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Tribuna

Educación y esperanza

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En 1729, el escritor anglo-irlandés Jonathan Swift publica su libro Una modesta proposición, un ensayo terrible y de extrema crudeza, en el cual sugiere, con fría lógica, que los pobres irlandeses vendan a sus hijos como alimento a la élite inglesa para aliviar su miseria.



Esta espeluznante propuesta desnuda, de alguna manera, la naturaleza de los tiempos que corren. Un tiempo que parece destinado a quebrar lo más noble del ser humano, a vaciarlo de contenido, pero muy especialmente, a vaciarlo de esperanza. Ha aprendido a utilizar la educación para hacer más efectivo tal fin, por medio de fórmulas exitistas

En Dilexi Te, León XIV, recordando a su predecesor, señala que la educación ha sido siempre una de las expresiones más altas de la caridad cristiana. La misión del educador está plagada de obstáculos, pero también de alegrías. Una misión de amor, de un amor que supera cualquier barrera y es capaz de hacer milagros, pues es para lo imposible, cuyos frutos son la liberación del hombre, el aprecio por su dignidad y el acercamiento a la verdad. En tal sentido, la educación se transforma en un camino para la esperanza y, por lo tanto, se vuelve fuerza vital que derrumba desde las bases a la cultura de la muerte.

Papa Leon 2

Nuevos mapas de esperanza

En el marco del Jubileo del Mundo Educativo, y en la víspera del sexagésimo aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis, el Papa León XIV firmó la carta apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza. En sus líneas, fomenta el replanteamiento del sentido de la educación cristiana en un mundo amenazado por la digitalización, la desigualdad, las migraciones y la crisis ecológica.

La educación, comprendida como corazón de la evangelización, tiene la capacidad para enaltecer al hombre como horizonte que integre fe y razón, diálogo y misión, transformando al Evangelio como fuente de sentido y renovación.

León XIV resalta el acto de educar como un acto comunitario cuyo centro es la persona humana. La mirada de la educación cristiana está puesta en la certeza de que el ser humano es imagen de Dios, portador de una dignidad que ninguna estructura puede reducir. Como acto comunitario, la educación es un camino de acompañamiento y no de adiestramiento. El educador, desde esta perspectiva, es faro de esperanza cuya misión es formar el corazón, enseñar a pensar desde la caridad y la misericordia, promoviendo la dignidad como tesoro que estimula la transformación de la realidad. La educación cristiana, señala en Dilexi Te, forma no solo profesionales, sino personas abiertas al bien, a la belleza y a la verdad.

Una pedagogía de la contemplación

Tomando como fundamento no solo la fuerza siempre viva del Evangelio, sino la tradición franciscana y la teología de la creación, el papa propone una pedagogía que estimule a descubrir a Dios en la belleza del mundo, asumiendo la responsabilidad de cuidarlo. Exhorta a construir una pedagogía del camino cuyo itinerario sea definido por el corazón.

Esta pedagogía del camino se fundamenta, por tanto, en una antropología en la cual el ser humano se realiza no en la quietud, sino en la marcha hacia el amor que lo llama. Aquí, entonces, como es de esperar, León XIV mira en silencio a San Agustín, al de la intuición: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».

Contemplación que nos ate a la raíz de la emoción que provocó a santo Tomás de Villanueva escribir: «¡Oh deliciosa vía del amor! ¿Hay algo más fácil, más grato que amar? […] Es facilísimo, pues, el camino del amor, ya sea a Dios, ya al prójimo. Así pues, ¡qué fácil es esta ruta! ¡Qué hermoso y agradable el camino! Todos los que han alcanzado la meta, lo han hecho por este camino». Tanto en Dilexit Nos como en Dilexi Te, surge una propuesta verdaderamente revolucionaria: enseñar no solo con palabras, sino con gestos que revelen misericordia.

Despertar el espíritu a la dinámica de la gracia que transforme la vida en un camino en el cual aprendamos a acoger y a dejarnos transformar por el amor de Dios. En estas líneas de la carta apostólica, corroboramos, una vez más, que la educación no es una actividad secundaria de la Iglesia, sino la forma concreta en que el Evangelio se encarna en la vida cotidiana. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.


Por Valmore Muñoz Arteaga. Colegio Mater Salvatoris. Maracaibo, Venezuela