Tribuna

El papa Francisco, testigo de la alegría también en tiempos del coronavirus, por el cardenal Carlos Amigo

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Por tantas y tan buenas razones, el papa Francisco es admirable y ejemplar testigo del amor a los pobres, de misionero incansable en favor de la paz, de custodio de la creación, como él mismo lo anunciara proféticamente en las primeras horas de su ministerio como sucesor de γ.



Y testigo fiel de la alegría. Hablar de gozo, de felicidad, de alegría en medio de la tragedia que se está viviendo a causa de la pandemia del coronavirus, puede considerarse como una hiriente provocación, como imperdonable frivolidad, como vergonzoso sarcasmo.

La verdadera, auténtica y justificada alegría, de la que nos habla el Papa en Un plan para resucitar, que ha publicado Vida Nueva, no proviene de que las cosas y circunstancias nos vayan más o menos bien y provocando una agradable complacencia. La razón de la alegría cristiana no es otra que la que proviene de las acciones del mismo Dios: ha estado grande con nosotros y estamos alegres, como cantamos con el salmo. Esta es la causa de la alegría: la bondad del Padre Dios que se cuida de sus hijos.

Serenidad y paz

Los apóstoles vieron a Jesús resucitado y se llenaron de alegría. Es que el trato con Dios no tiene amargura ni tristeza, sino que produce serenidad y paz. Es el resplandor de la fe, que seduce y cautiva. Habrá, pues, que dejarse encontrar por Cristo. Cuando Moisés bajaba del monte, después de haber hablado con Dios, se le notaba en el rostro: estaba resplandeciente y gozoso.

La alegría no es simplemente un adorno, un complemento de la personalidad. Es gracia del Espíritu Santo, del Vivificador que da alas de elevación, de mirar hacia lo alto para que la alegría de Dios esté en vosotros y sea completa. Y el gozo va mucho más allá que la superación de las dificultades, de los momentos de angustia. Es vivir en la seguridad de sentirse querido, reconciliado con Dios y de saberse redimido del pecado y de la muerte por el sacrificio redentor de Cristo.

El papa Francisco es fiel testigo de la alegría. Puede pesar la cruz que supone el cuidado de toda la Iglesia, pero el yugo es llevadero y la carga ligera porque el Espíritu del Señor la acompaña y colma de fortaleza.

Si hay más gozo en dar que en recibir, el Papa se alegra de su misión en salida para acudir a las periferias de las heridas más dolientes de la humanidad y dar testimonio de esperanza y alegría.

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