Tribuna

Educación ambiental

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El origen de la palabra educación está asociado con términos que indican la acción de conducir, producir, seducir para revelar, sacar adelante, criar, nutrir o exponer hacia el exterior. Hoy se entiende en perspectiva de un proceso social que orienta a una persona para que saque de sí conceptos, actitudes y habilidades en la integralidad del sentir, pensar, actuar (manos, mente, corazón).



El Papa considera que la educación está al servicio del camino para que cada ser humano pueda ser artífice de su destino, desde los principios de subsidiariedad y solidaridad (FT 187). La palabra “ambiental” proviene de un término asociado a “rodear” que ha sido utilizado por científicos para designar al “mundo circundante”. Por tanto, la educación ambiental se refiere a ese proceso destinado a la formación en valores, aclaración de conceptos y desarrollo de habilidades y actitudes necesarias para una convivencia armónica entre los seres humanos y su entorno.

En la encíclica ‘Laudato si’’, Francisco plantea restablecer la alianza entre la humanidad y el ambiente. En esta, señala que “la educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una crítica de los ‘mitos’ de la modernidad basados en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas) y también a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios” (LS 210).

medio ambiente

Esta innovación epistemológica nos traslada a comprender la realidad desde el lente de la complejidad y, por eso, insiste constantemente en que “todo está íntimamente relacionado”. En ese contexto, “la educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo” (LS 210). San Francisco de Asís es “el ejemplo de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad”. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior (LS 10)”.

Cultura del cuidado

El Papa valora los itinerarios pedagógicos que contribuyen a gestar un nuevo paradigma acerca del ser humano y sus relaciones en la naturaleza (LS 215); hacer crecer en solidaridad, responsabilidad y cuidado basado en la compasión, hacia una “ciudadanía ecológica” expresada en hábitos y el cultivo de sólidas virtudes que sustentan una cultura del cuidado. Se trata de producir pequeñas acciones cotidianas hasta conformar un estilo de vida (LS 211) menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno (QA 58) para una austeridad responsable, la contemplación agradecida del mundo, el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente (LS 214).

En síntesis, la Educación Ambiental en clave de Ecología Integral es el proceso de generar aprendizajes de un estilo de vivir y convivir en hermandad y amistad social en nuestra querida casa común.

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