Tribuna

Desafío de los católicos en Chile

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Chile está viviendo un momento crucial. Escojo esta palabra de forma intencionada porque es un país que está transitando uno de esos cursos históricos que lo disponen en una encrucijada clave. Ello porque desde los movimientos sociales que se despertaron el 18 de octubre de 2019, hasta llegar a la convención constitucional que en estos días comienza a articular sus primeras declaraciones y planteamientos, es posible percibir que terminado el ciclo se conformará, en cierto sentido, un nuevo Chile.



La pregunta es hasta dónde estos visos refundacionales asumirán un relevo actualizado de elementos cristianos que den pervivencia a una antropología y una ética católica que dialogue en un escenario pluralista. Pese a que se declare espontáneamente en las marchas callejeras la llamada a la dignidad, al bien común y a la solidaridad, pocos saben que se trata de principios que la Doctrina Social de la Iglesia ha ido perfilando desde hace siglos.

Especial participación de laicos

Derivando de la evidencia de la ley natural, no por casualidad, estos eslabones esenciales de la vida social se reconocen de forma casi espontánea. El problema es que la ciudadanía se deje interpelar por contenidos que reclamen ser de origen católico sin pretender avanzar hacia una deconstrucción de los mismos.

Ello con ocasión del giro ideológico que está experimentando este país latinoamericano, sumado a la secularización que afecta al mundo, y al problema de abusos de clérigos que han afectado gravemente la credibilidad de la Iglesia. En veinte años, el número de católicos en Chile ha bajado 20 puntos desde un 73% que se declaraba como tal al iniciar el siglo XXI.

Por tanto, es necesario profundizar en el modo cómo los católicos debemos ejercer el rol y la dimensión del aporte con el que una Iglesia más cercana a los diálogos y tensiones del mundo civil puede contribuir a las nuevas definiciones de este tiempo. Siendo consecuentes y creíbles al mismo tiempo

Ciertamente, el pueblo fiel chileno sigue escuchando y siguiendo la tarea profética promovida por la lúcida iluminación de Francisco. Con Fratelli tutti y las reformas que está emprendiendo el Papa, se comprende que el lenguaje de la participación y la sinodalidad debieran suscitar una cada vez más activa y determinante participación del laicado. Insertos en la pastoral en medio del mundo, somos seguramente los mismos laicos los primeros en impregnarnos del mismo olor a oveja que producimos y al que estamos habituados.

Porque somos quienes mejor podemos expresar a los pastores dónde y cómo atender las necesidades de sus hermanos en la fe y de aquellos que se han alejado de la misma, o no tienen interés en ella, pero como personas de buena voluntad pueden estar dispuestas a ser interpeladas. Aquello se acentúa en estos tiempos de crisis social, donde los mismos laicos católicos somos quienes estamos participando como interlocutores válidos directamente en instancias de la vida universitaria, social y, en definitiva, ciudadana del país.

DSI como orientadora del camino

Eso hace constatar que uno de los desafíos más importantes de los católicos en el Chile de hoy es la lúcida y decidida formación del laicado en los ricos y transversales contenidos que una Ética Social de la Iglesia puede brindar para ver la realidad, juzgarla sabiamente a partir de sus valores (verdad, libertad, justicia y solidaridad) y principios (dignidad de la persona humana, bien común, subsidiariedad, solidaridad, destino universal de los bienes, participación, opción preferencial por los pobres), y terminar orientando cursos de acción que apliquen estos criterios de manera práctica.

Por ello, y debido a nuestra vocación específica, somos los laicos quienes tenemos hoy en nuestro país una especial responsabilidad por materializar el desafío social que se puede proyectar desde un anuncio aterrizado del Evangelio. Y verificar, a su vez, la enorme cantidad de lugares donde pueden ser vividos, más aún en medio de una pandemia que acentúa la crisis social.

Somos los laicos, por tanto, quienes podemos explicar en terreno por qué la subsidiariedad no atenta contra la solidaridad. Cómo es posible articular la dignidad de la persona humana y la opción preferencial por los pobres. O de qué modo se puede entender la propiedad privada en diálogo con el destino universal de los bienes. La pregunta es si tenemos una debida formación para ello. He ahí un desafío cultural evidente en el proceso de definiciones y planteamientos que como nación estamos discerniendo y del que los católicos no nos podemos restar.


Texto escrito por Juan Pablo Faúndez Allier- PHD. Director Cátedra Internacional DSI, Consejero Superior PUCV, Chile y miembro de la Academia de Líderes Católicos