bromas, etc., son irremplazables. ¡Si recibir un texto, un mensaje de voz o hacer una video llamada nos alegra, cuanto más nos conmueve sentir y vibrar el amor con todo lo que la presencia física nos manifiesta! Existen afectos que están en otra parte geográfica que la nuestra pero que, en un acontecimiento se hacen cercanos por otros medios y eso nos emociona, porque el vínculo supera las limitaciones que pueden existir y, si alguna vez, se da la posibilidad de ir cerca de esos lugares, el corazón se conmueve con la sola posibilidad de ir a verlos y estar juntos, aunque sea un pequeño tiempo. Al finalizar la visita o estadía, pareciera que la vida ha recibido una caricia formidable que provoca memoria agradecida al pasar los días, meses, años… y se transforman en mojones de un amor que orienta la existencia.

En muchas experiencias, amar y estar parecen un binomio difícil de superar. En el vínculo del cariño y la ternura, uno pareciera ser la condición del otro. Desde el mismo crecimiento, amarse a uno mismo es estar en comunión con lo vivido, con lo que está sucediendo y con el proyecto a realizar. Valorar a la naturaleza, no es solo cuidarla, sino estar en armonía con ella aceptando y estimar sus tiempos, procesos y etapas. Tener ternura con el prójimo, es estar al lado de los próximos. Estar presente o al alcance de la mano, es una acción para una construcción que brota del aprecio y del amor hacia quienes le compartimos nuestra cercanía, por lo tanto, amar no es una postura pasiva.

En la fe cristiana, estar en presencia de Dios es vivir en el amor… La Trinidad que es ágape, no puede no amar, es decir, no estar. Ella ama estando/siendo, compartiendo su ser, haciéndonos partícipes (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (#2). La propuesta pastoral de amor, es estar haciendo en y con la vida de las personas, sin posesiones ni encasillamientos, sino valorando y respetando la libertad y autonomía con quienes nos acompañamos en la existencia.

El don teologal del amor, exige apertura de corazón y de mente a la vida que llega a nuestra existencia, buscando que pueda desarrollarse en el proyecto liberador del Nazareno. Creyendo y esperando es que nos brindamos a cada persona en sus situaciones concretas: al hambriento alimento, al preso o enfermo la visita, a los sedientos agua, a los desposeídos lo que necesitan para vivir en dignidad, a los despojados de sus derechos los promovemos para que puedan progresar humanamente, etc. (Mt. 25, 31 – 46).

Amar, reclama sepultar las espiritualidades inquisitoriales que todavía pululan en varios territorios eclesiásticos. Y, por otro lado, dejar de prestar servicio a la maquinaria que investiga a las personas que algunos consideran sospechosas o heterodoxas porque “el amor se opone al resultado de las maquinaciones heréticas, y puede servir, por tanto, de criterio para la recta predicación” (Balz, Horst & Schneider, Gerhard – T I, 2005, pág. 34).

Cuando una comunidad cristiana provoca división y separación entre “fieles y herejes”, obediente y disidentes, evidentemente la vida en el Espíritu del Ágape ha quedo en la puerta del templo o de las oficinas.

HE Con Amor 1

c. Amor es amplitud

Otra dimensión que nos parece fascinante es que el amor impulsa a la universalidad. Nuestro cariño y ternura al no buscar poseer están orientados a quienes nos encontramos, según nuestros múltiples vínculos y relaciones. Los cristianos creemos que la Trinidad se destina al universo y este a ella. Esta característica medular, hace de las primeras comunidades un paradigma, porque nadie quedaba afuera y quien se encontraba con una experiencia liberadora, participaba de la dimensión social de la fe. Pablo de Tarso nos recuerda que ni judío, griego, esclavo, libre, etc., podrían estar al margen de la creencia cristiana (Gal. 3, 28). El amor nos lleva a vivir vinculados en múltiples dimensiones, por lo tanto, una postura religiosa que segrega estaría en serias contradicciones con la propuesta de “católica”, porque negaría su identidad con el Resucitado.

d. Amar es humanizar

La identidad cristiana se transforma en un proceso que humaniza más la religión y sacraliza más lo cotidiano. Para quienes nos orientamos desde la Verdadera Vid, los misterios Trinitario y Humano se experimentan en paralelo y se enriquecen mutuamente. La fe que ama, nos impulsa a un cambio de paradigma: quizás en este tiempo se nos requiera dejar de ser una estructura militante que quiere imponer reglas de exclusión, para ser una comunidad abierta que propone buenas noticias y criterios de liberación.

En la fe cristiana se percibe un clima de cordialidad sensible, porque los “afectos son la materia prima del amor” (De Vos, Frans, 2019, pág. 75). El seguimiento al Nazareno nos enriquece en los diferentes vínculos afectuosos: maternal – paternal, filial, fraternal, amical, pareja, noviazgos, esponsal, enseñanza – aprendizaje, etc.: “El encuentro con el amor le proporciona paz, pues el amor unifica, da sentido, confiere equilibrio y estabilidad, y es fuente de todo dinamismo” (Gelabert Ballester, Martín, 1997, pág. 143).

Las personas deseamos ser felices, por lo tanto, anhelamos ser amados y amar. Los creyentes en Dios que es amor, podemos brindar ese regocijo esperanzado, porque el vínculo con lo trascendente necesita del placer que conduce al aprecio (Gelabert Ballester, Martín, 1997, pág. 149), porque los tres (amor, placer y felicidad) son elementos constitutivos de una fe amante, que toma la iniciativa en amar, porque somos amados. ¡Y eso se nos nota en la vida, pero especialmente en el rostro: “¡Me tendrían que cantar mejores cantos para que yo crea en su salvador! Sus discípulos tendrían que tener más aire de salvados” nos recuerda el texto de Friedrich Nietzsche (Van Hoomissen, Georges, 1990, pág. 1).

e. Plegaria

Espíritu de ágape, es hermoso y necesario darte gracias, siempre y en todo lugar,
porque eres la expresión de quien nos ama plenamente,
porque eres quien inspira en nosotros la capacidad de amar y nos haces dar frutos de amor,
porque eres la ternura que nos alumbra y orienta nuestra existencia,
porque eres quien hace de nuestra historia una narración de ternura, cercanía y comunión,
porque eres quien nos hace vivir como hijos santos y amados,
porque eres la cercanía que nos hace vivir en el amor de la Trinidad.

Espíritu de la creatividad, te pedimos que nos ayudes a vivir en armonía
para ser creativos y creadores, para crecer con la presencia de las demás personas,
para estar al lado de todos, especialmente de quienes se sienten excluidos y agobiados,
para construir una historia que promueva a las personas y las colme de alegría,
para que siendo amados y amantes, ayudemos a vivir en el amor.

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Trabajos citados

Balz, Horst & Schneider, Gerhard – T I. (2005). ‘Diccionario Exegético del Nuevo Testamento (a-x)’. Salamanca: Sígueme.
Concilio Vaticano II – ‘Dei verbum’ (1965).
De Vos, Frans. (2019). ‘Metodología catequística’. CABA: Claretiana.
Gelabert Ballester, Martín. (1997). ‘Jesucristo, revelación del Misterio del hombre. Ensayo de antropología teológica’. Madrid: San Esteban.
De Hipona, Agustín – ‘De Trinitate – III, 5c’  – 2025.
Juan Pablo I. Audiencia general (27 de Septiembre de 1978).
Tolkien, J. R. R. (2017). ‘El señor de los anillos. III El retorno del Rey’. CABA: Minotauro.
Van Hoomissen, Georges. (1990). ‘Elogié la alegría’. Lomas de Zamora: La Semilla.