Tribuna

El tuit del cardenal Mario Grech

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Decía Henry Newman que, “en un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Recordé estas palabras al leer, hace unos días, un tuit del cardenal Grech, Secretario General del Sínodo de los Obispos, en el que decía literalmente: “No podemos celebrar un Sínodo si no hay un estilo sinodal (entendido como una mentalidad y una práctica) en la Iglesia. Podemos tener sinodalidad sin Sínodo, pero no Sínodo sin sinodalidad”.



El tuit del cardenal me hizo pensar en los avisos que ponemos en la agenda del móvil para que nos recuerden alguna cita o fecha señalada. No añadía el enlace a ningún documento y no decía nada más. De ahí relacionarlo con un aviso -casi con una alarma- y, creo que estaría bien que así fuera porque necesitamos ponernos las pilas en cuanto a la sinodalidad se refiere. El tiempo pasa rápido y los cambios en la Iglesia necesitan su tiempo, lo que no debe hacernos pensar que “tiempo habrá” porque ya se sabe que “tempus fugit”.

¿Por qué insistir tanto en la sinodalidad? Por lo que voy viendo y, sobre todo leyendo, creo que sí está empezando a asumirse la idea de la conversión personal y de la conversión pastoral, expuesta por Francisco en Evangelii Gaudium. Sin embargo, no veo que se asuma de una forma tan clara el para qué de esos cambios, es decir, no veo que haya mucho convencimiento de que la conversión personal y la conversión pastoral tengan como destino el cambio de estructuras en la Iglesia. Esto es quedarse a medias.

Bases de futuro

Al Sínodo, previsto para el próximo año, hay que ir con la teoría aprendida y, sobre todo, con una práctica que si bien nadie espera que sea perfecta en algo que está naciendo, esté ya lo suficientemente activada como para saber todos de qué estamos hablando, y hacia dónde debe ir la Iglesia para sentar las bases de su futuro. Al Sínodo no se puede llegar “a ver qué nos dicen y qué pasa”, al Sínodo hay que llegar con propuestas y exponer vivencias y, por supuesto, también dudas. La ventaja de caminar juntos es que todos juntos podremos decidir aquello que a todos nos va a afectar.

Aula sinodal durante el Sínodo de la Amazonía

Aula sinodal durante el Sínodo de la Amazonía

Es de vital importancia reactivar la formación del laicado para que sea maduro en su fe y en sus decisiones y para que sea capaz de hablar y no limitarse a asentir lo que otros dicen sin entender nada; es de vital importancia convencernos de que nuestra voz -la de cada uno- es tan importante como la de cualquiera; es de vital de importancia recuperar el “nosotros” dentro de la Iglesia porque no se puede ser cristiano e individualista; es de vital importancia quitarnos los miedos y las inercias que nos mantienen en un inmovilismo que nos ha llevado a la situación actual.

Actitudes adecuadas

Hay que tener la audacia de hacernos mucho más católicos, es decir, mucho más universales. Carlos Schickendantz explica la necesidad de promover una sinodalidad efectiva, con lo que implica, en todos los niveles de la vida de la Iglesia -diocesano, regional, universal-, involucrar a todas las personas y encontrar su traducción adecuada en todas y cada una de las instituciones.

La sinodalidad implica actitudes adecuadas, especiales formas de proceder, determinadas dinámicas relacionales, precisas garantías jurídicas. Si es verdad, y lo es, que la sinodalidad requiere una conversión personal –moral, pastoral y teológica– de los creyentes, también es verdad que “solo una transformación en el plano de la figura colectiva puede sostener adecuadamente un cambio en la autoconciencia”, según afirma Serena Noceti.

Teología de la Iglesia local

En este tiempo previo al Sínodo, la Iglesia local y sus aportaciones son importantísimas. Bien es verdad que para que esto funcione plenamente se requiere una sólida teología de la Iglesia local en la que destaca -o debería- una profunda teología del pueblo de Dios que es cuerpo de Cristo y templo del Espíritu. Dicho de forma más directa y práctica, ni un solo miembro de la Iglesia local -desempeñe el oficio que desempeñe- puede decir a otro miembro “no te necesito”. Esto no cabe en la sinodalidad.

No estamos ante un simple lavado de cara, estamos ante un cambio que nos lleve a una nueva forma de ser, de expresarnos, y de comprometernos que ayude a responder a la necesidad de un servicio evangélico total para el mundo y, ahí, por ejemplo, la reflexión sobre los ministerios laicales será de grandísima ayuda y mostrará la coherencia entre lo que se propone y lo que vivimos.

Ahora que ya se empieza a hablar abiertamente del suicidio, no cometamos el error de suicidarnos como Iglesia al desaprovechar el momento que tenemos para cambiar. Comencemos de una vez el camino sinodal para poder tener, vivir, y explorar a fondo el Sínodo.